Las reformas constitucionales y la desestructuración de la democracia en México: análisis y perspectivas

¿Escucharon?

Es el sonido de su mundo derrumbándose.

Es el del nuestro resurgiendo.

(EZLN, 21 de diciembre de 2012)[i]

mxvsepnTras la aprobación en lo general de la reforma energética en México, la mayoría de los especialistas conicidió en que la acumulación de reformas constitucionales impulsadas por la presente administración gubernamental significa mucho más que cambios parciales a las leyes y políticas públicas que rigen la vida de nuestro país: implican un cambio en el modelo de nación a partir de la desestructuraron de la economía, las formas de convivencia social, la seguridad social, las instituciones. No han sido modificaciones superficiales o secundarias, sino profundas y estructurales que invitan a preguntarnos cómo vamos a pensar el país los próximos años. Es en cierta medida un retroceso al porfiriato. Nos pone en un situación anterior al pacto que puso fin a la gesta revolucionaria y refundó este país en el año de 1917.

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También nos pone en la disyuntiva de decidir si, ante esta verdadera desestructuración del modelo de nación, nuestra apuesta será la de regresar a (o recuperar) lo que planteó la Constitución del 17, o la de retomar su espíritu y algunos de sus planteamientos, para refundar a partir de ello nuestra nación en un nuevo contexto en el que, de entrada, no existe un amplio consenso social ni político, como el que posibilitó aquel pacto que marcó el destino de nuestro país a principios del siglo XX.

Finalmente, ofrece retos importantes para la población en general y para los sectores sociales más organizados y críticos del actual modelo político imperante, así como para los sectores creyentes cuyas motivaciones son precisamente la construcción de una sociedad justa.

¿Qué se juega en las reformas y cómo han sido posibles?

Lo que está haciendo en tiempo récord el presente gobierno es la desestructuración de los instrumentos de planeación y gestión gubernamental, a partir de dos grandes lógicas: a) el desplazamiento del estado de las actividades estratégicas del país y b) la ampliación de la influencia del grupo dominante del poder en los ámbitos de la vida pública mediante la desestructuración de las corporaciones democráticas; y ejemplo claro de esto último es la reforma laboral, que no es otra cosa que privatización, flexibilización y desregulación, medidas mismas que también rigen la llamada reforma educativa, que no fue tal, sino administrativa, dejando entre otras cosas el reto de una verdadera reforma en el ámbito de la educación.

Ante lo evidente, que estas reformas vulneran derechos fundamentales de las personas y los pueblos, no podemos más que preguntarnos ¿cómo han sido posibles? Y sobre todo, ¿cómo han sido posibles tan rápidamente y sin oposición? Está claro que no han sido producto de un solo factor, como podría ser el gobierno impositivo y represor que se ha reinstalado en el poder, sino el resultado de una acumulación de factores que hay que analizar detenidamente para encontrar

posibilidades reales de detener la subasta total del país. Y la acumulación, dice Adolfo Gilly, se da por el despojo. El problema es que ahora el objetivo no es la apropiación de los medios de producción, sino de las condiciones de vida misma de las gentes. No está en juego la izquierda o la derecha, sino la vida humana.

En este sentido, un primer factor que ha permitido el avance y aprobación de estas reformas[ii] es la estrategia gubernamental de descalificación de la noción de lo público, bajo la idea de que lo privado funciona mejor que lo público, y que este último resulta ineficiente y corrompido. Un ejemplo de esto es la argumentación de fondo que en la reforma política tiende a eliminar o reducir las candidaturas plurinominales, lo que a muchos parecería correcto, pero que en realidad implica eliminar a quienes representan a los que no ganaron; al igual que la eliminación de la tenencia y otras medidas que tienden a desprestigiar lo público como ineficiente. Esto en un marco global en el que México tiene asignado un papel de proveedor de recursos naturales y mano de obra barata, lo que a mediano y largo plazo nos ofrece un escenario nada alentador frente a la política de privatización de lo público.

Otro factor de acumulación que está jugando a favor de las reformas es la deslegitimación, criminalización y judicialización de la protesta social: que se ha dado no sólo en las leyes, sino también en el imaginario social, gracias a la complicidad de los medios masivos de información. Y aunque no todas las propuestas legislativas en este sentido han prosperado, el sólo hecho de ponerlas a discusión son muestra de la intención clara de los gobiernos de ir por este camino.

Finalmente, un tercer factor (que es a su vez resultado de un largo proceso de vulneración de la sociedad) es la inacción, pasividad, indiferencia, temor de la mayoría de la población frente a lo que está pasando en las cúpulas del poder y de sus consecuencias para la vida cotidiana. A su vez, la sociedad civil organizada, está más bien fragmentada en agendas urgentes e imposibilitada hasta ahora de una confluencia tal, que agrupe movimientos y sectores sociales capaces de ser contrapeso real del poder político en este proceso de contra-reforma democrática que estamos viviendo. Las iglesias, como sujetos sociales, en su nivel institucional (su jerarquía), juega más bien a favor y muchas veces en complicidad con el gobierno.

Factor aún no sopesado en este escenario de análisis es la situación de violencia exacerbada que se vive a lo largo y ancho del territorio nacional. Pero es claro al menos que genera temor, reclusión y cierta tendencia social a tolerar la militarización como respuesta a la inseguridad que se vive por doquier. Y nos ponen ante el hecho de que nos están legislando en estado de excepción, sin el consenso de la ciudadanía.

Aspectos nodales de las reformas

No es fácil un análisis exhaustivo de todas las reformas impulsadas y aprobadas en la presente administración peñista, ni es el objetivo de este texto, sino el de entender sus intencionalidades particulares y generales (como ya se ha expuesto arriba) y algunos de sus aspectos nodales con miras a una valoración mínimamente crítica de las mismas, así como para ubicar escenarios posibles y factibles de resistencia desde la sociedad y las iglesias.

En relación a la reforma política, llamarle así es mucho decir, ya que cuando mucho es una reforma electoral. Hablamos de reforma política cuando se modifican leyes con miras a ampliar la participación política de los ciudadanos; pero cuando lo que se amplía es la incidencia de los partidos en el ejercicio del poder, estamos en realidad ante una reforma electoral.

Claro ejemplo de esta distinción es el caso del grupo de jóvenes intelectuales que quisieron afiliarse al PRD y les fue negada la afiliación con el argumento de que el partido no está preparado para recibir a ciudadanos no afiliados a alguna de las corrientes ya existentes al interior. Y aunque el Tribunal Electoral obligó al PRD a incluirlos, quedó patente que la configuración actual de los partidos no favorece la participación ciudadana en los asuntos públicos de la nación (lo que justamente se llama política), sino inclusive lo restringen.

En este sentido, no tiene mucha importancia por ahora esta nueva “reforma política” que, si bien impulsó cambios no menores como la creación del INE, cuya atribución más importante modificada fue el nombramiento de los consejeros estatales, nos invita a la espera de ver su real funcionamiento y a pensar alternativas para democratizarlo. Claro, no se parte de cero, se conservan lógicas formales que se ganaron en la reforma del 1989. El reto principal es cómo desarmar la lógica corporativa que rige el funcionamiento de estos y otros espacios donde hoy se juega el poder.

Respecto de la reforma energética, una de las más discutidas, podemos decir que contempla, entre otras, dos modificaciones de enorme trascendencia:

  1. A los hidrocarburos se les quita el carácter de estratégicos para el desarrollo de la nación (es absurdo, porque dicho carácter lo conservan, por ejemplo, Telégrafos de México) y al hacerlo, se le quitan todos los candados que tenía el petróleo desde el TLC para entrar a competir en todos los tratados internacionales que tiene firmados México.
  2. Se aprobaron no sólo los contratos de utilidad compartida (tan discutidos socialmente previo a la aprobación de las reformas), sino también las concesiones que dan control de las reservas (y del subsuelo) a las empresas privadas; con esto se está cediendo una quinta parte de dichas reservas y concediendo, en total, el 90% de los recursos naturales del país (antes era el 60 que incluye sobre todo las concesiones mineras).

Hay que reconocer que lo que teníamos antes de estas reformas era un modelo ya de por sí neoliberal (de sobre-explotación: que posibilitaba un gran número de beneficios sociales a la población, aunque la gente no lo visualiza así, y de ahí su poco apoyo) y defenderlo era ya paradójico. Frente a él, está el otro modelo, ideal, que consiste en sacar el mínimo de crudo, pero para dinamizar otras áreas de la economía y no sólo la hacendaria-fiscal, como son: el campo, la industria, la educación, el empleo… Y no sólo no logramos este modelo, sino que tampoco conservar la renta petrolera, a cuyo objetivo se abocó la última gran lucha por la defensa del petróleo.

¿Dónde estamos ahora? En un escenario en el que la iniciativa privada tendrá el control de los yacimientos, y ni siquiera los no explorados, sino de los ya explorados por PEMEX. Es pues una entrega en bandeja de plata.

Otro aspecto de amplia discusión y difusión pública fue la disyuntiva entre inversión privada vs. Inversión pública. No es una disyuntiva real. No se está contra la inversión privada y las comparaciones con otros países que privatizan (como Cuba, Bolivia y Brasil) no son argumentos válidos: para empezar, para Cuba y Bolivia el petróleo no es un recurso estratégico como lo es para México; y en Brasil, la tendencia los últimos años es más bien contraria a la privatización; más aún, la gran tendencia en mundial es la re-nacionalización de los yacimientos petroleros.

La cuestión es “capital privado dónde”: con Lázaro Cárdenas claro que se permitió el capital privado, pero en la cadena productiva secundaria y se prohibió donde era básico para la soberanía y el desarrollo nacional, como son los yacimientos.

También resulta falaz el argumento de que Pemex no es una empresa productiva; lo es, y de las más productivas del mundo; el problema es que los beneficios de la venta del crudo no regresan a Pemex, lo que posibilitaría la reinversión y el desarrollo de la paraestatal, sino que se los queda Hacienda. De ahí el endeudamiento tan oficiosamente difundido para justificar su baja productividad.

Perder una quinta parte de la renta petrolera implicará que las condiciones de vida los próximos años serán todavía más complicadas, pues en este y otros ámbitos de la vida productiva del país se transformará el trabajo autosustentable (en el que ya no invierte el gobierno), en trabajo de servicios en manos del capital privado, y el ejemplo más claro de ello fue y está siendo de nuevo Atenco.

La opción de la consulta popular es valiosa pues puede sentar un precedente importante para otras reformas igual de dañinas para la vida del país. El problema es que no ha podido generar consenso suficiente pues la izquierda política ha eliminado sistemáticamente toda su capacidad de generar consenso social. La importancia de una consulta popular exitosa contra la reforma energética es no sólo que puede revertir los cambios a los artículos constitucionales; sino también que puede inhibir la inversión privada.

Por otro lado, la trampa de las leyes secundarias es que, por un lado, dejan inoperante los cambios constitucionales, para bien y para mal; y en otros aspectos, contravienen a la Constitución misma (también para bien y para mal), porque estos cambios constitucionales son anti-constitucionales.

Y la mayor mentira de todas, la cereza del pastel contra-reformista, es que estos cambios van a beneficiar a la sociedad.

Sin embargo hay claroscuros en este proceso. No todos los partidos están de acuerdo en todo. Si bien están de acuerdo en lo general: privatizar, hay tensiones en lo concreto[iii], en lo coyuntural, donde implica ganar recursos para los partidos; y estas tensiones los obligan a un debate, que debemos luchar porque sea público y no sólo partidista. Porque nos estamos en realidad hablando de cambios positivos para la democracia, todo se ciñe más bien a la lucha por el poder de parte de los partidos. Se modifica la vida del pueblo, pero no de las cúpulas.

¿Por qué no pasa nada desde la sociedad? ¿Qué es lo que ha sucedido en el país que ha desmovilizado y sectorizado las luchas sociales cuando lo que está en juego es el modelo de nación?

Claro, hay diferencias respecto del porfiriato al que al parecer estamos volviendo, porque en ese entonces, tras la gesta revolucionaria el estado tenía la propiedad de los recursos naturales, hubo reparto de tierra y beneficios sociales. Pero el modelo fue aspiracional, teníamos la posibilidad de alcanzar la nación soñada en la Constitución de 1917. Hubo inercias positivas en términos de estado social, pero luego vinieron inercias negativas, el estado se convirtió en corrupto, luego autoritario y ahora privatizador, es decir, estado en el cual estamos dejando de ser dueños de nuestros recursos naturales. Y tenemos que preguntarnos también si tenemos la herramientas para pensar el futuro de la nación, para desencadenar la disputa por la nación.

¿Por dónde las alternativas?

¿La gente no reacciona? Es también una mentira que nos decimos a nosotras y nosotros mismos: en este momento hay en México más movimientos de resistencia que nunca y el estado es consciente de ello y sabe que la gente no aguanta más, por eso criminaliza, provoca miedo, desinformación.

En este sentido, las inercias sociales han sido y son fundamentales para generar las condiciones de presión social que hagan actuar al gobierno otra vez en beneficio de la población.

Se han planteado medidas radicales, como la propuesta de una nueva constituyente, hoy impulsada con fuerza también por algunos sectores eclesiales y figuras de renombre como el obispo de saltillo Raúl Vera López. Pero, ¿qué posibilidades hay de una movilización masiva real demandada por dicha apuesta?

En lo concreto hay que decir que el extractivismo, en todas sus formas, se para frenando la idea de que la sobre-explotación es el camino y oponiéndose a dicha política privatizadora, que además es asistencialista y es usada para regular la presión social.

En cambio, dos factores son claves en este momento histórico para nuestro país, en que se juega el futuro de la vida digna para nuestros pueblos: la fe y las redes comunitarias. Que pasa por ser conscientes de que ya no tenemos las grandes estructuras corporativas que apoyaban los movimientos sociales y estaban al servicio de las causas populares. Lo que nos queda es construir y reconstruir redes y estructuras comunitarias, no sólo en el campo, sino en todos los ámbitos, incluido el religioso hoy desestructurándose también, transformándose no siempre para un mayor compromiso de las y los creyentes con las causas sociales y políticas que hoy se juegan.

Precisamente aquí cabe hablar del tema de la reforma en telecomunicaciones, donde no está en juego sólo el acceso a la información y difusión, sino también los esquemas de análisis de la información, de entendimiento de lo que pasa en el país. Por eso se limita el acceso a los medios alternativos mediante la subasta de las telecomunicaciones, porque propondrían otro esquema de análisis, de sentido común, a la población donde el consumo y la defensa a ultranza del modelo privatizador no son preponderantes.

Es claro que luchamos contra un monstruo de mil cabezas, todas ellas orientados hacia la desmovilización, la impotencia y la desesperación. Y si bien no sabemos por dónde seguir, sí hay que animar a no perder la esperanza, mirar con paciencia y serenidad. Hay estructuras comunitarias a lo largo y ancho del país que están resistiendo, salvaguardando la soberanía del pueblo y la naturaleza; el tema es cómo las articulamos con algo más o menos en común para no caer en voluntarismo que nos llevan a situaciones de violencia y que no coadyuvan a un cambio mejor, porque no hay condiciones de consenso para una nueva revolución armada.

Resistir, insistir, no desistir, articularse, sumar diferencias más que dividirlas, apostarle a nuevas formas de movilización, revolucionar conciencias, tener fe en los sujetos que emergen una y otra vez en los momentos más difíciles de la historia (mujeres, jóvenes, pueblos originarios…). ¿Cómo transformar estos imperativos en una agenda sólida capaz de atraer muchos corazones, hartas manos para el proceso de reconstrucción de un país en devastación?

México D.F., 18 de junio de 2014

® Observatorio Eclesial

[i] El presente documento es fruto de la reunión de análisis llevada a cabo por el Observatorio Eclesial el 4 de junio de 2014 y que contó con la participación especial de Víctor García Zapata, director de Fundación para la Democracia y miembro de Servicios y Asesoría para la Paz (Serapaz). Se permite la reproducción y difusión total o parcial sin fines de lucro del presente escrito citando la fuente. ®Observatorio Eclesial.

[ii] Nos referimos en concreto a las más significativas: educativa, laboral, fiscal, energética, de telecomunicaciones, política; aunque sabemos que ha habido y habrán muchas más.

[iii] Por ejemplo, en el tema de la re-elección, que se aprueba pero con un candado: que el partido esté de acuerdo con que ese diputado se presente a re-elección, lo cual media una evaluación ciudadana del ejercicio legislativo.

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