Histórico encuentro pone fin a enfriamiento de relaciones católico-ortodoxas

El papa Francisco llegó por fin a México y todo transcurrió según lo esperado: desde el show político-televisivo al más craso estilo de la primera dama, hasta el efusivo recibimiento popular en las calles, pasando por los gestos fuera de protocolo ya clásicos en un papa que se mostró afable y sobrio, como si no viniera de un viaje de 10 mil kilómetros y de un histórico encuentro no ocurrido desde hace casi mil años: entre un papa y un patriarca ortodoxo ruso, que en el año 1054 se excomulgaron mutuamente por razones políticas disfrazadas de diferencias teológicas.

Por ello, cuando la trascendencia de la visita papal por tierras mexicanas aún está por sopesarse, hoy por hoy lo más relevante del día resulta ser este diálogo entre Francisco y Cirilo, ocurrido en un lugar no menos histórico: la Cuba comunista, «encrucijada entre el Norte y el Sur, el Este y el Oeste […] un símbolo de esperanza del Nuevo Mundo y de los dramáticos acontecimientos de la historia del siglo XX», según palabras exactas con que ambos líderes se refirieron a esta emblemática isla.160212210926_hermano_le_dijo_francisco_al_patriarca_ruso_durante_el_encuentro_en_la_habana_624x351_ap_nocreditpapa-ogp1-1024x683

El pretexto central de este encuentro fue la crisis del medio oriente y sus consecuencias para cristianos y cristianas de diversas confesiones, quienes sufren persecución y muerte en contextos de minoría religiosa y alta conflictividad social que también mata a miles y desplaza a millones y es símbolo de una violencia global que ha motivado a ambos primados (católico y ortodoxo) a avanzar en el diálogo con la certeza de que «las diferencias en comprensión de las verdades religiosas no deben impedir que las personas de diversas religiones vivan en paz y armonía» (Declaración conjunta, n.13).

Bajo esta voluntad de hermanarse, el obispo de Roma y el patriarca de Rusia externaron sus procupaciones comúnes en torno a diversos temas políticos, sociales, morales y religiosos marcando simbólicamente una prometedora agenda de diálogo interreligioso cuyos alcances son difíciles de vislumbrar en lo concreto y más allá de palabras compartidas.

Lo cierto es que vuelve a centrar la atención en la osada estrategia del papa argentino por marcar la diferencia en la recuperación de la influencia moral del cristianismo católico en la «desesperada situación del mundo actual». Y como gesto previo a su llegada a nuestro país, abre iguales prometedoras posibilidades para una visita más allá de inconfesables intereses mediáticos, políticos y eclesiásticos, para transitar hacia esas acuciantes preocupaciones que hoy desvelan a millones de connacionales, atrapados en la espiral de violencia, muerte, miedo y corrupción. Preocupaciones harto conocidas por Francisco, según testigos fidedignos, para las que se esperan palabras certeras y acciones consecuentes.

Con todo, no hay que abrigar demasiadas expectativas, pues la solución a la grave crisis humanitaria que vivimos requiere del esfuerzo de más de un hombre, y de mucho más que una euforia mesiánica. Requiere firmeza y compromiso. Desalienación, conciencia y organización social y popular que, sin dejar de aprovechar esta visita papal para visibilizar por todos los medios posibles las raíces y rostros de la injusticia en México, se enfoque en un agenda compartida de recuperación nacional, como la que está ya gestándose en numerosos pequeños lugares, en numerosas pequeñas personas, que creemos gestarán tarde que temprano ese otro mundo posible.

Mientras tanto, sigamos con atención los pequeños detalles de estos a ratos masivos y a ratos exclusivos acontecimientos en torno a la primera visita del también primer papa latinoamericano.

Viernes 12 de febrero de 2016

© Observatorio Eclesial


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