Fidel Castro ha muerto – Ningún punto final: la lucha sigue

Por Michael Ramminger*
Instituto de Teología y Política

Münster, 26 de noviembre de 2016

«El abogado marcó una época. Representó la rebelión de América Latina, así como la decadencia de las revoluciones del continente.» La estupidez y el narcisismo de la sociedad burguesa no podría expresarse de manera más ridícula.

Ustedes, los que hace tiempo sacrificaron la humanidad

captura-de-pantalla-2016-12-05-a-las-16-10-57El movimiento revolucionario cubano y Fidel Castro hicieron en 1959 algo que el «mundo civilizado» –como se llama a «occidente» siempre que se quiere hablar de la miseria del mundo– no estaba dispuesto a aceptar. Expulsaron del país una élite del poder corrupta, patrocinada por los Estados Unidos, y pusieron en marcha el proyecto de una sociedad justa, que hasta el día de hoy busca su realización. Sí, ya puedo escuchar el griterío: «… pero las violaciones a los derechos humanos, Cuba es una dictadura, corresponsable por la decadencia de las revoluciones del continente». Ustedes, los que hace tiempo sacrificaron la humanidad en aras del pragmatismo, del parámetro absurdo de un orden mundial capitalista sin alternativas, díganme qué país en el Caribe o en América Central está en mejores condiciones. O bien: si su pragmatismo político es en serio, ¿cómo hablar del «dictador» Castro y sus presos políticos, sin recordar a los muertos en el Mediterráneo?

La historia todavía no llega a su fin

No les toca a los que están del lado de la violencia estructural –ya sea voluntariamente o por falta de imaginación– juzgar a Fidel Castro. Por eso él tenía razón cuando dijo: «La historia me absolverá» – Y la historia todavía no termina!

Dejen de decirnos que, en las condiciones que imperan actualmente en el mundo, Cuba puede tener un futuro en libertad, igualdad y justicia, porque en semejantes condiciones no es posible un futuro en libertad, igualdad y justicia para nadie. En el prólogo de la edición alemana del libro Fidel y la religión. Conversaciones con Frei Betto, publicado en 1985, escribió con razón el obispo brasileño Pedro Casaldáliga: «Estoy firmemente convencido de que ni la administración Reagan, ni las corporaciones transnacionales del primer mundo, ni las oligarquías de América Latina tienen el derecho de juzgar a Fidel… Quien también está acusado de crímenes contra la humanidad, no es de ninguna manera el juez adecuado – él mismo debe ser juzgado.»

La revolución

sigue estando pendiente. Actualmente es menos una posibilidad, como lo era en 1959, que una necesidad. Quien haya creído que este mundo sería mejor mediante el curso normal de los acontecimientos, ha hecho el ridículo. Me ahorro la lista de los desastres. Pero la revolución sigue siendo siempre una posibilidad, aun cuando se inicie con un ataque fallido a un cuartel militar. A partir de ahí hicieron entonces el camino Castro y su gente. Por lo menos eso podemos aprender de Fidel Castro, que no tenemos que esperar al acontecimiento, ya que «hay muchos, aun lejanos, que exigen nuestra fidelidad –además el acontecimiento es ‘gracia’, viene como un ladrón en la noche.» (Alain Badiou)

Una alianza estratégica, o: ¿qué iglesia está en condiciones de absolver a Fidel?

En el libro de frei Betto anteriormente citado, escribe el obispo Casaldáliga: «¿qué iglesia está en condiciones de absolver a Fidel? ¿qué religión puede seriamente poner reparos a la revolución cubana o a cualquier otra revolución social? O haciendo la pregunta de otra manera: ¿qué tiene que ver la religión con la revolución social? O: ¿qué puede ser la fe cristiana más que revolucionaria?» Cuando Fidel Castro visitó Chile en 1971, ofreció a los cristianos –con motivo de un discurso ante los estudiantes– una alianza estratégica: «Lo digo sin titubeos. Vemos a los cristianos revolucionarios como aliados estratégicos de la revolución, no simplemente como compañeros de viaje.» Y en su discurso de despedida en el Estadio Nacional reforzó: «Cuando se busquen las similitudes entre los objetivos del marxismo y los preceptos más bellos del cristianismo, se verá cuántos puntos de coincidencia, y se verá por qué un párroco humilde, que conoce el hambre —porque la ve de cerca—, la enfermedad y la muerte, que conoce el dolor humano… O como algunos de esos sacerdotes que trabajan en minas o trabajan entre humildes familias campesinas, y se identifican con ellos y luchan junto a ellos.» Esa alianza estratégica, es decir, el trabajo conjunto de los cristianos con aquellos que piensan que sólo un cambio fundamental puede mantener el mundo habitable, sigue pendiente hasta hoy. Las y los cristianos debemos ponernos en camino hacia un mundo mejor. Es lo mínimo que podemos aprender de Fidel Castro.

¡Hasta la victoria siempre, Comandante!

* Publicado originalmente en alemán: «Fidel Castro gestorben – Kein Nachruf», en: http://www.itpol.de/?p=2469

*Traducción: Pilar Puertas

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