Quinientos Aniversario de la Reforma Protestante: Un verdadero Vendaval Apostólico y Profético
Justificados pues por la fe tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes.
(Carta a los Romanos 5.1-2.)
Los albores o inicios de la Reforma de la Iglesia de Occidente datan desde fines del Siglo Catorce con ciertos movimientos pre-reformadores[1] que continuaron en los Siglos Quince y Dieciséis. Sin embargo, el inicio de lo que se llegó a llamar la Reforma Protestante fue un evento singular, al parecer sin gran importancia. Éste tuvo lugar el 31 de Octubre de 1517, víspera de la celebración de Todos los Santos. En tal fecha el fraile y sacerdote agustino, Doctor Martín Lutero, profesor de teología en la Universidad de Wittenberg, Alemania, había decidido convocar a una disputa o debate académico, como era costumbre hacerlo, cuestionando la validez de la venta y contenido de las Indulgencias recientemente aprobadas por el Papa de la Iglesia Católica, León Décimo[2].
Por: Pbro. José Luis Velazco Medina
[Septiembre 30, 2016, al cumplir noventa años por ¡la Gracia de Dios!]
Tecaxic, Edo. de México.
Días antes del primero de noviembre de Todos los Santos, el fraile dominico llamado Juan Tetzel, había iniciado la venta de dichas Indulgencias, en el pueblo llamado Jüterbock, Alemania. Jüterbock se encontraba muy cerca de la pequeña población de Wittenberg, principado del elector o gobernador llamado Federico el Sabio y área parroquial de Martín Lutero. La venta misma así como la promoción exagerada del dominico, y la supuesta eficacia de las indulgencias fueron el motivo por el cual Lutero decidió convocar a una discusión académica al respecto. Se argüía que estas tenían poder para perdonar los pecados más horrendos y aún se podría evitar el temible purgatorio.[3] Frente a tal situación, Lutero se vio obligado a escribir la convocatoria y un documento proponiendo noventa y cinco tesis o temas titulado Disputatio pro declaratione virtutes indugeltiarum (Una Disputa sobre el poder y eficacia de las Indulgencias). Y precisamente, el 31 de Octubre, por la mañana, decidió fijar dicha convocatoria en la puerta principal de la Iglesia llamada del Castillo. “Y las clavó a la vista de todos en la iglesia adosada al castillo de Wittenberg, el día anterior a la festividad de Todos los Santos de 1517”. La cita procede del prólogo escrito por Melanchthon en 1546 para el segundo volumen de las obras latinas de Lutero.[4]
Era obvio que al escribir dichas tesis, en latín, no era para que los fieles las leyeran sino para convocar a sacerdotes, frailes y profesores eruditos a debatirlas teológicamente ya fuera oralmente o por escrito. En términos generales, también se cuestionaba tanto la validez del contenido como la exagerada promoción del fraile dominico, Juan Tetzel. Éste aseguraba que el poder de las indulgencias era tal que dejaban al pecador “más limpio que al salir del bautismo, o más limpio e inocente que Adán antes de caer,” y otras aseveraciones parecidas, y que representaban tanto poder como la cruz misma. Aseguraba además que la compra de indulgencias para salvar las almas en el purgatorio eran tan eficaces que “¡tan luego como la moneda suena en el fondo del cofre, volando sale el alma del purgatorio!”[5] Con esta breve información, queda claro que el hecho de convocar a un debate de carácter teológico sobre las indulgencias no fue precisamente un toque de trompeta llamando a la rebelión para provocar un levantamiento contra la jerarquía de la Iglesia.[6]
En realidad, a Lutero lo que más le preocupaba discutir era la interpretación bíblico-teológica de tales indulgencias. Tomando en cuenta, por ejemplo, lo que tradicionalmente se llamaba “penitencia”[7] y la venta de indulgencias cuya finalidad era más bien recaudar fondos económicos y no precisamente para el bien de las almas. Por tanto, Lutero creía necesario hacer ciertas aclaraciones pertinentes al respecto. Por ejemplo, la primera de sus Tesis decía: “Nuestro Señor y Maestro Jesucristo, cuando dijo “Penitenciam agite,[8] quiso que toda la vida de los creyentes fuera de arrepentimiento”. En el texto de Mateo 4.17, la palabra “arrepentíos” en griego es, metanoéite, y en alemán bussetun. Las versiones en latín y alemán pueden ser traducidas con el sentido de “haced penitencia”; pero el término griego “metanoéite, sólo puede traducirse con la palabra “arrepentíos”[9]. Esta aclaración de Lutero está más de acuerdo con el texto bíblico en general y no la idea tradicional de “hacer penitencia” que se interpretaba generalmente, en el sentido de hacer ciertas prácticas, después de la confesión con un sacerdote, tales como sacrificios personales, flagelación, ayunos, rezos o largas peregrinaciones. En el Evangelio de Marcos se utiliza la misma palabra griega en la frase “metanoeite kai pisteúte en to evanguelio”, que quiere decir “arrepentíos y creed al evangelio.” Y “creer al evangelio” es creer “en” y “a” la Palabra de Cristo, el Hijo y de Dios el Padre (Juan 14.6-10). Consecuentemente, las buenas obras también deberán ser el resultado de creer y obedecer al Señor Jesucristo y no para ganar méritos ante Dios (Lucas 6.27-46)[10].
Las Tesis
Con la finalidad de tener cierta claridad acerca de la intención de Lutero sobre la Disputa o Debate sobre las Indulgencias se mencionan aquí solamente algunas de las Tesis. Por ejemplo: “Tesis 25. El poder que el papa tiene sobre el purgatorio, en general, es igual al que cualquier cura u obispo tiene en sus respectivas parroquias y diócesis. Tesis 26. El papa hace bien cuando concede remisión a las almas (del purgatorio) no por el poder de las llaves, sino por la intercesión. Tesis 27. Ellos predican que tan pronto como la moneda suena en el fondo del cofre, el alma sale del purgatorio. Tesis 28. Lo que sucede cuando la moneda suena es que aumenta la ganancia y la avaricia, pero el resultado de la intervención de la Iglesia está en el poder de Dios solamente. Tesis 32. Se condenarán eternamente, junto con sus maestros, los que se crean salvos por tener cartas de perdón. Tesis 35. No predican doctrina cristiana los que enseñan que no es necesaria la contrición cuando se compra la salida de las almas (del purgatorio) o se compra “confesionalia” es decir, derecho de elegir su propio confesor. Tesis 36. Todo cristiano verdaderamente arrepentido, tiene derecho a la plena remisión de la culpa y de la pena, aún sin cartas de perdón.”[11]
Lutero tomó la decisión de convocar a una discusión sobre las indulgencias con el único propósito de “dialogar y discutir” con otros teólogos, o quien quisiera, sobre la práctica de la venta de indulgencias y la necesidad de reformar la Iglesia mediante la oferta gratuita de “la gracia” como se encuentra en la Biblia: “Porque por gracia sois salvos por la fe, y esto no de vosotros, pues es un don de Dios. No por obras para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras…” (Ef.2.8-10). Hay que señalar que hasta ese momento “Lutero era todavía un devoto hijo de la Iglesia y siervo del papa;…segundo, las Tesis no pretendían ser un examen a fondo de toda la estructura y contenido de la enseñanza romanista, sino que estaban dirigidas contra lo que Lutero meramente consideraba abusos que habían surgido en torno al sacramento de la penitencia.”[12]
Por otro lado, se argüía también, que el dinero recaudado por la venta de las indulgencias, serviría principalmente, para continuar la construcción de la hermosa y espectacular Basílica de San Pedro en Roma[13]. Dicha construcción había sido iniciada por el Papa anterior a León Décimo, Julio Segundo, pues urgía remplazar el viejo edificio de madera construido desde los tiempos de Constantino en el Siglo Cuarto, edificio derruido e indigno de los pobres restos mortales de San Pedro y San Pablo y otros santos.[14] Lutero y los alemanes criticaban tal finalidad de su dinero en la compra de indulgencias, pues la basílica de nada serviría a los alemanes. Pero Lutero realmente cuestionaba el poco interés relacionado a las almas en el purgatorio. Por eso una de las tesis pregunta “No. 82 ¿Por qué el Papa no vacía el purgatorio a causa de la santísima caridad y la muy apremiante necesidad de las almas, lo cual sería la más justa de todas las razones, si redime un número infinito de almas a causa del muy miserable dinero para la construcción de la basílica, lo cual es motivo completamente insignificante?”[15]
Convocar a ese tipo de discusiones era una costumbre reconocida de carácter académico de las universidades. En ese momento Lutero no cuestionaba la autoridad del Papa de conceder indulgencias ni tampoco pretendía iniciar una ruptura o cisma en la Iglesia Católica Romana.[16] Las indulgencias se entendían como un beneficio, bajo la bendición Papal, acerca de “la remisión total o parcial de la deuda de castigo temporal que se debe a Dios por el pecado después de que se ha perdonado la culpa.”[17] Otra definición más general de las indulgencias dice: Sacramento de la iglesia católica por el cual el sacerdote perdona los pecados de la persona que se confiesa y la pena que impone el sacerdote a la persona que le confiesa sus pecado[18]. Lutero respetaba todavía ese Sacramento, pero no pudo soportar la forma de promover la venta de indulgencias por el fraile dominico que ya estaba afectando su parroquia en Wittenberg. Aunque a Tetzel no le concedieron permiso para venderlas en Wittenberg mismo, sí lo hizo en un lugar tan cercano que muchos de los fieles de la iglesia de Lutero tenían fácil acceso a ellas.
En ese contexto, la víspera de la celebración de Todos los Santos, el sacerdote y profesor de teología en la Universidad de Wittenberg, fue a clavar en la puerta de dicha iglesia su documento de convocatoria, con todo y sus 95 tesis, pues estaba haciendo algo muy ordinario. Lutero no lo hizo en la víspera de “Todos los Santos” para que un gran número de fieles que acudieran a la celebración al día siguiente se ocuparan en leerlas, pues su convocatoria estaba escrita en latín. Sin embargo, el momento fue oportuno para cuestionar, indirectamente, otro aspecto acerca de la veneración de reliquias. Pues la celebración de Todos los Santos incluía también la visitación y veneración de las sagradas reliquias que, en este caso, el Elector de Sajonia, Federico el Sabio, había coleccionado a través de los años. Se dice que contaba con cerca de cinco mil reliquias diferentes. Tal visitación y veneración de reliquias, requería también el pago de cuotas diferentes por mirar y venerar diferentes reliquias. Estas también garantizaban una serie de indulgencias y beneficios espirituales y miles de años de reducción en el purgatorio.[19]
Lutero nunca pensó en hacer una difusión amplia de sus Noventa y Cinco Tesis. Sólo pensó que era correcto enviar una copia a su superior el obispo Alberto de Maguncia, acompañada de una breve carta extremadamente respetuosa: “Padre en Cristo e Ilustrísimo Príncipe. Perdonadme que yo el más humilde de los hombres, ose escribir a Vuestra Sublimidad…Me doy perfecta cuenta de mi insignificancia y mi indignidad. Me he atrevido a tanto debido a la obligación de fidelidad que debo a vuestra Paternidad. Quiera Vuestra Alteza mirar hacia este grano de polvo y escuchar mi súplica de clemencia de vos y del Papa.[20] Lutero explica a su Obispo que debido a lo que se ha escuchado en la promoción y predicación de Tetzel, el monje dominico, comisionado para la venta de indulgencias iba más allá de lo que él podía soportar y que, por tanto, no podía quedarse callado. Consideraba oportuno celebrar una disputa al respecto. Por otro lado, Lutero nunca pensó en hacer una difusión amplia y general de su convocatoria, pues esperaba que esta se diera en Wittenberg si es que algunos teólogos profesores locales y de otras universidades respondieran a su convocatoria. Sin embargo, para sorpresa de Lutero, sin que él se diera cuenta, algunas personas simpatizantes de la idea de una disputa, mandaron hacer copias impresas de las Noventa y Cinco Tesis en Wittenberg mismo, Nurenberg y Basilea. El resultado fue que en quince días ya se había esparcido el documento en toda Alemania y al mes en casi todo el Santo Imperio Romano. El Obispo de Maguncia, al parecer sin dar respuesta a Lutero, también ya había enviado una copia al Santo Padre. De esta manera comenzó un gran movimiento de unos en pro y otros en contra de Lutero en toda la Iglesia Católica de Occidente cuyas consecuencias serían trascendentales.
El Obispo Hanns Lilje, obispo luterano y líder en su juventud del Movimiento Estudiantil Cristiano, y promotor del movimiento ecuménico en Europa en los años treinta y cuarenta del siglo pasado, dice en su libro “Lutero” que “nadie se presentó al citatorio de Lutero”. Y que “durante unos catorce días reinó el silencio sepulcral en torno a las tesis. Era simplemente el margen de tiempo que transcurre entre el encendido de la mecha y la explosión de la carga. Y de repente un viento huracanado sopló en la historia. Lutero, tras algunas dudas, había enviado una copia a ciertos amigos, y éstos, sin contar con la anuencia de él y probablemente contra su voluntad, las difundieron. Y en un corto espacio de tiempo…la tempestad barrió a toda Alemania, amenazando con ahogar, al mismo Lutero…” y al imperio.[21] Esta acción individual de Lutero, emanada de su concepción teológica y pastoral y del enfoque bíblico recién adquirido, tuvo consecuencias que él nunca había imaginado; es decir, “una transformación decisiva de la historia”.[22]
Inesperadamente, la convocatoria de Lutero se convertiría, como advierte también el teólogo y pastor español, Manuel Gutiérrez Marín,[23] en el inicio de un verdadero y poderoso viento apostólico y vendaval profético para hacer oír nuevamente, con toda claridad y su poder, la Palabra evangélica de Jesucristo que impactaría a toda la Cristiandad Europea[24]. Cristiandad que en ese tiempo se encontraba bajo el dominio tanto del Papa León Décimo como del Sacro Imperio Romano germánico. Imperio al cual el muy joven Carlos Primero, rey de España y, descendiente de Maximiliano de los Habsburgo[25], sería elegido posteriormente en 1519 como Carlos Quinto. Ambos, el Papa León Décimo y Carlos Quinto desempeñarían un papel preponderante, de oposición, frente al movimiento iniciado por Martín Lutero.
Lutero, todavía fiel a la autoridad del Papa y sin el propósito de causar una ruptura eclesiástica, nunca se imaginó que su convocatoria y tesis causarían una gran conmoción religiosa y política. Y menos, que ésa convocatoria sería el principio de un gran movimiento conocido más tarde como la Reforma Protestante de la Iglesia de Occidente del Siglo Dieciséis y Diecisiete. Su impacto sería no sólo en términos religiosos, sino que también afectaría aspectos políticos y sociales, que, según han opinado algunos escritores, dio un fuerte impulso al principio y desarrollo de la modernidad: “¿Qué es la Reforma? Es la revolucionaria declaración de mayoría de edad de los pueblos cristianos de Occidente. La Reforma, lo mismo que el Renacimiento provocaron cambios arrolladores y permanentes que sacaron a Europa de la Edad Media y la introdujeron a la Modernidad…Y, para Europa central significó el fin del predominio de la Iglesia Católica”[26]. También se podría decir que, en términos religiosos, la Iglesia tradicional dejaría de ser la única autoridad en la interpretación única y verdadera del sentido bíblico teológico de la Fe Cristiana. Y, que, por otro lado, eventualmente, junto con las ideas del Humanismo y las ideas novedosas del Renacimiento, sin proponérselo, sería un gran impulso al principio de la separación de Iglesia y Estado así como otros aspectos de carácter cultural, económico y social.
Hay que enfatizar y afirmar que la Reforma no fue un mero no-conformismo contra la venta de las cuestionables indulgencias. Sino que tal esfuerzo resultó en tener como objetivo central, volver a las fuentes originales del Evangelio experimentado y predicado por los Apóstoles y las primeras comunidades cristianas que se expandieron a lo largo y ancho del antiguo Imperio Romano. Al redescubrir el Evangelio y su poder “para salvación, como proclamaba San Pablo,” ahora era imperativo hacer oír, y dar a conocer, en forma clara y renovada esa misma Palabra de Dios revelada en las Sagradas Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamentos. Ese principio inicial Reformador, sin duda, ayudaría a desarrollar una visión más amplia y universal de la naturaleza de la Fe Cristiana así como de la misión evangelizadora y profética de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, en medio de un mundo continuamente en crisis. Se necesitaría el bautismo del Espíritu Santo del día de Pentecostés, para lanzar a los primeros cristianos en la misión de proclamar a los cuatro vientos el amor, la misericordia y la gracia de Dios mostrada en Cristo Crucificado y Resucitado, quien, como despedida, dijo “Me seréis testigos….hasta lo último de la tierra. Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin…” En fin de cuentas, esa era la Iglesia que los pre-reformadores, y luego Lutero y sus colegas habían re-descubierto. Y por tal razón era necesaria la Reforma de la Iglesia que, a través de los siglos, había sido transformada en una institución religiosa, lejos, muy lejos, de ser la Iglesia de Cristo en esos últimos tiempos.[27]
Es interesante señalar también que, durante el mismo tiempo, juntamente con las ideas del Renacimiento, se abrirían las puertas a una comprensión nueva acerca del valor del ser humano, del gobierno secular, la cultura y los derechos para una sociedad más libre. Esto se vería con mayor claridad en el pensamiento y acción en la segunda generación de Reformadores como Zwinglio, Beza, Bucero y Juan Calvino y otros reformadores.
Volver a las Fuentes de la Verdad Evangélica
Por tanto, a fin de confirmar la Verdad acerca de la naturaleza de la Fe y de la Iglesia misma, era urgente y necesario volver a las fuentes escriturales del evangelio apostólico de la Iglesia primitiva y mirar con nuevos ojos las Sagradas Escrituras. La finalidad central sería, tratar de interpretarla con una nueva exegesis y hermenéutica, y así rescatar el mensaje apostólico del Evangelio a fin de estar en capacidad de volver a predicar la Buena Nueva y gratuita del Evangelio con toda su frescura y novedad, como decía el Apóstol Pablo en su carta a los primeros cristianos en Roma: “Así que, cuanto a mí, presto estoy para anunciar el evangelio también a ustedes que están en Roma. Porque no me avergüenzo del evangelio que es potencia de Dios para salvación a todo aquél que cree; al judío primeramente y también al griego. Porque en él la justicia de Dios se descubre de fe en fe; como está escrito: más el justo vivirá por la fe.” Ro.1.15-17. “Porque por gracia sois salvos, por la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 4.8). Mensaje largamente cautivo o ignorado por un sistema que, a través del tiempo, llegó a suponer que la autoridad eclesiástica del Pontífice Romano sería el único intérprete infalible de las Sagradas Escrituras[28].
Origen de las Indulgencias
A partir del Siglo Once se había empezado a conceder indulgencias con la condición de hacer contribuciones monetarias para alguna iglesia o monasterio. Más tarde, al aparecer las Cruzadas a partir de 1095, el Papa Urbano Segundo, empezó a conceder indulgencias plenarias a los que quisieran ir o donar dinero para ir a rescatar el Santo Sepulcro en Jerusalén en la Tierra Santa, en ese tiempo en poder de musulmanes. Después, durante la Edad Media creció la costumbre de conceder indulgencias a cambio de dinero con la finalidad de solventar gastos ordinarios de la Iglesia y otros intereses de los Obispos. Al llegar León Décimo al Papado en 1513, éste continuó con dicha tradición de la venta de indulgencias cuya finalidad ya se ha señalado. Naturalmente que los obispos y cardenales de cada región también eran beneficiados por ese sistema de recolección de fondos[29]. Pero aparte de cuestionar la finalidad de la venta de indulgencias, al Sacerdote Martín Lutero le preocupaba, no solamente la finalidad de la recolección de fondos económicos, sino principalmente, el contenido de las indulgencias desde una perspectiva bíblica y teológica.
Una definición del diccionario dice que las indulgencias ofrecían la “facilidad en perdonar o disimular culpas o en conceder gracias. En la teología católica se define como la remisión total llamada indulgencia plenaria, o la remisión parcial llamada indulgencia parcial de la pena temporal debida a los pecados”[30]. Otra definición dice: “En la ICR es la remisión total o parcial de la deuda de castigo temporal que se debe a Dios por el pecado después que se ha perdonado la culpa.” Esta concesión se basa en el principio de la satisfacción vicaria, que significa que puesto que el pecador es incapaz de hacer suficiente penitencia como para expiar sus pecados, puede recurrir al tesoro espiritual formado por los méritos extraordinarios de Cristo, de la Virgen María y de los santos. La autoridad para concederlas pertenece al Papa, aunque él puede designar a cardenales u obispos para que tengan tal poder. La mayoría de las indulgencias concedidas por el Papa son aplicables también a las almas en el purgatorio”[31]. Naturalmente que tales indulgencias concedidas por el Papa, sobre la teoría del “tesoro de la Iglesia,” tenían su costo que había que pagar con dinero contante y sonante. Y de eso se trataba la venta que se iniciaría el Día de Todos los Santos en las cercanías de Wittenberg, área pastoral de Lutero.
En referencia al Tesoro formado por los méritos de Cristo y los santos, el Dr. Eliseo Pérez Álvarez, en referencia a las indulgencias, dice que éstas son muy anteriores a Lutero, como se ha mencionado en párrafo anterior. Y en referencia a la doctrina del Tesoro de la Iglesia, (thesaurus bonorum operum) dice que éste se constituye por “las obras sobrantes de Jesús y de los santos que se han pasado de buenos, obras de supererogación, y que van a parar al tesoro de los méritos y desde allí la iglesia podía hacer transferencia de fondos para quienes tuvieran déficit de recursos espirituales”.[32] En cuanto al “tesoro de la Iglesia” al que se hacía referencia, Lutero toca el tema en las siguientes Tesis; No.56. “Los tesoros de la Iglesia de los cuales el Papa concede indulgencias no son suficientemente mencionados o conocidos entre el pueblo; No. 57. Que son tesoros temporales es evidente; No.58. Tampoco son los méritos de Cristo y los Santos, porque éstos obran sin necesidad del Papa; No.59. San Lorenzo dijo que los tesoros de la Iglesia son los pobres de la Iglesia pero hablaba con palabras de su época; 60. Sin audacia decimos que las llaves de la Iglesia, dadas por los méritos de Cristo, son ese tesoro; No. 61. Porque está claro que para la remisión de las penalidades y de los casos reservados, bastaría con el poder del Papa; No. 62. El verdadero tesoro de la iglesia es el Santísimo Evangelio de la gloria de la gracia de Dios.”
En seguida, el Dr. Pérez Álvarez, comenta en Lutero al Habla que el Sacerdote agustino ya había predicado contra las indulgencias desde el año anterior, en 1516. Era, por tanto un tema sobre el cual ya había estado estudiando y reflexionando al respecto. No era, por tanto, una novedad para él y por eso la nueva venta de indulgencias, promovidas por el dominico Juan Tetzel, en las cercanías de Wittenberg, Lutero sentía la necesidad urgente de convocar a una disputa o debate a fin de considerar su validez o no. Y de paso informar al pueblo acerca de la conveniencia de la compra o no de tales beneficios “espirituales”. También señala Pérez Álvarez que “todo mundo hace referencia a las 95 tesis de Lutero, pero que muy pocas personas saben de su texto más logrado sobre otro importante tópico: “Las Indulgencias y la Gracia”[33]. Dicho texto es un breve documento de veinte puntos o reflexiones. El objetivo central, naturalmente de este documento es hacer énfasis sobre la “gracia de Dios” en favor de los pecadores. Citar algunos párrafos de dicho documento, puede ayudarnos a tener idea del pensamiento de Lutero al respecto:
- Debéis saber que algunos nuevos maestros, tales como el Maestro de Sentencias, Santo Tomás, y sus seguidores, atribuyen a la penitencia tres partes, a saber: la contrición, la confesión, y la satisfacción; y si bien, esta distinción, según ellos la establecen, difícilmente, o mejor dicho, de ningún modo se haya fundamentada en las Sagradas Escrituras y en los Santos Doctores cristianos.
- Afirman que la indulgencia no suprime la primera o la segunda parte; a saber, la contrición o la confesión, sino la tercera, es decir la satisfacción.
- La satisfacción se subdivide en tres partes, a saber: oración, ayuno y limosnas, de modo que la oración comprende toda clase de obras propias del alma, tales como leer, meditar, escuchar la Palabra de Dios, predicar, enseñar, y obras similares…las limosnas incluyen toda clase de buenas obras, es decir, obras de caridad, y de misericordia para con el prójimo…
- Entre muchos de ellos existía una opinión difundida—aun no resuelta—de que la indulgencia anula algo más que tales buenas obras impuestas, es decir, que suprime también las penas que la justicia divina impone por el pecado.
- Dejaré esta vez, dicha opinión sin refutar. Mas esto afirmo: no puede demostrarse por medio de texto alguno que la justicia divina desee o exija cualquier pena o satisfacción por parte del pecador, sino solamente la verdadera contrición de su corazón o conversión, con el firme propósito de llevar en adelante la cruz de Cristo y practicar las obras arriba mencionadas (aun cuando no hubieren sido impuestas por nadie), puesto que así habla Dios por boca de Ezequiel: “Si el impío se apartare de todos sus pecados e hiciese justicia, no se le recordará ninguno de sus pecados.” Así él mismo absolvió a todos: a María Magdalena, al paralítico, a la mujer adúltera, etc. Quisiera oír de buena gana quien probase lo contrario, sin tener en cuenta lo que algunos doctores han pensado.
- Sucederá que Dios castiga a algunos conforme a su justicia o que mediante penas los impulsa a la contrición, como se dice en el Salmo 88…Empero nadie tiene potestad de remitir estas penas sino sólo Dios.
- Incurre en grave error aquel que cree poder dar satisfacción por sus pecados, puesto que Dios los perdona gratuitamente sin cesar por su inestimable gracia, exigiendo que el pecador lleve en adelante una vida recta”[34].
La Experiencia de la Torre de Lutero y la Fe Sola
Volviendo a Lutero mismo y su experiencia existencial en relación a su condición de hombre pecador, fiel y esforzado monje agustino, ayudará comprender sus puntos de vista sobre la Escritura como Palabra de Dios, la fe, la gracia y el perdón del pecador. El testimonio sobre su lucha espiritual por medio de ayunos, oración, y continua confesión, arroja luz acerca de la calidad de hombre cristiano que él anhelaba ser en el contexto de la Iglesia de su tiempo.
“Aunque mi vida de monje era irreprochable, yo tenía la conciencia intranquila porque me consideraba un pecador ante Dios y porque no confiaba en alcanzar el perdón por mis propios merecimientos. Yo no amaba al Dios justo que condena a los pecadores: es más, le odiaba. Sin pretender que fuera una muda blasfemia, me irrité contra Dios y me dije: “como si no bastara al miserable pecador estar perdido para siempre por el pecado original y castigado a todas las miserias imaginables por la Ley de los Diez Mandamientos, Dios ha amontonado en el Evangelio dolor sobre dolor y en él nos amenaza con “¡su justicia” y su ira! Así gritaba yo desde el fondo oscuro y turbulento de mi conciencia… ¡Hasta que Dios se apiadó de mí!”
El teólogo y profesor del monasterio agustino, Doctor Staupitz, al ver al joven Lutero tan angustiado por su condición de pecador, le animó a estudiar más a fondo las Escrituras y la teología. De esta manera fue que, al estudiar y analizar cuidadosamente la Carta de Pablo a los Romanos, encontró respuestas muy claras en cuanto a la naturaleza y condición humana bajo el poder del pecado, pero sobre todo en cuanto al poder liberador de Cristo Jesús, mediante su sacrificio en la Cruz,[35] y su poder para perdonar gratuitamente al pecador por medio de la fe en el Cristo crucificado. Por tal experiencia,[36] y su incansable investigación bíblica, Lutero no podía pasar por alto lo totalmente opuesto ofrecido por las famosas indulgencias, y callar. Era necesario cuestionar la venta y el supuesto poder de las indulgencias aunque fueran autorizadas por el mismo Papa.
“Entonces yo, que me había entregado día y noche a la meditación, comprendí el sentido de las palabras de la Escritura: La justicia de Dios se revela en las palabras el justo vivirá por la fe: “Justificados pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien también tenemos entrada, por la fe, a esta gracia…”[37]. En ese momento se hizo la luz y entendí la justicia de Dios, mediante la cual la vida del justo es un regalo de Dios, es decir, la fe. Éste pues sería el significado: decir que en el evangelio se manifiesta la justicia de Dios. Es lo mismo que afirmar que Dios nos justifica si tenemos fe en su misericordia según está escrito. Sentí entonces que había nacido de nuevo…y vi entonces con ojos diferentes otra luz….y llegué a la conclusión, por analogía, de que la obra de Dios es la que él hace en nosotros…la fuerza de Dios la que nos hace poderosos, la salvación de Dios, la gloria de Dios.” Esta experiencia de Lutero tuvo lugar en la torre del convento en Wittenberg y se conoce como “la experiencia de la torre.”[38]
Por tal razón, la preocupación central de Lutero sobre la venta de indulgencias era más profunda que la cuestionable finalidad de la venta de las mismas. Lutero mismo había pasado por esa angustiosa experiencia respecto a su condición como hombre pecador. Como fraile había practicado ayunos constantes y penitencias dolorosas sin hallar consuelo. Por largo tiempo a Lutero le aterraba el término “la justicia de Dios” mencionada en la Carta de Pablo a los Romanos: “Manifiesta es la ira de Dios contra toda impiedad…”[39] La palabra “justicia” la entendía en términos de “castigo” y por tanto concebía la idea intolerable de “un Dios castigador” al cual el pobre pecador debería complacer confesando aun los más pequeños pecados. Por largo tiempo en el monasterio había pasado haciendo penitencias hasta el extremo y obsesionado por conseguir el perdón se confesaba todas las veces que se pudiera confesando hasta los pecados más triviales. ¡Un día su confesor le dijo que confesara algo que valiera la pena!
Ad Fontes: Regreso a las Fuentes del Evangelio y la gracia de Dios
Así mismo, en términos de la Iglesia, se trataba entonces de volver, a las fuentes del Evangelio, y recuperar la frescura del mensaje esperanzador y consolador del amor gratuito de Dios en Cristo por los pecadores (Juan 3.16). Se trataba, por tanto, de revisar y renovar la perspectiva bíblica en cuanto a la naturaleza pecaminosa del ser humano y no solamente lo relacionado al perdón de unos cuantos pecadillos, en el confesionario y unas cuantas penitencias para tranquilizar la conciencia de los fieles. Situación que tampoco resolvería la compra de indulgencias tan “poderosas” como proclamaba el fraile dominico Tetzel. Eso era también una de las causas que estaba a la base del problema moral e institucional de la Iglesia; y ahora diríamos, de cualquier iglesia que ignora el poder gratuito del Evangelio. También era urgente que la Iglesia respondiera con un mensaje liberador a las multitudes, largamente padeciendo guerras, hambrunas, pestes, pobreza, desolación y terror de morir. En ese largo contexto de desesperanza, era necesario recuperar la Palabra consoladora del evangelio de la gracia y del perdón para las multitudes cansadas por tantos sufrimientos y, en ese momento, aterrorizadas por los sufrimientos de las almas de sus seres queridos en el purgatorio y la angustia y terror de correr esa misma suerte.[40]
Por ello, era necesario proclamar la accesibilidad directa a Jesucristo, sin intermediarios, cuya muerte en la cruz es el único sacrificio válido, ofrecido una sola vez para siempre. Así se lee en las Escrituras del Nuevo Testamento en la Carta a los Hebreos: “Mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; por lo cual puede también salvar a los que por él se allegan a Dios viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal pontífice nos convenía, santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos, que no tiene necesidad, cada día, como los otros sacerdotes, de ofrecer primeramente sacrificios por sus pecados y luego por los del pueblo, porque esto lo hizo una sola vez, ofreciéndose a sí mismo” (Hebreos 7.15-27 y 10.19-24). Por tanto, los pecadores pueden, directa y confiadamente, acercarse a Dios por medio del único y verdadero intercesor delante de Dios, tal como también lo afirma el Apóstol Pedro: “Porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en quien podamos ser salvos“ (Hechos 4.12). Además, el Apóstol Pablo lo afirma diciendo: “El cual quiere que todos los seres humanos sean salvos y que vengan al conocimiento de la Verdad” (I Tim. 2.4-6). Ese era el mensaje evangélico acerca del Don gratuito de la gracia y de buena voluntad ofrecido por Dios mismo en Cristo: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre a Jesucristo, el Justo. (Primera Carta de Juan 2.1). Este era el mensaje que era urgente y necesario que se volviera a proclamar y darse a conocer en toda su sencillez y claridad.
Otros Vientos de Renovación, el Renacimiento
El movimiento evangélico reformador tuvo lugar también en el contexto de grandes cambios de otro orden. Fueron cambios de renovación y despertamiento cultural llamado el Renacimiento. Este movimiento promovía el redescubrimiento de las artes, la literatura, la filosofía, la belleza de la escultura, y arquitectura greco/latina, así como el valor del ser humano. El lema de tal movimiento era “¡Ad Fontes!” que quería de decir “regresemos a las fuentes” de la antigüedad clásica, greco/latina. En ese contexto, el humanista holandés, Erasmo de Rotterdam (1466-1536)[41], contemporáneo de Martín Lutero, fue uno de los precursores humanistas cristianos más importantes del Renacimiento. Aparte de sus escritos satíricos[42], y su marcado interés en la promoción de los textos originales de las Escrituras, procuró mejorar la versión de la Biblia conocida como la Vulgata Latina. Erasmo publicó en forma impresa, por primera vez, una versión corregida del Nuevo Testamento en el idioma griego.[43] Una gran novedad para aquel siglo que empezaba a disipar el oscurantismo de la Edad Media. Simpatizante y crítico de la Reforma luterana, indirectamente, colaboró en despertar el interés entre las juventudes universitarias por las Escrituras de la cual surgieron algunos de los reformadores de la segunda generación.
Dicha versión del Nuevo Testamento tuvo amplia circulación entre las universidades europeas del momento y ámbitos culturales. Su anhelo era que no sólo los eruditos tuvieran acceso a las Escrituras sino, que alguna vez, aun el pueblo en general se enterara directamente de las enseñanzas de Jesucristo y los Apóstoles. Entre otras cosas publicó también un tratado titulado Manual del Caballero Cristiano así como otro titulado Sobre el Libre Albedrío, una crítica al tratado de Lutero sobre La Libertad Cristiana.[44] La contribución literaria de Erasmo y especialmente su énfasis en las Escrituras, respondía al movimiento mencionado y a la necesidad de regresar, no sólo a las fuentes de la cultura greco/latina sino, precisamente, a las fuentes originales de la fe cristiana mediante el estudio, la lectura, la erudición.[45]
La finalidad principal era recuperar el mensaje original de la Iglesia primitiva, inspirada y motivada por el Espíritu Santo y la presencia real del Cristo Resucitado. Tal movimiento también fue convirtiéndose en un desafío ineludible a reformar la teología, la misión y la estructura institucional de la Iglesia[46]. Por largo tiempo, la jerarquía de los Papas había estado más interesada en mantener un estilo de vida de lujo, relajamiento moral y dominio imperial dominante sobre la cristiandad europea, al parecer, en competencia con el Sacro Imperio Romano germánico. Era el mensaje de los Evangelios del Nuevo Testamento, largamente marginado y hasta olvidado, que había que re-descubrir. La jerarquía papal se había convertido en una institución religiosa cuyas autoridades, aparte de una vida de lujos, príncipes y cardenales, algunas veces, sostenían acciones político/militares como había sido el caso con el Papa anterior a León Décimo, Julio Segundo que reinó de 1503 a 1513.
El escritor mexicano Humberto Martínez comentando en un análisis sobre la venta de las indulgencia papales dice que “Ésta era una respuesta material y cuantitativa, cuando lo que se requería era una intensificación espiritual del mensaje cristiano. Es bien sabido que la Iglesia de la época no se percató de estas necesidades. Estaba ella misma demasiado sumergida en el mundo temporal, contaminada por completo en sus miembros (con honrosas excepciones), y en su misma cabeza. La gente necesitaba una religión clara, razonablemente humana y dulcemente fraternal que le sirviera de luz y apoyo, sobre todo a la naciente burguesía comercial, y a la población de la nueva civilización urbana que afirmaba un cierto sentimiento nacional, laico e individualista. La Iglesia no ofrecía a los hombres ese tipo de religión. A los pobres, superstición y magia; a los estudiosos, doctrina de teólogos decadentes. Superstición a los de abajo, aridez espiritual a los de arriba…”[47]
El citado autor, agrega diciendo que el fracaso de la Iglesia ante el movimiento de Reforma “…se debió a su total incapacidad para ofrecer paz y consuelo a un mundo angustiado en una época en que todas las certidumbres parecían derrumbarse.”[48] ¡Peligro que, desgraciadamente, todavía acecha a todas las Iglesias contemporáneas en México sean católicas o protestantes, también con ciertas excepciones! La opinión anterior respecto a la Iglesia que en ese entonces dominaba la cristiandad europea, pudiera considerarse poco realista para algunos. Pero la realidad es que el comportamiento humano depende mucho del tipo de convicciones que se tengan y, en este caso, de la doctrina o visión teológica que se sustente. Y ésta depende mucho del tipo de análisis exegético y hermenéutico bíblico que se practique sin dejar de tomar en cuenta el momento y contexto histórico en que se vive. Sin olvidar los pueblos sufrientes que se debaten entre la injusticia, la situación económica de miseria y pobreza y, en muchos casos, luchando entre la vida y la muerte tal como sucede hoy en México y en el resto de América Latina y el mundo.
Por otro lado, los reformadores eran realistas en cuanto a la naturaleza humana y según Humberto Martínez comentando al respecto, dice: “El mal de la Iglesia, sin embargo, no era tanto el problema del comportamiento de los clérigos. El mal era institucional. Las causas que provocaron el nacimiento de la Reforma fueron más profundas que los abusos y los desórdenes cometidos por los representantes del clero romano y lo prueba el hecho de que los mismos reformadores, Lutero a la cabeza, le disminuyen su importancia. Guillermo Farel, no le reprochaba al sacerdote vivir mal. Sino creer mal. En la Confesión de Augsburgo no se discute la costumbre moral de los clérigos[49]. Aunque ese aspecto era muy preocupante, eso no era el problema central. Lutero decía que “la vida del Papa y de los suyos que sea como fuere. Ahora estamos hablando de su doctrina, no de moral…Hay que distinguir muy bien entre la doctrina y la vida. Nosotros vivimos mal, (decía Lutero) como mal viven los papistas. No luchamos contra los papistas a causa de la vida, sino de la doctrina. Los reformadores sabían que la moral depende de la doctrina y que para que ella cambiara era necesario primero restablecer la doctrina. Por eso la Reforma fue toda una revolución en los sentimientos, pero a la vez lo fue acerca de las ideas religiosas. Se trató de un fuerte movimiento espiritual en el que estuvo en juego la aceptación o rechazo de una forma de comprender la fe cristiana. La Reforma fue una revolución de las ideas religiosas, la doctrina bíblica y la teología en el que estuvo en juego la aceptación o el rechazo de una forma renovada de comprender la fe cristiana[50].
Recuperación y accesibilidad de las Escrituras y por qué el lema “Solo la Escritura”
Otro de los problemas era que, durante largo tiempo, el pueblo en general no tenía acceso a las Sagradas Escrituras. Por siglos las Escrituras eran copiadas en forma manuscrita, y las que había, solamente eran accesibles a los seminarios, monasterios y la clerecía, además de estar escritas en hebreo, griego y latín. Fue hasta después que Johannes Gutenberg (1400-1468, d.C.) de Alemania, inventara la imprenta, cerca de 1440, e imprimiera las primera Biblia en 1456, llamada “Biblia de Gutenberg” que, poco después, empezara a circular limitadamente. Por otro lado, esa Biblia era la versión llamada Vetus Latina o Vulgata Latina de Eusebius Hieronimus, escrita en latín[51] y, naturalmente, no era muy accesible y menos para el pueblo común. Los fieles que acudían por costumbre a las Iglesias a “oír misa,” tenían como única oportunidad posible escuchar sermones que, se esperaba, estuvieran basados en las Escrituras. Pero, en la mayoría de los casos, se daba más énfasis a la veneración de los santos, la confesión, las mandas, las penitencias y las limosnas. También participaban, por tradición y mera costumbre religiosa, en eventos y celebraciones especiales, según el santoral o participaban en eventos como peregrinaciones, rezos, ayunos, retiros, y otros sacrificios personales, llamados penitencias que los sacerdotes imponían a los fieles después de la confesión. En el caso de Alemania, las Biblias de dicha versión latina fueron siendo accesibles en la medida que se fueron publicando nuevas ediciones, pero solamente para los eruditos en latín. Lutero sabía que el pueblo necesitaba leer la Biblia.
En medio de la lucha por el enjuiciamiento de Lutero, y después de haber sido excomulgado y declarado transgresor de la ley, o proscrito, en la Dieta o asamblea de Worms en 1521, Lutero se dedicó a traducir la versión latina de la Biblia al alemán durante su forzado exilio[52]. La Biblia traducida por Lutero contribuyó a la producción de un idioma común para Alemania, al igual que Juan Calvino lo hiciera para el idioma francés con sus escritos teológicos.
La Biblia en España
Por otro lado, Años más tarde, en España, a pesar de la represión ejercida por la Santa Inquisición, Casiodoro de Reina, fraile del monasterio de San Isidro del Campo en Sevilla, después de años de trabajo y de huir de la persecución inquisitorial, publicó en Basilea, Suiza, en 1569, la Biblia al castellano llamada la “Biblia del Oso”[53]. Cipriano de Valera, quien también había sido fraile del mismo monasterio, hizo una revisión y corrección de esa Biblia de 1569, y publicó la nueva versión en 1602 en Amsterdam, Holanda. Desde entonces, esta información aparece en las primeras páginas de todas las Biblias en español de dicha versión. Otro dato interesante en relación a la traducción al castellano e impresión anterior a la Biblia del Oso, es el caso del Nuevo Testamento traducido y publicado en 1543 por el joven español, evangélico y profesor de griego, Francisco de Encinas[54], a pesar de la terrible persecución contra la publicación de las Escrituras por la Inquisición. Encinas dedicó su Nuevo Testamento a Carlos Quinto, quien al parecer lo aceptó con gusto el día que Encinas personalmente le entregó una copia; sin embargo, a los pocos días, el joven Encinas fue arrestado. Encinas estuvo preso casi dos años hasta el día que pudo escapar en febrero de 1545.[55] Más tarde, la Santa Inquisición acusó a su hermano Diego o Jaime de propagar las herejías luteranas en Roma. Lo arrestaron, lo torturaron y lo condenaron a la hoguera en 1547.[56]
En España hubo versiones medievales manuscritas de las Escrituras, en catalán y castellano pero estas nunca llegaron a manos del pueblo. Tampoco fueron accesibles al pueblo las traducciones de la Biblia ordenada por Alonso X de Castilla en 1260, ni la traducción del rabino Moisés Rangel a petición de Don Luis Guzmán conocida como “la Biblia del Alba”. A instancias de Isabel la Católica, y la colaboración del Cardenal Ximénez de Cisneros, arzobispo de Toledo, se reunió a un grupo de eruditos para producir una traducción de la Biblia al Castellano. El resultado fue la famosa Biblia Poliglota Complutense. El primer tomo se imprimió en 1514; pero a pesar de tener la traducción completa en 1517, ésta se publicó hasta 1520 después de tener permiso Papal. Toda la obra contiene el texto original hebreo del A.T., así como la versión latina de Jerónimo o Vulgata Latina, y la versión griega llamada De los Setenta. El N.T. contiene la versión original en griego y también la versión latina de la Vulgata. Pero desafortunadamente estas traducciones jamás se publicaron para que el pueblo en general tuviera acceso a las Escrituras. ¡Estaba firmemente prohibida su circulación y su lectura por la llamada Santa Inquisición so pena de ser quemados o enterrados vivos!
En otros países como Francia, Italia, los Países Bajos y Suecia, con el correr del tiempo, fueron apareciendo otras traducciones para los diferentes movimientos de cristianos Protestantes que se fueron agregando al movimiento de la Reforma: Iglesias Valdenses en Italia, las Iglesias Protestantes en Francia, Ginebra, Holanda, Bohemia, Inglaterra y Escocia. Las expresiones simbólicas de la Reforma Sola Fide, Sola Gratia y Sola Scriptura se juntaron en Solus Christus, y resumen lo que dio origen y única razón de ser del movimiento Protestante.
La Fe y la Gracia, diferencias
En un tratado pequeño sobre “La Justificación por la Fe” de Felipe Melanchthon, el traductor de dicha obra al castellano, el teólogo español, Manuel Gutiérrez Marín, en su prólogo dice que “la doctrina de la justificación por la fe es común al protestantismo y al catolicismo. No obstante, existe una profunda diferencia entre la exposición evangélica y la exposición católica de la justificación por la fe… Por un lado se puede caracterizar al protestantismo como proclamador de la justificación por la fe. Mientras el catolicismo jamás ha hecho especial hincapié en dicha doctrina. ..En el protestantismo, tener fe, es tener fe solamente en Dios, el Dios revelado en las Sagradas Escrituras, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. En el catolicismo, por el contrario, tener fe es tener por cierto lo que la Iglesia enseña, aunque el creyente ni siquiera entienda”.[57] En tal caso, se puede decir que por tal razón, se considera a la Iglesia Católica como Madre y Maestra. Lutero, sin embargo, le da primacía y autoridad a la Palabra de Dios en la Biblia sobre la Iglesia: “Lo que se nos ha entregado por Dios en las Sagradas Escrituras deber ser claramente distinguido de lo que ha sido inventado por los hombres en la Iglesia, no importa qué tan eminentes hayan sido en la Iglesia, o qué tan eminentes hayan sido en cuanto a su santidad y escolaridad…Lo que los queridos padres deseaban, a través de sus escritos, era guiarnos a las Sagradas Escrituras…Hoy citan las palabras de San Agustín de su libro Contra los Maniqueos, que dice “No creería al evangelio sino creyese en la Iglesia”. Y con estas palabras nos dicen, que por tanto, debemos creer en la Iglesia más que al evangelio. Pero yo contesto. Aun si San Agustín hubiera escrito esas palabras, ¿quién le dio autoridad para que creamos lo que él dice? ¿Qué Escritura cita él para probar tal declaración? Aún más, si San Agustín hubiera dicho esas palabras, se estaría contradiciendo, porque en muchos otros escritos él exalta las Escrituras sobre las opiniones de todos los maestros, y por encima de los decretos de los concilios e iglesias…Lo que las palabras de San Agustín realmente dicen es ´Yo no hubiera creído el Evangelio si la autoridad de toda la Iglesia no me hubiera motivado…´ Todo hombre debe creer (el Evangelio) simple y sencillamente porque es la Palabra de Dios. Lo que San Agustín realmente dice es que él no encuentra el evangelio en ninguna otra parte, excepto en la Iglesia”.
En este caso, queda claro que la tarea de la Iglesia es motivar a los no creyentes a leer y estudiar las Sagradas Escrituras. (Las Doctrinas de los Hombres Deben Ser Rechazadas. Escritos de Martín Lutero, Vol. II, pp. 451-463.)[58] Postura totalmente diferente a “creer en y morir en la Santa Madre Iglesia….” Por el contrario, los creyentes en Cristo dicen; “murió en el Señor,” cuando la persona ha puesto su fe en el Señor Jesucristo quien dijo “Yo soy la Resurrección y la vida, el que en mí cree, aunque haya muerto vivirá” (Juan 11: 25-26). Se sobre entiende que tal persona ha sido miembro de alguna comunidad de fe o iglesia.
Por otro lado, Melanchthon dice que “los teólogos escolásticos se apoyaban en la filosofía y, por tal razón, al referirse a la justificación, enseñan que la justicia es alcanzable para el hombre, si éste observa una recta conducta ante el mundo y realiza obras buenas. Además añadían que la razón, por sí sola, y sin necesidad del Espíritu Santo, es capaz de amar a Dios sobre todas las cosas”[59]. Ante tal aseveración, pregunta: “si la justicia del cristiano y, así mismo, su justificación, consiste en lo que las mencionadas enseñanzas aseguran… ¿de qué nos sirve Cristo? Si podemos ser justificados en virtud de nuestra razón y de las obras que ella nos dicta… ¿de qué nos sirven la sangre y la muerte de Cristo? ¿De qué nos valdría que por Cristo seamos justificados, como enseñan las Escrituras?[60] Con esas doctrinas, quienes las enseñan nos ocultan a Cristo. Se hacen vanas ilusiones nuestros adversarios al pensar que el hombre puede adquirir el perdón de los pecados ejecutando buenas obras y cumpliendo la Ley”.[61]
En otra afirmación en su largo discurso sobre la necesidad de la fe en Cristo para obtener el perdón, el teólogo Melanchthon dice: “la fe que justifica consiste en que el pecador ponga ciega confianza en las promesas divinas que nos ofrecen gratuitamente…el perdón de los pecados y la justificación por medio de Cristo”. Aquí hay que señalar el hecho que Melanchthon interpreta la fe como “confianza”, y exhorta a tener confianza en lo que Dios dice y ofrece en Cristo Jesús a fin de ser “declarados justos.” No quiere decir que “son hechos justos” o que son transformados en justos, sino nada más son “declarados justos”. Lutero, en este caso, utiliza la frase simul justus et pecator, que quiere decir que el pecador perdonado por Cristo, es al mismo tiempo justo y pecador, y que, por tanto, necesita seguir dependiendo de Cristo todo el resto de su vida como dice el Apóstol San Pablo: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo alcanzado; pero una cosa hago, olvidando, ciertamente, lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3.12-14).
Y, por supuesto, en este caso, al ser “declarados justos” quiere decir que “alguien” pagó la deuda debida a los pecados, causados voluntaria o involuntariamente por la naturaleza pecaminosa del ser humano. Ese “Alguien” que pagó la deuda es, nada menos que Cristo Jesús “el Justo” como dice San Pedro:
“…Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios…quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios…” (I Carta de Pedro 3.18-22). Y Cristo está “a la diestra de Dios” para interceder continuamente por los que confían en él, como dice el autor de la Carta a los Hebreos, 7: 24-26: “…mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene sacerdocio inmutable; por lo cual, puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Porque tal sacerdote nos convenía, santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los cielos”. Queda claro, entonces, que Dios siempre está dispuesto a perdonar al pecador cuando éste acepta, por medio de la fe, el llamamiento de Dios en Cristo y confiesa ser pecador necesitado del perdón, de la gracia y la misericordia de Dios.
Luego entonces, no se consigue el perdón y la nueva vida por obras propias que hubiera hecho o pueda hacer el pecador, sino por el hecho de reconocer su condición y naturaleza de pecador y que, por tanto, se decide aceptar a Cristo como su Salvador, tal como San Pablo le dijo al carcelero romano en Filipos “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa”, cuando en la cárcel, éste le preguntó “¿Que haré para ser salvo? (Hechos 16.30-31). La Biblia dice que el Señor Jesucristo sufrió llevando en su cuerpo el pecado de todos los seres humanos, como expresa maravillosa y anticipadamente el profeta Isaías: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).
En eso consiste el Evangelio, es decir la Buena Nueva, la Buena Noticia para todo el mundo de pecadores[62] y eso era precisamente lo que se necesitaba proclamar durante el movimiento de la Reforma. Por tal razón, aun hoy día, los que escuchan esta buena noticia evangélica y confiesan, arrepentidos, de ser pecadores por naturaleza, y aceptan a Cristo Jesús como su Salvador, éstos son “declarados justos”. Por tal razón, aun siendo pecadores, pueden cantar diciendo: “Cristo dio por mí, sangre carmesí; y por su muerte en la cruz, la vida me dio Jesús. Todo fue pagado ya, nada debo yo; salvación perfecta da quien por mí murió”. Es por eso que no se necesita pagar a nadie ni a ninguna institución para “adquirir” el perdón y la salvación que es ofrecida gratuitamente por Dios en Cristo. Eso lo afirma el Apóstol San Pablo: “Porque por Gracia sois salvos, por la fe; y esto no de vosotros, pues es un don de Dios; no por obras para que nadie se gloríe, porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para buenas obras…” (Efesios 2.4-10). Al aceptar esta verdad y darse cuenta el pecador de tan grande y maravillosa verdad, en su propia experiencia, puede exclamar con el Apóstol: “¡GRACIAS A DIOS POR SU DON INEFABLE!” (2ª. de Cor. 9.15). Siendo la verdad Evangélica así, esa era la lucha central de los Reformadores: les era imprescindible re-afirmar que la palabra de Dios estaba expresada en pasajes bíblicos como lo afirma el Apóstol San Pablo en su Carta a los Romanos: ”Justificados pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo por quien tenemos entrada a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. Dichas palabras resumen el lema del movimiento de la Reforma Protestante: ¡la Escritura sola, la fe sola, la gracia sola, y solo Cristo!
Lutero veía la Biblia como “Palabra de Dios”. Por tal razón él la leía y estudiaba con profundo respeto. Aun temía que sus tratados de teología y de otros escritores oscurecieran el mensaje de “la Palabra de Dios”. Él decía: “los muchos tratados sobre teología no hacen más que ocultar el verdadero significado de la Sagrada Escritura”; por tal razón, “su labor teológica estaba orientada al estudio directo de ella. Precisamente con ese propósito se dedicó a la traducción de la Biblia al idioma de sus conciudadanos”. Y afirmaba al respecto: “cuando iniciamos la traducción de la Escritura al alemán, teníamos la esperanza de que se escribiera menos y aumentara la lectura y el estudio de la Escritura.”[63] Y recomendaba “que todo lo que se escribiera debería señalar hacia la Escritura, como Juan a Cristo, así como él dice: Es necesario que él crezca (es decir Cristo) y yo mengüe. Para que cada cual por sí mismo pueda beber de la fuente fresca, tal como debieron proceder todos los padres para lograr una cosa buena”[64]. El compromiso y la fe de Lutero en y con la Palabra de Dios es lo que lo sostuvo durante su vida y su lucha por una nueva forma de vida cristiana personal y una nueva visión de comprender la naturaleza de la nueva vida en Cristo y de la naturaleza y misión de la Iglesia misma. Sin duda alguna, la “experiencia de la Torre” le ayudó a re-descubrir el verdadero sentido del Evangelio en la vida y obra del Señor Jesucristo. Esa fe y nueva visión de la Palabra de Dios es lo que lo sostuvo hasta el final.
Frente a los Poderes de la Iglesia y el Imperio
En camino a la ciudad de Worms para enfrentarse con el Emperador Carlos Quinto del Santo Imperio Romano y Germánico y los llamados “príncipes” de la alta jerarquía de la Iglesia romana, en la Dieta o Asamblea, a celebrase el 17 y 18 de abril de 1521, alguien le advirtió que podría ser peligroso para él. Lutero contestó con firmeza: “¡Entraré en Worms aunque haya en ella tantos demonios como tejas en sus tejados!” [65] Con esa fe y confianza en Dios Lutero no temía lo que pudiera sucederle a él mismo. Su preocupación era permanecer fiel a la Palabra de Dios hasta las últimas consecuencias. Su recibimiento en Worms fue digno de un príncipe de ese tiempo. A su llegada, en la madrugada del día 16 de abril, sonaron las trompetas de bienvenida, como solía hacerse a visitantes distinguidos, y salieron a recibirle un gran número de personas de la nobleza. La policía de la ciudad hacía grandes esfuerzos por contener al pueblo pues la presencia de Lutero causó gran conmoción en la ciudad entera. Por otro lado, el joven Emperador Carlos Quinto había jurado defender la Fe y la Iglesia Católica Romana como lo habían hecho sus antepasados costara lo que costara. Los “príncipes” de la iglesia presentes estaban listos para hacer todo lo posible para obligar al famoso “hereje” a retractarse, rechazar sus escritos y postura contra la Santa Sede y doblegarse a la autoridad Papal. Lutero mismo, venía con una disposición al diálogo. Pero la táctica que le esperaba era estrictamente dirigida a que simplemente respondiera escuetamente si rechazaba o no todo los libros que, en parte, eran estudios bíblicos y en parte eran ataques a la jerarquía y a la institución papal. En el primer encuentro reconoció que los libros mostrados eran suyos. Explicó que unos eran estudios bíblicos, otros eran de ataque al papado. Le exigieron si estaba dispuesto a retractarse y desechar su postura. Su respuesta debería ser ¡sí o no! Pues no querían darle tiempo para defender ampliamente su postura. Lutero pidió tiempo para reflexionar al respecto. El joven Emperador accedió que regresara al siguiente día.
Naturalmente que en la ciudad había grande conmoción y la gente estaba a la expectativa. La multitud rodeaba el palacio obispal donde estaba celebrándose el juicio al monje agustino que, ahora, lo veían como un auténtico alemán defendiendo, no sólo su fe sino a la “Alemania” de ese momento frente a los poderes del Imperio representado por el Emperador Carlos Quinto y de la máxima autoridad eclesiástica bajo el dominio del Papa Romano, León Décimo. Lutero, un simple sacerdote, frente a los poderes máximos de ese tiempo, era para que temblara. Pero él estaba firme. Al día siguiente cuando el famoso Doctor Ecken le preguntó, en tono imperioso, si estaba dispuesto a retractarse o no, Lutero puesto de pie firmemente, y ante la audiencia expectante de príncipes de los diferentes estados y de la Iglesia, y la multitud expectante en las afueras del recinto, Lutero contestó con voz fuerte y clara:
“Majestad imperial, Excelencias: me exigís una respuesta clara y directa, y yo voy a contestar sin rodeos; si no se me convence con testimonios de la Escritura y con argumentos racionales…puesto que no creo en papa ni en los concilios, ya que es público y notorio que con frecuencia se han equivocado y se han contradicho a sí mismos, entonces, a solas con mi conciencia y prisionero de la palabra de Dios, me reafirmo en la interpretación de los pasajes de las Sagradas Escrituras que he citado. En consecuencia, ¡NO PUEDO, NI QUIERO RETRACTARME DE NADA! ¡Porque ir contra la conciencia es destruirse a sí mismo!” ¡Qué Dios nos Ayude!”[66]
El Emperador, después de cambiar unas palabras con el Doctor Ecken, hizo un gesto que los nobles alemanes interpretaron como una orden para arrestarlos. Pero no fue así, afortunadamente. Entonces, como si hubiera sido un torneo, aplaudieron y levantaron los brazos en señal de victoria. Lutero salió de la sala y al llegar a su lugar de alojamiento, seguido por una multitud, también alzó los brazos y grito “¡Lo he logrado! ¡Lo he logrado!” Lo que no sabía es que le esperaban días más difíciles, pero por el momento el fraile y sacerdote Martín Lutero había permanecido fiel y firme a la Palabra de Dios frente al mundo entero, y eso era suficiente para alabar a Dios y dar gracias. Su famoso himno “Castillo Fuerte es Nuestro Dios,” con una música que él mismo compuso, lo expresa elocuentemente:
Castillo fuerte es nuestro Dios, Aún si están demonios mil,
defensa y buen escudo; prontos a devorarnos,
con su poder nos librará no temeremos porque Dios
en este trance agudo. sabrá aún prosperarnos.
Con furia y con afán Que muestre su vigor,
acósanos Satán; Satán y su furor,
Con armas deja ver dañarnos no podrá,
astucia y gran poder pues condenado es ya
cual él no hay en la tierra. por la Palabra Santa.
Nuestro Valor es nada aquí, Sin destruirlo dejarán
con él todo es perdido; aun mal de su grado
Mas por nosotros pugnará esta Palabra del Señor.
de Dios el escogido. Él lucha a nuestro lado.
¿Sabéis quién es? Jesús, Que lleven con furor
El que venció en la cruz, los hombres, la mujer,
Señor de Sabaoth! todo ha de perecer,
Y pues Él sólo es Dios Los bienes, vida, honor,
Él triunfa en la batalla. ¡De Dios el Reino queda!
Observaciones Generales
- Al celebrar quinientos años del inicio de la Reforma Protestante en 2017, es privilegio y obligación imprescindible para las Iglesias evangélicas en México hacer resonar, a una sola voz, con mayor esfuerzo y alegría, a lo largo y ancho del país, esa Palabra Redentora del Evangelio de Jesucristo, cuya misión es anunciar la nueva vida y nueva esperanza para esta vida y para todo el mundo al cual Dios ama. En eso consiste su esencia y naturaleza apostólica. Por lo mismo, la Palabra Profética de Dios es de denuncia y de juicio contra toda forma de injusticias y pecado personal y social. En el cargo apostólico están las palabras del Señor Jesús quien envían a la Iglesia a proclamar su Mensaje de Buena Nueva al mundo entero: ¡“Id y predicad el evangelio a toda criatura”!
- En la misión profética tenemos el ejemplo del mismo Señor Jesús cuando entró en Jerusalén triunfalmente como profeta: Al llegar al templo echó fuera a los mercaderes que habían hecho de la Casa de Dios “¡una cueva de ladrones!” Los Evangelios hablan de Jesús el profeta de Nazaret. Por eso la Iglesia de Jesús también tiene una misión profética frente a un mundo de pecado personal y social. La Reforma Protestante también fue eso: una protesta profética contra un sistema imperial y religioso de mentira e injusticia. Con el movimiento de Reforma, a la par con el Renacimiento, buscaba un renacer de la Fe Cristiana que impactaría no solamente el aspecto religioso del espíritu. También se denunciaría todo tipo de injusticias creando nuevos sistemas de organización social y de lo que empezó a llamarse “la modernidad” creando nuevas formas de estados y leyes más justas.
- La finalidad principal de la proclamación del Evangelio, por supuesto y en primer lugar, es para mayor gloria de Dios, así como también para continuar, con mayor empeño, con los tres aspectos principales de la misión de la Iglesia: 1) anunciar el evangelio del amor y gracia de Dios en Cristo “a toda criatura.”(Mt.28.19); 2) promover, en forma unida con todas las iglesias que se consideren evangélicas, realizar la misión diaconal en donde quiera que la pobreza amaga con hambre y enfermedades a innumerables familias y migrantes (Mat. 9.36; Lc.14.13; Ro.15.26; Ga.2.10); y 3) necesariamente cumplir fielmente, también, por separado y en forma unida, todas las iglesias, la misión profética de denuncia contra toda forma de injusticia en nuestro país (Is.10.1-2).
- Los desafíos del mundo de pecado e injusticia son demasiado para realizar aisladamente cada denominación y por separado. Ahora es tiempo de trabajar unidos con una sola voz profética. Por muchos años, precisamente los años veinte, treinta y parte de los cuarenta, las iglesias denominacionales de ese tiempo convinieron en trabajar juntas, como un solo frente en evangelización, educación teológica y servicio social, aun con las limitaciones de esos tiempos. Para ello existió lo que se llamaba el “Concilio Nacional de Iglesias”. Hoy día las iglesias evangélicas y protestantes han crecido, tienen más personal competente y recursos; pero no es prudente tener una actitud triunfalista tampoco, pues los evangélicos y protestantes seguimos siendo una minoría insignificante frente al crecimiento excesivo de la población en nuestro país. Por supuesto, tampoco debemos olvidar las grandes multitudes sumidas en la desesperante tragedia de las injusticias contemporáneas. Es imprescindible, por tanto orar juntos, planear juntos, trabajar juntos y crear formas de cumplir la misión evangelizadora y profética, y en especial, la misión diaconal, es decir de servicio al mundo de los pobres, los olvidados, los migrantes, los encarcelados, etc. ¿Que es difícil? ¡Si lo es! ¿Que es riesgoso? ¡Si lo es! Pero ¿de qué otro modo podrán las diferentes denominaciones evangélicas solidarizarse con el mundo de los de abajo? El Señor dice; “Bienaventurados los que padecen persecución a causa de la justicia porque de ellos es el reino de los cielos…así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. Vosotros sois la luz del mundo…Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras obras buenas y glorifiquen a vuestro padre que está en los cielos. No penséis que he venido a abrogar la ley o los profetas: no he venido a abrogar sino a cumplir”. (Mateo 5.6-17) ¡Que Dios nos ayude!
- Finalmente, se recomienda que en los seminarios y escuelas de Biblia y Teología, se estudie concienzudamente historia de la Iglesia en general. En particular, todos los aspectos de la historia de la Reforma Protestante de los Siglos 16 y 17. Sin un entendimiento claro de los orígenes del protestantismo no se puede realizar a carta cabal la misión apostólica y profética de la Iglesia de Cristo. Hay muchísimo que aprender del pasado y las luchas de los cristianos a través del tiempo. ¡No se puede seguir siendo evangélico y protestante sin tener nociones, cuando menos, de la tremenda lucha que se libró durante el movimiento de la Reforma Protestante! Conocer la teología surgida durante los inicios de la Reforma Protestante, ambos en sus inicios pre-reformadores de los siglos Trece, Catorce y Quince. Y sin duda la teología de Lutero, de Melachthon, y otros de la primera generación de Reformadores. En seguida hay que aprender mucho también de la segunda generación de Reformadores. Hay que darse cuenta de cómo Dios levantó hombres y mujeres, en medio de grandes desafíos, problemas y sacrificios, para realizar los diferentes movimientos Pre-reformadores y de la Reforma Protestante de los Siglos 15 y 16. El pasado ayuda a ver lo positivo y lo negativo que puede ayudar ahora a realizar una verdadera Iglesia de Jesucristo frente a las desafiantes fronteras de misión de estos tiempos. ¡Ven Santo Espíritu, despierta y renueva tu Iglesia en estos tiempos de tantos retos! ¡Gracias a Dios por su Don inefable! Gracias a Dios por los hombres y mujeres que en tiempos pasados lo arriesgaron todo, aun sus vidas, para hacer valer y proclamar la Palabra de Vida en Cristo Jesús.
Aprendiendo algo más de la teología luterana del Siglo XVI
El 21 de enero del año 1530 el Emperador Carlos V envió cartas oficiales desde la Ciudad de Bolonia a los gobernantes de diferentes provincias alemanas, convocando a una dieta (asamblea) Imperial para celebrarse en la ciudad de Augsburgo (Alemania) el día 8 de abril del mismo año. El propósito sería discutir y decidir sobre varios asuntos importantes relacionados a la llamada Confesión de Fe de la Iglesia Luterana.
Aunque la carta oficial fue escrita en un lenguaje cordial, ésta fue recibida con cierto grado de sospecha por algunos de los gobernantes alemanes que ya se consideraban Protestantes. Landgrave Felipe de Hesse tenía dudas de asistir a dicha Dieta o reunión. El Elector Juan de Sajonia había recibido la convocatoria el once de marzo. El catorce del mismo mes, ordenó a Martín Lutero, así como a Justo Jonás, Juan Bugenhagen y a Felipe Melanchthon reunirse en su propia ciudad de Torgan. El propósito sería formular un resumen de la Fe Luterana para presentarla ante el Emperador Carlos V en la Dieta a la cual habían sido convocados.
El resumen de tales artículos sobre la Confesión de Fe Luterana llegó a conocerse, originalmente, como los Artículos de Torgan. Preparados de esta manera, los príncipes Protestantes estarían preparados para asistir a la Dieta convocada por el Emperador. El Elector y los Reformadores partieron el 3 de abril y llegaron a Coburgo el 23 del mismo mes. Una vez que llegaron, dejaron allí a Martín Lutero puesto que anteriormente en la Dieta de Worms (1521) Lutero había sido declarado transgresor de la ley. Los demás llegaron a Augsburgo el día 2 de mayo. En el camino a tal lugar, Melanchthon había preparado por escrito una extensa apología sobre los artículos aprobados en Torgan. El día 11 de mayo, Melanchthon la envió a Lutero, todavía en Coburgo, para su revisión. Después de leerlos cuidadosamente, Lutero los aprobó. Varias sugerencias sobre la apología fueron hechas a Felipe Melanchton en conversación con varios líderes tales como Jonás, el Canciller Sajón Christian Beyer, el Conciliador Christopher von Stadion, Obispo de Augsburgo así como el Secretario Imperial, Alfonso de Valdés.
El 23 de junio, el contenido final del texto fue aprobado en la presencia del Elector Juan de Sajonia, junto con otros funcionarios como Felipe de Hesse, George de Brandenburgo, el Duque Ernesto y Francisco de Lunenburgo, los representantes de Nurenberg y Reutlingen y otros representantes, además de 124 teólogos.
Después de la lectura de los artículos, la confesión fue firmada por el Elector Juan de Sajonia, Migrave, George de Brandenburgo, el Duque Ernesto de Lunenburgo, Felipe de Hess, el príncipe Wolfgang de Amhalt, los representantes de Nurenberg y Reutlingen. Probablemente también el Príncipe Juan Federico y el Duque Francis de Lunenburgo.
Durante la Dieta, las ciudades de Weizenburg, Hellbron, Kempten y Windeshein también expresaron su aprobación al Escrito Confesional. El Emperador Carlos V había ordenado la presentación de la confesión el día siguiente 24 de Junio. Sin embargo, cuando los príncipes Protestantes pidieron que se leyera la Confesión públicamente, su petición fue rechazada pues la idea oficial era no permitir que la Declaración se leyera en público absolutamente. Sin embargo, los príncipes Protestantes declararon que no partirían con la Confesión sin que se permitiera hacer su lectura públicamente.
A raíz de tal postura se acordó que el día 25 del mismo mes se presentara la Confesión públicamente. Con la finalidad de excluir al numeroso público interesado en escuchar la lectura de la Nueva Confesión, se ordenó que la lectura se tuviera en la Capilla Pequeña del Palacio Episcopal en lugar del espacioso Salón del Cabildo, lugar en donde se habían tenido las primeras dos reuniones de la Dieta. Los dos Cancilleres Sajones Christian Beyer y Gregor Bruck, el primero con la copia de la Confesión en el idioma alemán y la otra copia, escrita en el idioma latín tradicional y contra la orden del Emperador, se presentaron en medio de la Asamblea. La lectura de la versión en alemán por Christian Beyer la hizo con una voz clara y fuerte durante dos horas para que pudiera ser escuchada hasta afuera de la Capilla en donde había una multitud deseosa de conocer el contenido de la Nueva Confesión Protestante. Terminada la lectura se entregaron copias al Emperador Carlos V. También dieron una copia de la versión en alemán al Canciller Imperial, el Elector de Mainz. La primera publicación oficial (edito prínceps) fue editada por Felipe Melanchthon quien era profesor de la Universidad de Wittenberg. Las copias originales de dichas versiones en alemán y latín, desgraciadamente se perdieron.
Ahora, lo que se llegó a llamar la Confesión de Augsburgo o Confesión Augustana, consiste en 28 artículos presentados por los Príncipes Luteranos representantes de la “Ciudades Libres” en la Dieta de Augsburgo. Esta Confesión afirma lo que los luteranos creen en cuanto a su doctrina y que, en ese tiempo afirmaron y enseñaron y confesaron. Las tesis consisten en 21 Artículos de Fe Cristiana. Contiene también siete declaraciones en forma de antítesis de lo que los luteranos consideraban abusos sobre la Fe Cristiana afirmados por la Iglesia Romana de ese tiempo.
Naturalmente que los artículos doctrinales de esta Confesión están basados en el pensamiento bíblico/teológico enarbolados por Martín Lutero a partir de sus Noventa y Cinco Tesis iniciales clavadas en las puertas del templo de la Universidad de Wittenberg el 31 de Octubre de 1517 que se considera el principio del movimiento de la Reforma Protestante y ruptura con la Iglesia tradicional bajo la autoridad de la Roma papal. Esto es lo que en 2017 se celebra al cumplirse 500 Años de ese histórico momento.
Estos artículos de fe, naturalmente, representan la postura bíblico/teológica inicial de la primera generación de reformadores comenzada por Martín Lutero, Felipe Melanchthon, y secundada por los príncipes electores alemanes. Debe aclararse que la ruptura con la autoridad Papal tuvo también consideraciones de carácter político y económico, pero principalmente, la Reforma Protestante tuvo lugar por razones de las diferencias de carácter bíblico/teológico. Esto último es lo que demuestran las declaraciones de la Confesión Augustana.
TESIS PRINCIPALES DE LA CONFESIÓN AUGUSTANA
Tesis No.1: Dios. Los luteranos creemos en un Dios Trino y rechazamos otras interpretaciones acerca de la naturaleza de Dios.
Tesis No.2: El Pecado Original. Los luteranos creemos que la naturaleza del ser humano es pecaminosa, sin temor a Dios y sin confianza en Dios y de naturaleza concupiscente. Creemos que el pecado es redimible por medio del Espíritu Santo y el bautismo.
Tesis No.3: El Hijo de Dios. Los luteranos creemos en la encarnación que consiste en la unión plenamente divina y plenamente humana en la Persona de Jesús. Jesucristo es el único que realiza la reconciliación con Dios.
Tesis No.4: Justificación por medio de la Fe. El ser humano no puede ser justificado por medio de sus propios esfuerzos. Los luteranos creemos que única y solamente confiando en Jesucristo puede haber reconciliación. Con frecuencia se señala este artículo por el cual la Iglesia Luterana permanece firme o deja de ser. (Otra manera de decirlo es que esta tesis es central a la teología luterana. Hay que decir también que esta declaración es central en la teología de las Iglesias Evangélicas surgidas precisamente del movimiento teológico iniciado por Martín Lutero.)
Tesis No.5: El Ministerio de la Predicación. Los luteranos creemos que con el fin de asegurar que el Evangelio de Jesucristo sea predicado en todo el mundo, Dios ha establecido el oficio del Santo Ministerio de la Palabra y la Predicación.
Tesis No.6: Acerca de la Nueva Obediencia. Los luteranos creemos que las buenas obras de las personas cristianas son los frutos de la fe y la salvación en Cristo y que estos nunca pueden ser considerados como méritos para obtenerla.
Tesis No.7: Acerca de la Iglesia. Los luteranos creemos que solamente hay una sola santa Iglesia y que ésta se encuentra dondequiera que el Evangelio es predicado en verdad y pureza y que los Sacramentos (del Bautismo y la comunión o Santa Cena) son administrados según el evangelio.
Tesis No.8: Acerca de la Iglesia y los Sacramentos. Los luteranos creemos que a pesar de la hipocresía que pueda existir en la Iglesia, la Palabra de Dios y los Sacramentos siempre son válidos por el hecho de haber sido establecidos por Jesucristo sin importar cuales sean los pecados de quien los administra.
Tesis No. 9: El Bautismo. Los luteranos creemos que el bautismo es necesario y que por medio de éste se ofrece la gracia de Dios.
Tesis No.10: La Santa Comunión o Santa Cena. Los luteranos creemos que tanto el cuerpo de Cristo como su sangre están realmente presentes en, con y por los lados tanto del pan como en el vino y se rechaza a los que enseñen de otra manera.
Tesis No.11: La confesión. Los luteranos creemos que la absolución privada debe permanecer en la Iglesia; sin embargo, el creyente no necesita enumerar todos sus pecados puesto que es imposible hacerlo para ser perdonado por cada uno de ellos.
Tesis No.12: El arrepentimiento. Los luteranos creemos que el arrepentimiento consiste de dos partes: contrición por los pecados cometidos contra la Ley de Dios y el perdón por medio de la fe ofrecida en el Evangelio. Sin embargo, el creyente nunca está libre de pecado ni tampoco de vivir fuera de la gracia de Dios.
Tesis No.13: Uso de los Sacramentos. El Bautismo y la Eucaristía son manifestaciones físicas de la Palabra de Dios y de su compromiso con el creyente. Pero a la vez los Sacramentos no son únicamente elementos físicos ya que contienen la Palabra y promesa de Dios.
Tesis No.14: El Orden Eclesiástico. Los luteranos solamente permiten predicar y administrar los sacramentos a quienes son correcta y claramente llamados al santo ministerio de la Palabra.
Tesis No.15: El Calendario Eclesiástico. Los luteranos creemos que los días eclesiásticos de celebración y festividad son válidos como observaciones religiosas, pero aclaran que tales celebraciones y rituales no son esenciales para la salvación. Las tradiciones humanas (tales como ayunos, señalamiento de ciertos alimentos como no propios en prácticas religiosas) que se enseñan como para “merecer” la gracia son contrarios al Evangelio.
Tesis No.16: Asuntos civiles. Las formas de gobiernos seculares así como las vocaciones seculares se consideran parte del orden social y parte del orden natural creados por Dios. Los cristianos son libres de participar en cargos del gobierno y servicio militar, así como involucrarse en negocios y vocaciones del mundo. Las leyes deben obedecerse a menos que conduzcan a acciones injustas y pecaminosas.
Tesis No.17: El retorno de Cristo. Los luteranos creemos que Cristo regresará para resucitar a los muertos y juzgar el mundo. Los creyentes gozarán de gozo eterno pero los no creyentes irán al tormento sin fin. Este artículo rechaza la idea de un reino milenario antes de la resurrección de los muertos.
Tesis No.18: El libre Albedrío. Los luteranos creemos que los creyentes tienen libertad o libre albedrío en relación a ámbitos como el derecho civil o los asuntos sujetos a la razón, pero no tienen libre albedrío en relación a cuestiones de “carácter o justicia espiritual.” En otras palabras, los creyentes no tienen libertad de escoger y actuar en relación a la salvación. La fe (salvadora) no es obra humana sino obra y don del Espíritu Santo.
Tesis No.19: La causa del pecado. Los luteranos creemos que el pecado no es causado por Dios sino únicamente por la voluntad de los seres humanos pervertidos que rechazan su relación con Dios.
Tesis No.20: Sobre las buenas obras. La noción luterana sobre la justificación (del pecador) por medio de la fe no condena de alguna manera las buenas obras, sino que hace que la fe (en Cristo) de los creyentes los mueve a realizar buenas obras como señal de su justificación y no como un requerimiento para su salvación
Tesis No.21: Sobre el Culto a los “santos.” Los luteranos aprecian a los santos (que vivieron y fueron fieles al Señor) pero no como si fueran intercesores ante Dios y con poderes salvadores. Ellos más bien pueden ser tomados como ejemplo a seguir y como inspiración a la fe propia.
Tesis No. 22: Sobre ambos elementos de la Eucaristía. Los luteranos creemos que es propio ofrecer a los fieles ambos el pan y el vino y no solamente el pan.
Tesis No.23: Acerca del casamiento de los clérigos. Los luteranos permiten a sus clérigos o pastores gozar de la institución del matrimonio fundamentado en el hecho que en la iglesia primitiva los obispos eran casados (como lo fueron algunos de los apóstoles). Se cree que Dios bendice el matrimonio como parte del “orden de la creación,” y por razón de que el matrimonio y la procreación es la forma apropiada para satisfacer el instinto sexual.
Tesis No.24: Acerca de la eucaristía. Los luteranos retienen la práctica de la comunión pero solamente como evento público con el propósito de celebrar el culto de adoración como comunidad de fe y a fin de recibir el beneficio de la eucaristía. Los luteranos rechazan la práctica de la misa como sacrificio y obra de salvación.
Tesis No.25: Sobre la confesión. Los luteranos sostienen la necesidad de la confesión y la absolución en el culto público pero rechazan la idea de que la confesión debe inducir a un sentido de culpa y ansiedad a las personas cristianas. La absolución se ofrece solamente por el pecado en general y no por cada pecado en particular que puedan confesarse.
Tesis 26: Sobre la diferenciación de los elementos. Las tradiciones humanas que sostienen que el ayuno y observación especial de ciertas restricciones culinarias practicadas como medios para ganar o conseguir el favor de Dios, son contrarias al Evangelio. Mientras que el ayuno y otras prácticas (como la oración) son útiles espiritualmente hablando, pero éstas no justifican al ser humano y no ofrecen ni son medios de salvación.
Tesis 27: Acerca del poder eclesiástico. El único poder concedido a los pastores y obispos es el poder de ofrecer, por medio de la predicación y la enseñanza, el poder de las Sagradas Escrituras y administrar los dos Sacramentos. Los poderes en cuestiones de gobierno civil y militar son concedidos solamente a las estancias civiles. Por tanto, los poderes concedidos a la clerecía no son poderes civiles ni militares.
Conclusión: Tanto en doctrinas como en ceremonias, nada ha sido aprobado que esté en contra de las Sagradas Escrituras o de la Iglesia católica (que quiere decir universal).
Las firmas de clérigos se adhirieron así como las de varios gobernantes seculares de Sajonia.
INFLUENCIA DE LA CONFESIÓN LUTERANA LLAMADA “AUGUSTANA” O LA CONFESIÓN DE AUGSBURGO
La Confesión Augustana, conocida también como la Confesión de Amburgo, se convirtió en el documento primario de carácter confesional para el movimiento luterano y eso, sin la contribución directa del mismo Lutero. Después de la lectura pública de la Confesión de Augsburgo en junio de 1530, la repuesta esperada de Carlos V y de los representantes del Vaticano en la Dieta de Augsburgo no se dio inmediatamente después para ser presentada a la Dieta. A la postre, la respuesta oficial conocida como la “Respuesta Pontificia a la Confesión de Augsburgo, “fue tan mal redactada que el documento nunca se leyó en la Dieta misma y nunca se publicó para ser distribuida.” A pesar de ello, en septiembre del mismo año, Carlos V declaró que dicha “refutación” era suficiente y ordenó a los príncipes alemanes dar respuesta a tal refutación para el 15 de abril de 1531. Felipe Melanchthon se dio a la tarea de escribir un largo y contundente documento argumentando la defensa de la Confesión de Augsburgo, refutando a la vez, la “Refutación Pontificia”. La apología de Melanchthon llegó a ser conocida como la Apología de la Confesión de Augsburgo. Puesto que había sido escrita en latín, inmediatamente fue traducida al idioma alemán y ampliamente distribuida y leída en toda Alemania. Los príncipes luteranos presentes en la Dieta acordaron consecuentemente formar una alianza de carácter militar. El propósito sería estar preparados en caso necesario según respondiera Carlos V. Tal alianza fue conocida como la “Liga de Esmalcada.” A partir de 1535 la Alianza permitió admitir cualquier ciudad o estado que hubiera dado su consentimiento a la Confesión de Augsburgo y a la Apología de dicha confesión escrita por el teólogo Felipe Melanchthon.
Entre otros eventos, en Escandinavia, el Rey noruego/danés, Christian Tercero, militarmente entró en la ciudad de Copenhagen el 6 de agosto de 1536 y seis días más tarde dio un golpe de estado. Eso le permitió establecer la Reforma Protestante tanto en Dinamarca como en Noruega. Ese mismo año, la Confesión fue traducida al idioma inglés y una copia de ésta fue enviada al rey Enrique VIII de Inglaterra a quien se dio la oportunidad de firmar la Confesión y de unirse a la Liga. Sin embargo, las disputas teológicas y políticas del momento no permitieron que la Iglesia inglesa se uniera a la Liga. A pesar de ello, la traducción inglesa de la Confesión de Augsburgo así como los teólogos luteranos alemanes colaboraron influenciando la composición de los Artículos de Fe de la Iglesia Anglicana en cuanto a una postura teológica protestante. Posteriormente, en Inglaterra, tal postura Protestante fue definitivamente clara al aceptar aspectos calvinistas promovidos por el Arzobispo de Canterbury, Matthew Parker. Hasta el día de hoy sus postulados teológicos son conocidos como “Los Treinta y Nueve Artículos de Fe”.
En 1540 el teólogo Felipe Melanchthon publicó una edición revisada de la Confesión de Augsburgo llamada La Variata. Entre otros reformadores, Juan Calvino, reformador en Ginebra, no tuvo inconvenientes en firmarla. Sin embargo, muchas de las Iglesias luteranas afirmaron en sus documentos oficiales que suscribían y reafirmaban la Confesión de Fe de Augsburgo solamente en su forma original y rechazaban la segunda versión llamada la Variata. Las tenciones políticas entre la Liga de Esmalcalda y las fuerzas de Carlos V y el Vaticano eventualmente dieron margen a la guerra militar en los años 1546-1547 la cual ganó convincentemente Carlos V. Dicha guerra, sin embargo, no resolvió la tensión política/religiosa. Ocho años más tarde, los príncipes alemanes y Carlos V firmaron el tratado llamado “La paz de Augsburgo,” la cual les concedió status legal dentro del Santo Imperio Romano que conformaba la llamada “cristiandad” europea.
Después de las disputas teológicas posteriores, al expandirse el luteranismo a otros territorios en la Segunda Etapa de la Reforma, se dio la creación de la formulación de varias confesiones luteranas. Surgió así la necesidad de la formulación del Libro de la Concordia en el cual se incluye la Confesión de Augsburgo y la Apología a la Confesión consideradas como la teología fundamental de la Fe Luterana y que rige hasta el día de hoy a las Iglesias luteranas en todo el mundo. (La Confesión de Augsburgo y su Apología London and New York, Funk and Wagnalla, pp. 361-363. (Augsburg Confession, Wikipedia, the Free Encyclopedia). (Traducción y arreglo de José Luis Velazco M., Tecaxic, Edo. de México, Febrero, 2016).
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[1] Pedro Valdo (¿?-1270) francés predicador laico en el Sur de Francia, y luego, predicando en el norte de Italia dio origen a la Iglesia Valdense. En Inglaterra, el erudito teólogo y profesor en la Universidad de Oxford, John Wycliffe (1329-1384) y el predicador checo Juan Huss (1369-1415) de Bohemia. Diccionario de Historia de la Iglesia, Wilton M. Nelson, Ed. Editorial Caribe, Miami, Fl., 1989, pp. 538, 670, 1048, y 1075-76.
[2] De nombre Giovanni (1475-1521) de la notoria familia de los Medici.
[3] Doctrina de la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa de Oriente, cuya enseñanza dice que las personas que mueren “en la gracia de Dios” están perdonadas pero no exentas de castigo. Por tanto, deberán pasar un tiempo largo en el purgatorio antes de entrar en el cielo. Doctrina basada, entre otros argumentos, en las palabras de I Co.3.15 cuya interpretación, cuestionable, se utiliza para fundamentar la idea del purgatorio. Por ejemplo, el Papa alemán, Benedicto XVI, Ratzinger, en su declaración al respecto, antes de abdicar, en 2012, da a entender que el purgatorio no es un lugar específico, sino una experiencia en relación con Cristo, tema que habrá que investigar. Por eso algunos periódicos en la Ciudad de México anunciaron que el Papa Ratzinger había cancelado o desaparecido el purgatorio. La definición tradicional, que fue confirmada en el Concilio de Trento (1545-1563) en relación a este tema dice: “purgatorio, lugar de sufrimiento para pagar la deuda debida al pecado.” Sacrosanto y Ecuménico Concilio de Trento, Segunda Edición: Madrid, 1785, p. 98-99.
[4] Algunos historiadores dudan el hecho de que Lutero clavó su documento en la puerta de la Iglesia en Wittenberg. La información que Lutero si lo hizo así viene del teólogo Felipe Melanchton, amigo solidario del Reformador. Lutero al Habla, Giacomo Cassese y Eliseo Pérez; Ediciones La Aurora, Buenos Aires, 2005. p.4. y Lutero, Hans Lilje; Salvat Editores, S.A, Barcelona, 1986, p. 88.
[5] La Era de los Reformadores, Justo L. González; Editorial Unilit, Miami, Fl. 2003, pp.52, 53. Es posible que Tetzel basaba su singular promesa en el hecho que el Papa Sixto IV (1476) había prometido la “inmediata liberación” de las almas en el purgatorio. Martín Lutero, Monje Agustino, Roland H. Bainton, CUPSA, México. 1978, p.82.
[6] Martín Lutero, las Noventa y Cinco Tesis, Martín Rubén Hernández, ed., CUPSA, México, D.F., 1998, p. 7. Lutero al Habla, Giacomo Cassese y Eliseo Pérez A. p.5.
[7] “Remisión parcial o remisión plenaria de la pena temporal debida a pecados.” Pequeño Diccionario Larousse, p.558.
[8] Versión latina de la Biblia de San Jerónimo conocida como la Vulgata Latina que generalmente “Penitencia agite” se ha traducido como “hacer algunas obras buenas para satisfacer a Dios por el pecado cometido después de la confesión.”
[9] Martín Lutero, las Noventa y Cinco Tesis, un Documento Histórico, CUPSA, México, 1998, p. 22. El Breve Diccionario Latín/Español de Julio Pimentel Álvarez, de la Editorial Porrúa traduce la palabra latina penitentia como arrepentimiento y sentir, pesar, p.359.
[10] Dios toma en cuenta las buenas obras aun no siendo creyente, pero aun así es necesario creer en el mensaje evangélico como el caso del centurión romano Cornelio (Hechos Cap.10).
[11] Martín Lutero, Las Noventa y Cinco Tesis, CUPSA, México, D.F., 1998, pp. 26-27.
[12] Martín Lutero, Las Noventa y Cinco Tesis, CUPSA, México, D.F. 1998, p. 7.
[13] Al parecer no para mayor gloria de Dios, sino gloria de la Iglesia y el Papa mismo y “resguardar los huesos” de San Pedro y San Pablo, honor que seguramente ellos hubieran rechazado. Hechos 10.24-25; Gálatas 6.14.
[14] Op.cit., Roland H. Bainton, Ediciones CUPSA; México, D.F., 1989, p.77.
[15] Lutero al Habla, Giacomo Cassese y Eliseo Pérez A. Pp. 16,17.
[16] De hecho, Lutero lo único que intentaba era que se reflexionara seriamente respecto a la naturaleza de las indulgencias y, naturalmente, resultaría en la necesidad de cuestionar otros aspectos acerca de una teología que consentía una estructura eclesiástica que dejaba mucho que desear a la luz de las Escrituras. El reto fue tal que, eventualmente, se hizo inevitable la ruptura. Pero debe quedar claro que el intento original de los reformadores nunca fue el sisma del cual se les acusa.
[17] Diccionario de Historia de la Iglesia, Wilton M. Nelson, Ed., CLIE, Miami, Fla. 1989, p. 576.
[18] El Pequeño Diccionario Larousse Ilustrado. Barcelona, España, 2003, p. 782.
[19] El Elector Federico el Sabio era conocido así por su prudencia y actuar con honestidad y justicia así como su sincera devoción religiosa. Había coleccionado reliquias tales como una espina genuina de la corona de espinas, trozos del velo salpicado con la sangre de Cristo, un trozo del pan de la última cena, un pedazo de oro donado por los reyes magos a San José y Santa María, un clavo que atravesó una de las manos de Cristo, y un trozo de madera del pesebre, y un sin número de astillas de huesos de diferentes santos. Martín Lutero, Roland H. Bainton, Ediciones CUPSA; México, D.F. 2007, p.75.
[20] Martín Lutero. Roland H. Bainton, p. 88.
[21] Lutero, Hanns Lilje, Salvat Editores, S.A. Barcelona, 1986, pp. 88-90.
[22] Lutero, Hanns Lilje, pp. 88-90.
[23] Manuel Gutiérrez Marín fue pastor en Barcelona y Presidente de la Iglesia Evangélica Española en los años 50 del siglo pasado. También era hermano del pastor, teólogo y autor Dr. Claudio Gutiérrez Marín, refugiado en México.
[24] Calvino, una antología, Manuel Gutiérrez Marín; Editorial Nordeste, Barcelona, 1971, pp. 11-18.
[25] Carlos V (1500-1558), nieto de Maximiliano de Habsburgo, Austria, y de María de Borgoña, descendiente de María de Castilla.
[26] La Reforma y la Contra-reforma, Gonzalo Balderas Vega. Universidad Iberoamericana, A.C. México, 2009, pp.111-113.
[27] Aunque Dios nunca ha dejado de tener testigos fieles de J.C. a través del tiempo en esa Iglesia.
[28] “Estas mismas ideas radicalizadas en franca oposición a la Iglesia, ya se reiteraban en el siglo XIV por el erudito teólogo inglés Juan Wycliffe (1329-1384) reformador inglés, y Juan Hus (1373-1415), reformador checo. Decían: “…hay un abismo entre la Verdad de la Escritura y la verdad predicada por la Iglesia romana. La razón es que la Iglesia, se decía, tiene aprisionada y cautiva a la Verdad…la simonía y la ignorancia han desviado el espíritu de la Iglesia.” Reforma Protestante y Estado Moderno, J.A. Álvarez Caperochipi, Editorial Comares, S.L. Granda, España, 2008, p.1.
[29] Alberto de Brandenburgo recibió un permiso papal para vender una indulgencia en sus territorios para así poder pagar al Papa el costo de diez mil ducados por haberle concedido el arzobispado de Maguncia. Se considera tal práctica como actos de “simonía” (Hechos, 8.18-24). Op. cit. Roland H. Bainton, p.78.
[30] Pequeño Larousse Ilustrado, 2003; SPES Editorial; Barcelona, p.558.
[31] Diccionario de Historia de la Iglesia, Wilton M. Nelson, ed., Editorial Caribe, Miami, FL. 1974, p. 576.
[32] Lutero al Habla, Giacomo Cassese y Eliseo Pérez Álvarez, eds. pp. 19-20.
[33] Lutero al Habla, Giacomo Cassese y Eliseo Pérez Álvarez, eds. pp. 21-26.
[34] Lutero al habla, Giacomo Cassese y Eliseo Pérez Álvarez, eds. pp. 21-26.
[35] En su “teología de la cruz” Lutero ha descubierto que “Cristo en la cruz sufrió de hecho el castigo de nuestros pecados.” Luther´s Theology of the Cross, Regin Prenter, Fortress Press, 1971.
[36] Op. cit., Roland H. Bainton (véase el Cap.2, pp. 52-69).
[37] Carta a Los Romanos 5.1-2.
[38] Lutero, Hanns Lilje; pp. 82-85.
[39] Carta a Los Romanos 1.18.
[40] Escritos Reformistas de 1520, Martín Lutero, Carlos Montemayor, Coordinador General. SEP. México, D.F. 1988, pp.10-11.
[41] Desideratur Erasmus Roterodamus (1469-1536), humanista erudito de espíritu independiente, y escritor satírico, intentó definir un humanismo cristiano. Simpatizó con el movimiento de Reforma y aunque crítico de la Jerarquía de la Iglesia, permaneció en el catolicismo.
[42] Elogio de la Locura fue un éxito tal que se imprimieron 600 ediciones y Coloquios, 200 impresiones.
[43] Johannes Gutenberg, impresor alemán, por el año 1440, había perfeccionado el proceso de impresión por medio de tipografía. Su primer libro impreso fue la Biblia en 1455. De allí en adelante empezaron a publicar libros impresos.
[44] Diccionario de Historia de la Iglesia, Wilton M. Nelson; Editorial Caribe, Miami, Fla., pp. 394-395.
[45] Diccionario de Historia de la Iglesia, Wilton M. Nelson, Editorial Caribe, Miami, Florida, 1989, pp. 394-395. Diccionario Ilustrado de Intérpretes de la Fe, Justo L. González, ed. Editorial CLIE; Terraza, España. p. 170-171.
[46] “Guillermo Farel no le reprochaba al sacerdote vivir mal, sino creer mal…los Reformadores sabían que la moral depende de la doctrina y para que aquella cambie es necesario primero restablecer la doctrina.”
[47] Escritos Reformistas de 1520, Coordinador, Carlos Montemayor, Secretaría de Educación Pública; México, D.F., 1988, pp. 10, 11, 12.
[48] Escritos Reformistas de 1520, p. 12.
[49] Confesión de Fe escrita por Melanchton, Justus Jona, Bugenhagen y Lutero para ser presentada al Emperador Carlos V en la Dieta de Augsburgo el 25 de abril de 1530 y firmada por varias autoridades de diferentes ciudades alemanas: revisada por teólogos católicos, y traducida al idioma alemán pasó a ser la Confesión principal de la Iglesia Luterana. El texto autorizado de esta Confesión publicado por Melanchton en 1531, contiene similitudes y disimilitudes entre católicos y luteranos. Disimilitudes como el pago por las misas, la confesión obligatoria, equiparar la gracia con ayunos y festividades, no dar el pan con el vino en la Cena del Señor, el celibato, y el abuso del poder eclesiástico.
Diccionario de Historia de la Iglesia, Wilton M. Nelson; Editorial Caribe, 1989, Miami, Florida, E.U. pp. 102-103.
[50] Escritos Reformistas de 1520, Carlos Montemayor, Coordinador, p.11.
[51]Eusebius Hieronimus, (347-419) mejor conocido como “San Jerónimo,” al estar en Roma, se dio a la tarea de poner en orden escritos bíblicos que conformaban un libro conocido como Vetus Latina por orden del Obispo Dámaso en 382, A.D. Su producción final se conoció como Vulgata Latina, que por mucho tiempo fue versión oficial de la Iglesia Católica. Diccionario Ilustrado de Intérpretes de la Fe, Justo L. González, ed. Editorial Caribe; Terraza, España, 2004, p. 259.
[52] El dictamen de la Asamblea de Worms, abril, 1521, era que Lutero había sido proscrito. El edicto de Carlos V, entre otras cosas, permitía que Lutero quedara sin protección ninguna. Esa declaración ponía en peligro su vida. En esas circunstancias, al huir de Worms, por órdenes del Elector de Sajonia, simpatizantes de las ideas de Lutero, lo “raptaron” y lo escondieron en un castillo cerca de Wartburgo. Una vez a salvo pero con muchas dudas y lucha espiritual, después de un tiempo, empezó la traducción del Nuevo Testamento al idioma alemán que terminaría en el año siguiente. Tiempo después haría con más calma la traducción del Antiguo Testamento. ¡Le era preciso poner en las manos del pueblo las Sagradas Escrituras!
[53]La Portada de esa versión bíblica tenía la figura de un oso parado frente al tronco de un árbol tratando de comer la miel de un panal de abejas. Al cumplir los 500 años de haber sido publicada la Biblia del Oso, Sociedades Bíblicas Unidas, publicaron una Biblia facsímil de dicha versión.
[54] Encinas, estando en Wittenberg, hospedado por Melanchthon, dedicó 18 meses para traducir el N.T. utilizando la versión en griego publicada por Erasmo. Prefacios a las Biblias Castellanas del Siglo XVI, B. Foster Stockwell; Editorial la Aurora, Buenos aires, 1951, y CUPSA, México, D.F., pp.11-25.
[55] Nuevo Testamento, Traducido por Francisco de Encinas, B. Foster Stockwell, Librería La Aurora, Buenos Aires, 1943.
[56] History: National Geographic, enero/febrero, versión en inglés, 2016, pp. 65, 66.
[57] Justificación por la Fe, Felipe Melanchthon; Editorial La Aurora, Buenos Aires y CUPSA, México D.F. 1958, pp.5-6.
[58] A Compendium of Luther´s Theology, (Compendio de la Teología de Lutero), Ed. Hugh Thomson Kerr, Jr. Ph. D. Westminster Press, Philadelphia, 1943, pp. 12-14.
[59] Justificación por la Fe, Felipe Melanchthon, pp. 14-15.
[60] Ibid. p. 16.
[61] Ibid. pp.18-19.
[62] Juan 3.16; Isaías 1. 11-18, y Cap.53; Hebreos 4.14.16.
Aquí también sería oportuno estudiar la “Teología de la Cruz” de Lutero.
[63] Martín Lutero, Intérprete Bíblico, Publicaciones el Escudo; Ediciones la Aurora, Buenos Aires, 1979 y 2008. p. 5.
[64] Ibid.
[65] Op. cit. Hanns, Lilje, Salvat Editores, S.A., Barcelona, 1983, p.95.
[66] Lilje, Op. cit. p. 101, 104.