Editorial. La «ideología» de género

Por Enrique Marroquín, cmf [1]

ideologiadegeneroComo es sabido, unas 1000 organizaciones de diversas denominaciones cristianas agrupadas en el llamado Frente Nacional por la Familia, están convocando a sendas manifestaciones multitudinarias, que suponen tendrían lugar en 80 ciudades del país, para los días 10 y 24 del presente mes, en contra del llamado “matrimonio igualitario”, reconocido ya por algunas legislaciones estatales, y que el presidente Peña Nieto presentó como iniciativa para ser elevada a rango constitucional. Al menos al principio, el proceso organizativo estuvo apoyado por la Conferencia Episcopal Mexicana misma, si bien ahora parece que se deslinda algo.

Subyacente en las declaraciones y en la propaganda para estas marchas se hace patente la línea más política de extrema derecha, la “yunquista”. Se han presentado muchas objeciones a tales marchas, incluso en el campo católico, pues algunos pensamos que más minan que refuerzan la autoridad moral de la Iglesia. Tales textos propagandistas denotan algunos errores o falsedades, según la interpretación que dan al mismo objetivo de dicho Frente: “defender la educación laica y científica, libre de ideologías de género”

Como un ejemplo entre otros muchos, tomo un artículo aparecido en la publicación “SEMANARIO”, de la Arquidiócesis de Guadalajara[2]. El autor considera la “ideología de género” como una deformación impulsada por el feminismo, que según dice, “sostiene un relativismo y un subjetivismo que descarta la objetividad o existencia de una naturaleza humana”. En respuesta a tan temeraria afirmación, habría que advertir que el término “género” es una categoría imprescindible para la comprensión sociológica y sicológica de la erótica de cualquier cultura y -más concretamente de la nuestra-. Ha aportado mucha luz para quienes se interesan en estos temas, y goza de pleno reconocimiento en academias, universidades, publicaciones, estudios, congresos, tesis, etc. Según el articulista, la categoría “género” partiría del supuesto de que “el niño nace indeterminado y que dependerá de él libremente elegir el sexo que prefiera, pretendiendo que dicha elección sería un supuesto derecho que habría que respetar”.

Pero cualquier estudiante universitario sabe que la sociología del género nunca sostiene tales afirmaciones. Su comprensión parte de la necesaria distinción entre “sexo” y “género”. El primero se refiere a las evidencias anatómicas: salvo casos de alguna forma de hermafroditismo, todos nacemos con rasgos claramente diferenciadores, no sólo los órganos genitales, sino rasgos síquicos, como el cerebro y otros factores secundarios (como el tiple de voz, el vello, el cabello, la consistencia muscular, etc.); pero también la forma de pensar, de hablar, de sentir emociones, etc. Pero juntamente con estos rasgos biológicos, toda cultura construye signos convencionales para reforzar tales diferencias – indumentaria (falda o pantalón), colores (azul o rosa), objetos (pipa o abanico), etc.-. Como ha evidenciado el feminismo, tales signos han tenido como objetivo mantener el rol de subalternidad de la mujer, relegándola a las labores domésticas, mientras los varones salían a procurar el sustento del clan. Esto, tomado como una simple distribución sexual del trabajo, podría tener cierta explicación; pero de allí se va derivando hacia situaciones inaceptables de dominación y discriminación. Los movimientos feministas –en todas sus variantes- han hecho visible tal situación y propugnan por una relación más justa entre los géneros. Obviamente, la equidad de género no borra la diferenciación anatómica y sicológica, como atribuyen estos críticos, sino que se trata de una mera construcción cultural.

Entendida la “ideología” como una deformación más o menos inconciente de la realidad, en función de intereses de un grupo o clase, condenar la distinción entre “sexo” y “género”, operaría justamente como encubrimiento de la injusta situación de subalternidad, suponiendo que tales roles o estereotipos sexuales provienen de una supuesta “naturaleza”, y ya que esta se entiende como inmutable, los roles de género se derivarían de la naturaleza de las cosas y por tanto, no se pueden cambiar y se tendría que regresar a tiempos pasados. Así, en el artículo en cuestión, aparece la idealización de “la figura del padre de familia trabajador, responsable y atento a las demandas y necesidades de su esposa e hijos”, que iría aparejada con la figura, también idealizada, de la mujer hogareña, sumisa, obediente, reducida a las labores domésticas y a la educación de los hijos. Pero la complejidad de la vida moderna ha ido modificando tales roles, y actualmente es un hecho de son ambos progenitores quienes deben encargarse de alguna forma de la educación de los hijos y de procurar el sustento familiar. La presencia de la mujer en todos los campos de la cultura (incluyendo el deporte, la política, el trabajo, etc.) es ya una conquista irreversible.

Desde esta visión sociológica es donde se ubica hoy la problemática de la homosexualidad. Sobre la base biológica, en los niños se va configurando una orientación sexual determinada, la cual, entre otras, puede ser cierta atracción hacia personas de, mismo sexo. Es posible que existiera cierta predisposición genética; pero en la mayoría de los casos esta inclinación proviene de la propia biografía, en su relación con personas más cercanas. Ante tales tendencias, conforme vayan creciendo los niños irán encontrando su propia identidad de género, prefiriendo aquellos elementos que su cultura asigna al género en que se sienten más cómodos. Obviamente, tal “elección” o “preferencia” no es igual a la que se da, por ejemplo, cuando eligen una prenda de vestir o un alimento, sino que se van haciendo pequeñas adopciones paulatinas, muchas veces inconcientes.

Hasta hace no muchos años, en nuestra cultura la orientación homosexual fue considerada, sea como una perversión pecaminosa -por tanto, sujeta a castigo[3]-, sea como desviación o enfermedad física o mental.[4] Así estigmatizados, la vida para este sector –que según estudios sociológicos alcanza a por lo menos una décima parte de la humanidad- resulta sumamente difícil: la discriminación social obstaculiza el desarrollo de la personalidad, tienen que sufrir el rechazo de la familia, el “bulling” en la escuela, el “moving” laboral, la violencia ambiental.[5] Tanta hostilidad les obliga a ocultarse, incluso ante muchos de sus padres que se avergüenzan de ellos. Peor aún, va generando en ellos mismos sentimientos de culpa, miedo o inferioridad… todo esto debido únicamente a su propia orientación sexual (que no “eligieron”).

Para hacer frente a esta realidad, muchos homosexuales asumieron su propia orientación sexual y decidieron visibilizarse, salir de sus guetos (“salir del closet”) y organizarse como movimiento “gay”. Para liberarse de aquella imagen denigrante y apartarse del estereotipo “machista” de género, procuran cultivar el “orgullo gay” y mirarse a sí mismos con mayor dignidad. Por supuesto entre homosexuales –igual que entre heterosexuales- se dan muy diversas actitudes y conductas; pero en todos ellos, de una forma o de otra, está el deseo de ser aceptados y acabar con cualquier tipo de discriminación. En general se ha avanzado mucho al respecto. Las nuevas generaciones son más tolerantes y se les va aceptando más; pero todavía faltan muchas reivindicaciones y derechos por conseguir, hasta que logren poner su unión bajo protección legal, salir de la clandestinidad y presentarse en público, sin rubor, con su propia pareja, como ahora sólo los heterosexuales lo pueden hacer. De eso se trata la tan debatida cuestión sobre el reconocimiento jurídico al “matrimonio igualitario”.

 Hay que aceptar que la Iglesia no acaba de encontrar su posición ante los desafíos de la erótica contemporánea. Arrastramos todavía una larga tradición de pesimismo respecto al cuerpo, que se remonta hasta tiempos del neoplatonismo o del maniqueísmo. Al mismo tiempo, somos concientes de implementar estilos contraculturales ante conductas derivadas del hedonismo consumista; pero admitiendo también que todavía existe entre nosotros mucha ignorancia respecto a valiosos aportes científicos de la sexología moderna (¡cuántas veces la Iglesia tendría que confesar que no sabe!). Por otra parte, en regiones donde históricamente estuvo en situación de “cristiandad”, la Iglesia no acaba de encontrar su ubicación en la modernidad pluralista y su correspondiente “Estado laico”. Pretendiendo hablar de un supuesto “derecho natural” (difícil de precisar en lo concreto), ha pretendido inútilmente imponer a toda la ciudadanía, desde la autoridad civil, su modelo de “matrimonio cristiano”.

Es muy loable que custodiemos ante los acelerados cambios culturales este ideal de matrimonio: “la unión exclusiva, definitiva y abierta a la fecundidad, entre un varón y una mujer”. El reciente Sínodo sobre la Familia -que cristalizó en la exhortación apostólica “Amoris Laetitia”- alienta a vivirlo; aunque en dicho evento eclesial se evidenciaron posiciones diversas ante puntos controvertidos. En él se afirma: “Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual”; pero advierte que “no tiene sentido quedarnos en una denuncia retórica de los males actuales (…), ni tampoco pretende imponer normas por la fuerza de la autoridad…” (n.35). Pero la mejor manera es custodiarlo es presentarlo con toda humildad ante nuestros contemporáneos, respaldados por el testimonio creíble de nuestra castidad según cada estado de vida.

La historia reciente muestra fehacientemente que ya no vivimos en un Estado confesional (antes no se aceptaban matrimonios civiles entre personas no católicas, y si algunos de ellos querían casarse civilmente tenían que irse al extranjero). El Estado moderno tiene que regular la convivencia entre sectores con diversos criterios éticos y filosóficos, fracasando los intentos eclesiásticos de imponer su ideal de “matrimonio cristiano” a toda la ciudadanía, dándose dando cabida legal a parejas cuya unión, no era definitiva (divorcio), ni abierta a la fecundidad (anticonceptivos), ni exclusiva (en países de poligamia legal)… y ahora ve que se va reconociendo el “matrimonio igualitario” entre personas del mismo sexo. Pareciera que las declaraciones y las movilizaciones callejeras cada vez van dando menos resultado y que se requiera un cambio de estrategia, justamente para resaltar la belleza de nuestro ideal, cuyos elementos y experiencias incluso podrían influir favorablemente en otros tipos de uniones legalmente reconocidas.

La reciente iniciativa presidencial de elevar a rango constitucional el llamado “matrimonio igualitario”, suscitó en México fuerte inconformidad de la jerarquía; pero su argumentación no es compartida por otros sectores -y no sólo por los movimientos gay, lésbico y transexual-. A lo que parece, las presiones callejeras no son la mejor estrategia. Dentro de la propaganda para las marchas del sábado, se perciben formas de manipulación e incluso mentiras, como algunas críticas a la información sexual de los libros de texto, contrapuestas a la visión de dicho Frente (para ellos, educación “científica” y no “ideologizada”). Va siendo momento de un cambio de estrategia, la del diálogo abierto con instituciones académicas y movimientos organizados, en el que puedan salir a luz argumentos que clarifiquen nuestra actuación como católicos informados.

(Artículo publicado originalmente el 7 de septiembre de 2016
en el facebook personal del autor)

[1] Sacerdote claretiano, escritor e intelectual mexicano considerado una de las figuras clave de la Teología de la Liberación en México Licenciado en filosofía y en antropología, y doctor en ciencias sociales, cuenta con una vasta producción literaria en música, filosofía, política, sociedad y filosofía. Actualmente reside en Jalisco (Mex.) dondes es profesor del Instituto de Filosofía de los Misioneros Claretianos y formador.

[2] “¿Qué es y qué pretende la ideología de género?”, Dr. Fabián Acosta Rico, Universidad del Valle de Atemajac (de la Arquidiócesis), SEMANARIO, 4 de septiembre 2016, p. 31.

[3] En el medievo se les quemaba en la pira.

[4] El rechazo extremo: Hitler incineró a unos 250 mil homosexuales. Pero en 1990 la Organización Mundial de la Salud declaró oficialmente que la homosexualidad no puede ser considerada una enfermedad mental o síquica.

[5] En 20 años se registraron en México 310 homicidios por homofobia (uno cada mes); pero otras fuentes hablan de 35 homicidios anuales.

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6 Respuestas

  1. Raul felipe trejo tejero dice:

    Espero que ahora me oriente. El apostol Sn. Pablo es una figura que admiro mucho. Yo tambien fui tirado de caballo soberbia y vanidaf. Esta semana por terminat en 1ra. Lectura que dirige a los corintios (1Cor6,1-11). Sl final dice. No se engañen: ni los impuros, ni los idolatras, ni los adulteros, ni los AFEMINADOS, ni los HOMOSEXUALES, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores tendran parteven el reino de Dios. Yo no soy homofobico. Hoy perdi un paciente con SIDA cuya enfermedad estaba avanzada. Sin embargo peleamos. El labor de acompañamiento a la familia es duro y dificil, ver y sentir el dolor de su perdida. Enseño a mis estudiantes practicat la piedad y misecordia que nos lleva a la autentica carifad. Descubro personas maravillosas que no merecian un final asi. Sufro con ellos. Ante esta desgracia humana vienen a mi mente las palabras de Pablo a los Corintios. Entonces esmentira lo que escribio? Es una mala traduccion? Que pasa? Acaso no es verdad la realidad que el plantea, son falacias? Yo como catolico como pensar en matrimonio igualitario ante la realidad que este apostol plantea.

    • observatorioeclesial dice:

      Hola Raúl, gracias por tus comentarios y tu confianza en compartir lo difícil que resulta para católicos (y cristianos en general) lidiar con las realidades cotidianas de la sexualidad frente a textos tan lapidarios como los que comentas. Son además admirables tus esfuerzos por, en la práctica, no renunciar al amor ni a la misericordia frente al juicio.
      Aquí el problema de fondo es, creemos, nuestra manera de acercarnos a la Biblia, como si NO fueran textos escritos en el tiempo, en contextos determinados para situaciones específicas y a partir del conocimiento que los escritores santos tenían de la realidad y que no siempre coincidían con la verdad: por ejemplo los primeros 11 capítulos del génesis, hoy se acepta que en general son textos míticos que no deben leerse como verdades históricas o científicas (la creación del mundo en 7 días, el paraíso, el pecado original, la torre de babel…). Hay que apelar a su significado, más que al texto literalmente, de lo contrario nos metemos en muchísimas complicaciones para congeniar los distintos y hasta antagónicos rostros de Díos que en ellos aparecen. Y como estos primeros capítulos de la Biblia, cada texto de antiguo y nuevo testamento, debe ser leído e interpretado en su contexto, antes de querer aplicarlo sin más al presente. Y aunque la exégesis y hermenéutica bíblica son herramientas especializadas, a veces basta el sentido común para descubrir que no podemos seguir al pie de la letra la Escritura. Tú mismo lo has demostrado en tu praxis, más allá de las condenaciones bíblicas.
      Esta necesidad de la interpretación, frente a lecturas literalistas o fundamentalistas, ha sido recomendada ampliamente por la Iglesia Católica a partir del Concilio Vaticano II (cf. Dei Verbum) y más detalladamente en el documento La interpretación de la Biblia en la Iglesia, publicado en 1993. Ahí se dan herramientas bastante útiles de los posibles, recomendables y autorizados acercamientos y métodos de interpretación bíblica.
      Y en este sentido, muchos biblistas (la mayoría clérigos y obispos) han trabajado arduamente por no caer en la trampa del moralismo (y legalismo) apresurado en la lectura de la Biblia y en la praxis pastoral. Sobre estos y otroas tantos temas sociales, políticos, económicos, culturales de nuestro tiempo.
      Sobre este tema en particular, el de la homosexualidad, te recomendamos un excelente estudio disponible en: http://ref.scielo.org/d2kfd7
      Saludos!

  2. Fernando watson dice:

    Muchos amigos mios, quizá, una docena han sido asesinados a través de mis recuerdos, todos, creemos los han hecho homofóbicos y en todos los casos, la misma familia, por recomendación o extorsión de mutuo acuerdo, se impidan las investigaciónes del caso, por que, por ley, yo se, el asesinato se procede de oficio su averiguación, leve o profunda según el caso

  3. Margarita Zarco dice:

    Agradezco que se publiquen estos tipo de textos. Yo soy mujer católica y aprecio esta perspectiva documentad, clara y pro positiva.

  4. Antonieta dice:

    Estoy totalmente de acuerdo con el autor y lo aplaudo por describir perfectamente un hecho castigado tanto tiempo y ahora comprendido!!.

  5. Ma Alba Fernández dice:

    Excelente este artículo, a mí me cuesta trabajo a veces desentrañar el contenido del mensaje de algun texto de la Biblia, con eso de la advertencia que no se debe quitar ni poner ni un ápice, agradezco a Dios, que haya gente como ustedes inspiradas por el Espíritu Santo, que nos den una visión más humana y divina de ver y entender la palabra de Dios, donde se encuentra el evangelio de la buena nueva que libera; gracias, este articulo también me gusta mucho, el ser de preferencias no heterosexuales no los hace menos seres humanos ni hermanos nuestros, dignos/as y muy amados tambien por Dios, gracias.

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