Franco Coppola: embajador vaticano para un México en conflicto

En una sucinta nota la sala de prensa de la Santa Sede comunicó el pasado 9 de julio el nombramiento del diplomático italiano Franco Coppola como nuncio apostólico en México, quien hasta el momento se desempeñaba como embajador vaticano en la República Centroafricana y como arzobispo titular de Vinda (Tunisia), sede episcopal sólo en el título pero sin un territorio específico qué gobernar.

La reacción por parte del episcopado mexicano no se hizo esperar, haciéndose eco de la noticia y expresando su alegría por tal nombramiento. Por su parte la prensa nacional ha destacado el hecho haciendo referencia a la trayectoria diplomática del nuevo nuncio e intentando plausibles interpretaciones del por qué y con qué objetivos pudo Francisco haberlo designado para nuestro país.

Si bien algunos medios han destacado su capacidad diplomática en contextos altamente adversos para la iglesia católica en desventaja numérica y eso les conduce a pensar que uno de los encargos centrales de Coppola sería mediar en el conflicto Iglesia-Estado cuyos niveles hemos visto escalar recientemente a propósito de temas como la reforma fiscal y el matrimonio igualitario; tendríamos que desistir de tal interpretación, no porque no sea uno de sus encargos sino porque tal vez no sea el prioritario y urgente.

Baste argumentar para ello que, si bien el papa ha mantenido su agenda en materia política y moral esencialmente alineada a la de sus predecesores, sin embargo ha quedado más que claro que no le resulta tan importante como su agenda social y eclesial interna. Muestra particularmente singular de esto fue su reciente visita al país, donde vimos desplegar un titánico esfuerzo vaticano por colocar el acento discursivo y pastoral en las problemáticas económicas y el conflicto que aquejan al país, frente a los intentos más efectivos del gobierno (en complicidad con la alta jerarquía católica) por eludir dichos temas y encontrar legitimación a una política profundamente destructiva y devastadora de la dignidad humana. Tampoco olvidemos que el más duro discurso que Francisco dio en nuestras tierras fue contra los obispos en la Catedral Metropolitana.

Por otro lado, en temas morales, si bien no podemos hablar de un papa revolucionario, sí es más flexible y dado a la pastoral de la misericordia, en contraste con la intolerancia e incitación al odio y la violencia propias de muchos obispos católicos cuando del matrimonio igualitario, el aborto, la diversidad y otros temas se trata.

Por tanto, es más probable que debamos encontrar explicación a las motivaciones papales para nombrar a Coppola como nuncio en México, en otros linderos, en el entrecruce de lo que tienen en común naciones como el Líbano, Burundi, Colombia, la República Centroafricana y México: el conflicto, la guerra, el neoliberalismo extractivista, la corrupción política, entre otras cuestiones tan presentes en la agenda social del papa Francisco.

Como acertadamente rescata F. Monroy, el mismo Coppola ha dicho que “sus principales preocupaciones como diplomático en la región [centroafricana] eran la proliferación de armas, la violencia, los refugiados, los menores víctimas de la guerra, la condición de vulnerabilidad de las mujeres y la educación. Temas que, sin duda, son comunes con la nación mexicana”, así como “la corrupción del poder político centroafricano, el nulo interés de los representantes políticos por desarrollar la nación y la actitud de entreguismo de los líderes políticos de los recursos, el rico subsuelo y la fuerza de trabajo a los vecinos del norte (aunque también a China y Sudáfrica)”. (https://monroyfelipe.wordpress.com)

Así, es de esperarse que la presencia del prelado italiano en nuestras tierras esté enfocada en fortalecer y acompañar la agenda social de la iglesia en un país devastado como el nuestro. No es gratuito que haya sido Francisco el primero antes que todos los obispos mexicanos en levantar la voz por los 43 normalistas de Ayotzinapa y en enviar de inmediato al nuncio Christophe Pierre a celebrar una misa en la Normal Isidro Burgos. Y no es descabellado esperar que ahora Coppola continúe esta preocupación que no le fue permitida expresar durante su visita al país en febrero pasado.

La misma jerarquía católica empieza a espabilarse en este asunto, a partir de su más reciente asamblea ordinaria en abril pasado donde, según fuentes cercanas, la evaluación de la visita papal hizo tomar conciencia a los obispos católicos sobre la necesidad de romper inercias y liderazgos dañinos al interior de la Conferencia Episcopal Mexicana, para emprender el arduo camino hacia el encuentro con los pueblos, con una nación que sufre una guerra interminable que, como en los países donde se ha declarado abiertamente la conflictividad bélica o la guerra civil, ha cobrado cientos de miles de víctimas.

Con todo y lo esperanzadora que pueda resultar esta explicación, la historia de nuestro país nos ha enseñado que no se puede esperar mucho de la iglesia católica como institución, mientras que sí se puede seguir esperando mucho de la iglesia de base, cristianas y cristianos de a pie que siempre han estado codo con codo con los pueblos, comunidades y movimientos que luchan por la liberación.

© Observatorio Eclesial

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