Experiencia de ser mujer y religiosa en la Iglesia Católico Romana

Dra. Marilú Rojas Salazar

8 de marzo de 2017

No sólo quiero hablar de mi experiencia, pues yo no soy el paradigma de todas las mujeres de la iglesia católica. Las teólogas feministas partimos del principio ético que, la experiencia de cada mujer es única, y por lo tanto no es normativa para todas. Dicho lo anterior, compartiré tres ideas: en primer lugar, la experiencia de exclusión de las mujeres en algunas de las fases históricas de la iglesia católico romana; en segundo lugar, los movimientos de resistencia por parte de las mujeres a dicha exclusión; y en tercer lugar, mi experiencia personal como mujer teóloga y religiosa en el contexto actual.

La experiencia de exclusión de las mujeres en algunas de las fases históricas de la iglesia católico romana

A mi juicio las mujeres hemos vivido seis etapas importantes de exclusión:

La palabra: la primera exclusión que vivimos las mujeres fue la de la palabra en los albores del cristianismo primitivo, pues las mujeres fueron silenciadas, desapareció la profecía en primer lugar junto con las mujeres apóstoles, después la diakonía, las mujeres presbíteras, y solo se dejó paso a las mujeres conocidas como vírgenes, mujeres que huyeron de matrimonios forzados y que en el cristianismo encontraron un espacio de libertad. Finalmente, éstas mujeres vírgenes fueron sacrificadas y convertidas en mártires. Solo así pudieron trascender en la historia de la iglesia escrita por hombres. Esto culminó a principios del S. II con Ignacio de Antioquía quien estipuló la jerarquización de la iglesia con el triple ministerio, diácono, presbítero y epíscopo, los tres solo asignados a los hombres. En el año 325 con el concilio de Nicea se prohibió la ordenación sacerdotal de las mujeres.

El discipulado de iguales: con el movimiento anterior, hubo mujeres que escaparon al desierto para convertirse en ermitañas, anacoretas y vivir en soledad, en el seguimiento a Jesús al igual que los hombres, pero no tardó mucho su soledad libertaria, pues pronto fueron encontradas y se les asignaron muros, vestidos, velos, y normas de vida, así surgieron las grandes abadías, y las órdenes religiosas. Con normas de vida escritas por hombres para que las mujeres las vivieran (S. IV-VIII)

Las sabiduría: De ahí saltamos hacia el S. XI-XII hasta el S. XVI hacia la edad media, y las mujeres fueron excluidas ahora por sus saberes, sino podían andar libres como los hombres, ahora recurrirían a sus sabidurías como instrumento de resistencia, pero los saberes de las mujeres fueron demonizados y ellas fueron acusadas de hechicería, y fueron quemadas como brujas y seres que pactaban con lo demoniaco.

La mística: entonces las mujeres recurrieron a la mística, que cosa más inofensiva como orar, como expresar sus sentimientos y saberes, así como su corporalidad en la relación con la trascendencia, sin embargo, hasta de la experiencia del amor de Dios fueron excluidas. Puestas bajo la lupa de la sospecha, les asignaron confesores y guías espirituales hombres que les hacían escribir sus vidas y experiencias místicas, para luego acusarlas de herejía, ejemplos Teresa de Ávila, Margarita de Poittiers, Juana Inés de la Cruz, entre otras muchas, acusadas de confundir el amor humano con el amor de Dios, ¡que ironía!

El liderazgo (ordenación sacerdotal): Las mujeres hemos sido excluidas de los ministerios ordenados en la iglesia, hemos sido consideradas doctrinalmente como seres de segunda categoría, y a éstas doctrinas apelan los hombres lideres de la iglesia para negar la ordenación. En la iglesia católico romana tenemos los 7 sacramentos, pero las mujeres solo podemos tener acceso a seis, y solo por razón de nuestro sexo. Pues teológicamente no hay nada que lo impida. La tradición patriarcal se asegura que así sea.

Derecho a la toma de decisiones y ciudadanía: Las mujeres en la iglesia católico romana no gozamos del derecho de ciudadanía, pues al no ser reconocidas para los liderazgos, tampoco podemos elegir a nuestros dirigentes, ni tomar decisiones éticas con respecto al actuar de la iglesia, ni si quiera con respecto a nosotras mismas.

Los movimientos de resistencia por parte de las mujeres a dicha exclusión

Las mujeres no asumieron la exclusión pasivamente, nunca lo hemos hecho así, como lo han querido mostrar los patriarcas, el primer movimiento de resistencia lo encontramos en

María Magdalena: la recuperación de la figura de María de Magdala como la apóstol de los apóstoles, como la testigo primera de la resurrección y como la primer mujer que recibió el envío de parte de Jesús resucitado, nos coloca ahora a las mujeres en un liderazgo sin precedente en los albores del cristianismo, y en la primacía de la iglesia que Jesús quería.

Anacoretas, ermitañas y madres de la iglesia: al ser invisibilizadas y desaparecidas progresivamente las mujeres en los ministerios de diaconía, profecía y presbiterado; las mujeres huyeron al desierto para convertirse en anacoretas, ermitañas y madres del desierto, al igual que los hombres, para mostrar su valor y huir del control del estado romano, que ahora también era cristiano. Mujeres que murieron en la soledad del desierto, pero libres.

Las beguinas o beatas: el movimiento nació en 1170. Su nacimiento tuvo lugar en la parte oriental del territorio actual belga. Las beguinas son mujeres solteras o viudas que, sin hacer votos eclesiásticos propiamente dichos, llevan una vida más o menos monástica en el mundo. Se agrupan para atender a enfermos de lepra, para predicar, estudiar artes y filosofía, escribir acerca de la mística. Son un movimiento que confronta a la vida religiosa de las abadías, una vida ya muy acomodada.

Movimiento de ordenación sacerdotal de las mujeres: en 2001 en Dublín se celebró el primer congreso ecuménico del movimiento mundial a favor de la ordenación de mujeres en el mundo, y el movimiento de sacerdotisas católicas en Canadá ahora es muy fuerte.

Teologías feministas: otra fuerza de resistencia y propuesta ha sido el gran trabajo de producción oral y escrita de la teología feminista, de la teología feminista de la liberación contra la feminización de la pobreza en A. L, la teología feminista del norte que lucha por la igualdad de derechos laborales, la teología feminista Asiática contra la trata de niñas y jóvenes mujeres, así como la explotación sexual, la teología feminista africana contra las tradiciones culturales machistas de la ablación del clítoris de las mujeres.

Mi experiencia

Soy una mujer religiosa y teóloga en el seno de una iglesia patriarcal, y una mujer mexicana en el seno de una cultura dominante, autoritaria y patriarcal como lo es la sociedad mexicana, la cual además se caracteriza por ser una sociedad y una cultura conservadora. Vivo en el país donde cada vez es más peligroso ser mujer, en el país donde puedo ser una victima posible de feminicidio, o de desaparición forzada.

Tengo un doctorado en teología sistemática por una de las más prestigiosas universidades del mundo, mi examen doctoral lo aprobé con la máxima nota que da la universidad, y no tengo trabajo de tiempo completo en ninguna universidad católica. Mi trabajo es mal pagado, no tengo un salario fijo, no tengo seguridad social, ni posibilidades de jubilarme. Tengo que demostrar el doble de mi saber y conocimiento, y veo pasar a algunos de mis alumnos varones, muchos sin título siquiera de maestría a ocupar cargos académicos como investigadores o directores de instituciones teológicas. Soy la primer doctora en teología sistemática en México, sin embargo son compañeras que no tienen doctorado quienes tienen las directrices de institutos teológicos, claro la clave está en que no son feministas o hacen el juego al patriarcado algunas de ellas.

El espacio que tengo de libertad y de reconocimiento es escribir, y eso es lo que ahora hago. Las mujeres siempre encontramos recovecos de libertad, autonomía y reconocimiento; y es la creatividad ahora la que me demanda a rehacer la resistencia, tal como las mujeres de nuestras historias.

* Conferencia dictada por la religiosa y doctora en teología por la Universidad Católica de Lovaina Marilú Rojas Salazar, dentro el Panel: Mujeres y Religión, por el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación y la Universidad del Claustro de Sor Juana, en el marco del Día Internacional de la Mujer.

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3 Respuestas

  1. Aurora Muñoz dice:

    Muy buen análisis, mis felicitaciones para la Doctora Marilú Rojas. Ojalá pronto encuentre un empleo en que se le reconozcan todos sus méritos y saberes.
    Para quien lo escribió le solicito que corrija el error ortográfico del último párrafo: «lo que me demanda a rehacer», esa «a» va sin hache.

  2. Everardo Sánchez dice:

    valiente exposición de un punto de vista femenino, no desde el poder sobre, sino desde el poder hacer, como diria un filosofo moderno. muestra que esa lucha ha sido histórica, desde los albores del cristianismo y de la Iglesia Católica.

  1. 17 agosto, 2017

    […] Publicado el 16 Marzo, 2017 por observatorioeclesial […]

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