Rumbo a la canonización de Mons. Romero, mártir

Romero fue un profeta ya en vida. Su santidad política, semejante a la de Jesús el Nazareno, incomodó no sólo al poder político-económico de la época, sino a sus mismos hermanos en el ministerio episcopal, incluyendo al «primus inter pares», el obispo de roma.
Su martirio, consecuencia de su fidelidad al evangelio liberador y a los pobres, según la más antigua tradición cristiana, no habría necesitado ningún proceso canónico rumbo a los altares, fue una «santo súbito» y el pueblo así lo consideró desde aquella trágica mañana del 24 de marzo de 1980.
Pero para el duro (y al mismo tiempo cobarde) corazón eclesiástico vaticano, esta memoria subversiva no era posible ni deseable, por lo que detuvo su proceso de canonización por tres décadas.
Antes que la institución católica, otras confesiones religiosas reconocieron de inmediato la universalidad martirial de Oscar Arnulfo Romero; tal es el caso de la Iglesia Anglicana que muy pronto lo incluyó en su santoral y lo consideró un de los diez mártires del siglo XX representados en las estatuas de la abadía de Westminster, en Londres. Incluso la ONU, en su Asamblea General de diciembre de 2010, reconocerá la relevancia del testimonio de Romero al declarar el 24 de marzo, el Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas.
Finalmente, el papa Francisco lo ha declarado «mártir por odio a la fe», y el próximo domingo 14 de octubre, emitirá el decreto de canonización en la Ciudad del Vaticano, en lo que podría considerarse una ratificación tardía (y ambigua) de la convicción y el amor que habitan ya en el corazón del pueblo salvadoreño y latinoamericano por la santidad evangélica de Romero.
Con todo, el pueblo se une a esta celebración oficial, también para recordar a la Iglesia y al mundo el verdadero (y aún vigente) motivo del martirio de Romero: es mártir por odio a la fe, siempre que se entienda esta fe en sentido evangélico, como la opción por el pueblo pobre y oprimido. Esa misma fe que llevó a Jesús a la cruz.
En todo el continente, en torno a esta memoria se realizan actividades de diversa índole. En México diversas organizaciones, colectivos, iglesias y personas también. Compartimos a continuación algunas de ellas, para sumar corazones, acciones y denuncias por el fin de la represión y la injusticia.
© Observatorio Eclesial

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