Editorial. ¿El PRI vs EPN y el PAN con los fundamentalistas?
Sí. Una pregunta y una respuesta inevitables ante los hechos derivados por la propuesta de reforma constitucional presentada por Enrique Peña Nieto, Presidente de México, a favor del matrimonio igualitario, lo que ha sido motivo de polémica y discrepancia pública, incluso de fricciones, afortunadamente todavía sin hechos que lamentar.
Un contrato civil que da derechos y obligaciones legales a quienes lo suscriben, que no interfiere ni con las convicciones, ni con las prácticas religiosas de ninguna asociación religiosa, ni con los valores que cada familia inculque a sus integrantes y que reconoce lo que de facto es un legítimo derecho en todo México, según lo estableció ya desde 2015 la Suprema Corte de Justicia de Nación, lo que ha generado argumentos malintencionados o desinformados, para que los fundamentalismos azucen a manifestantes en las calles de algunas ciudades de México, y espantando a la llamada clase política.
La marcha nacional por la familia, del pasado 10 de septiembre, con setecientos cincuenta mil manifestantes -casi el doble según los números más alegres- ha generado que el Congreso de la Unión, ponga los intereses personales de sus integrantes con aspiraciones de cargo público, por encima de los intereses y las responsabilidades de Estado. Dicho sea de paso, un millón cuatrocientos mil –incluyendo menores de edad que no votan— es apenas poco más del 1%, en un país de más de ciento veinte millones de habitantes y de alrededor de sesenta millones en edad de votar.
Así, el Partido Revolucionario Contra-Institucional sostiene en voz de sus respectivos liderazgos en las cámaras, que la reforma presentada por el titular del ejecutivo federal, no es de su interés y acaso puedan discutirla, con la intención de votar en contra, oponiéndose al titular del ejecutivo federal emanado de sus filas. Se evidencia que no es institucional, ni mucho menos revolucionario, acaso fragmento, es decir partido.
A su vez, el Partido Acción Nazi-onal evidencia su condición de monaguillo, siguiendo las indicaciones del fundamentalismo religioso, específicamente de algún sector de la jerarquía Católico-Romana, mismo sector que ha argumentado que la iniciativa obedece a un imperialismo ideológico internacional, ocultando que éste mismo sector religioso obedece a intereses dictados desde el extranjero. Una acción nazi-onal que defiende en México los dictados del extranjero.
El otro fundamentalismo que se autonombra evangélico, es claramente contrario a la enseñanza básica y fundamental del Evangelio, pues promueve el desamor al prójimo, en este caso a las personas de la comunidad LGBTTTI, además de ignorar que fue precisamente gracias a otra reforma, la reforma juarista, que las minorías religiosas de México pudieron salir de las catacumbas y pasan de perseguidos a perseguidores, de marginados a marginadores y de martirizados a martirizadores.
El fracaso de los fundamentalismos amalgamados se hace evidente cuando recurre al imperio jurídico para defender un tema del ámbito ético, asumen por la vía de los hechos que no pueden convencer desde el púlpito, que su criterio pseudo-moral ha sido derrotado y que no les queda más que la rabieta de la imposición, como si esto cambiara la realidad de la diversidad sexual.
Por otro lado, se ha promovido la idea de que el resultado electoral más reciente en México ha sido consecuencia de la propuesta de esta misma reforma, y que ha perjudicado específicamente al PRI, cuando sus liderazgos saben que donde perdieron los candidatos del PRI, fue precisamente porque ni el PRI quería que ganaran.
En este escenario hay que recordar que las hermenéuticas bíblicas añejas justificaron la esclavitud, la discriminación de las mujeres, las personas indígenas y de color, así como las personas pobres, con efectos todavía vigentes en algunos sectores fundamentalistas, quienes consideran que la orientación sexual diferente no puede ser un don de Dios. Sólo falta que pretendan modificar la enseñanza de la sexualidad contenida en los libros de la educación pública, laica y gratuita con criterios oscurantistas, de espalda al desideologizado saber científico, subordinando al Estado a sus creencias sectarias.
Acaso el legislativo asuma la responsabilidad de velar por una minoría que ha sido discriminada hasta el martirio, toda vez que estos hechos vuelven a cuestionar si las religiones son factor de armonía, o factor de confrontación, evidenciando para esas comunidades llamadas cristianas la necesidad de recuperar la enseñanza básica de Cristo que es la promoción del amor prójimo: Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
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