Artículos de Opinión

Papa-en-la-Puerta-de-Alcala-

                                                            

Benedicto XVI: un Papa muy humano, tan humano como yo.

Reflexiones de una joven protestante.

Deyssy Jael de la Luz García

Centro de Estudios Ecuménicos / Observatorio Eclesial

Quiero aprovechar este espacio para reflexionar sobre algunas inquietudes que me ha despertado la noticia de la abdicación de Joseph Ratzinger, el Papa Benedicto XVI. Lo hago desde una óptica de joven mujer de tradición evangélica pentecostal de fuerte espíritu y compromiso ecuménico, reconociendo que mi caminar con amigos y hermanos tanto católicos como protestantes se ha dado desde una fe que se manifiesta en el Pueblo de Dios de base popular.

Nací y crecí en la década de 1980, justo cuando terminaba la Guerra Fría y el orden mundial comenzó a volcarse al capitalismo. Los de mi generación, comenzamos a vivir en sociedades donde los referentes de autoridad, conocimiento y valores fueron cuestionados, incluso el mismo Papado. En el terreno de las ideologías, los que habían optado por el ateísmo eran vistos con sospecha, mientras que los fundamentalismos religiosos comenzaban a imponerse sobre las ideas de la muerte de Dios. Es en este contexto donde algunos entendimos que la guía y la esperanza teníamos que encontrarlas en nosotros mismos, en nuestras acciones públicas y compromisos por construir sentidos de vida ya fuera desde una fe religiosa o una fe en la humanidad.

El Papa Juan Pablo II fue respetado y será recordado por mi generación como un personaje que tuvo sus aciertos y errores, como todo humano. Por un lado le admiramos su carisma y su sensibilidad al pedir perdón por los excesos y pecados que ha cometido la Iglesia católica a lo largo de su historia (aunque ello no implico una reparación del daño), pero por otro lado, le hacemos el reclamo por su enérgica reprobación a la Teología de la Liberación, a su idea de ecumenismo cupular en donde la Iglesia católica es vista como el centro de convocatoria, y nos seguimos preguntando el por qué de su silencio ante miles de denuncias de creyentes y ciudadanos que vivieron en carne propia los abusos de poder moral y político que vivieron al denunciar casos de pederastia, lavado de dinero, tráfico de armas, tratos con mafias y comportamientos excluyentes y discriminatorios a mujeres y sacerdotes homosexuales.

Así que cuando hace ocho años nombraron a Joseph Ratzinger como el nuevo Papa Benedicto XVI, la memoria histórica nos inquietó. Dos datos curiosos que no pasamos desapercibidos en la historia de vida de Ratzinger: de joven perteneció a las Juventudes Hitlerianas y ya como teólogo-académico, fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Si bien, en su juventud no hubo optado por la ideología nacionalsocialista, su espíritu intransigente se manifestó siendo prefecto al combatir la Teología de la Liberación y condenar a los teólogos que la escribían. ¿Qué pensar de este Papa con tales antecedentes, cuando gran parte de mi generación repudia los crímenes de lesa humanidad cometidos por los aparatos Hitlerianos y sus cómplices? ¿Qué pensar de su calidad humana y ética si ha reprobado los ideales que todavía nos mueven a jóvenes creyentes a vivir una fe encarnada en la realidad y optar por un cambio estructural desde la base de los pueblos, ideales que nos han sido heredados de la Teología de la Liberación? ¿Qué pensar de este Papa que se va sin haber actuado conforme al derecho y la ley, silenciando los crímenes de miles de obispos y sacerdotes pedófilos?

Pero sabemos que Benedicto no fue sólo; él es un signo de todo un sistema, de una estructura, El Vaticano. Mientras éste no cambie sus modos de operar, de comunicar y relacionarse con el mundo, viviendo más acorde con la realidad, Papas irán y vendrán, sea con personalidad como la de Juan Pablo II o con oscuros historiales como el de Benedicto XVI. Todo permanecerá estático y los cambios en relación a la fe y ser Iglesia de Dios los veremos como hasta ahora vamos presenciando: desde el testimonio público del pueblo creyente. Y es ahí donde las cosas sucederán, y desde ahí los pecados que ha invisibilizado el Vaticano saldrán a la luz; ¿no les parece que eso sucede cuando los jóvenes se manifiestan en las plazas con carteles que rezan: “Homophofia kills”, “Fuck de Pope”, “Papa+Maman y´a pas mieux por un enfant”, “Nie Wiender”, “Pope= Protector of Paedhohiles Everywhere”, “Ateos, Gay? ¡sí!, Nazis? ¡no!”, “No eres bienvenido”.

Durante los ocho años que duró su pontificado, pudimos ver cómo dentro de El Vaticano se delineo una política religiosa que refrenó los avances que se habían logrado, más que una la lectura evangélica hecha por la Curia Romana de las demandas sociales actuales, gracias al empuje del pueblo creyente en temas sobre la homosexualidad, la ordenación de las mujeres, los anticonceptivos y la búsqueda de justicia y verdad para las víctimas de pederastia; incluso para los que no somos católicos, vemos un estancamiento en el diálogo ecuménico (invisibilizando y minorizando la fe musulmana y judía; al protestantismo lo calificó como un pecado y error histórico que llevó a las Guerras de Religión en Europa) y en materia de Derechos Humanos.  Aún así el mundo y las sociedades vamos cambiando. Los jóvenes de ahora creemos que hemos ganado libertad para decidir como individuos más allá de nuestras concepciones y militancias de fe y eso ni el Vaticano ni otra institución humana lo podrá revertir.

La renuncia de Benedicto XVI ciertamente nos invita a reflexionar. A los católicos todavía adscriptos a la Iglesia católica romana y apostólica, les invita a soñar con el tipo de Iglesia a la que desean pertenecer, y si todavía quieren un líder moral llamado Papa, estarán al pendiente de saber a quién eligen y ya dirán si lo reconocen o no; a los católicos de a pie, ellos seguirán como hasta ahora lo han hecho: haciendo los cambios desde la base y viviendo una Iglesia inclusiva; a los creyentes jóvenes interpelados por este acontecimientos, la abdicación de Ratzinger nos da la oportunidad para dar una palabra: la figura de Papa como representante de Dios en la Tierra, con un carisma de infalibilidad ya no es justificable en nuestro tiempo. Todos nos equivocamos, todos podemos, llegado el momento dar marcha atrás…

Creo que también el momento se presta para no vacilar en nuestra opción de fe, seamos católicos o protestantes. Si vamos al Evangelio, veremos que todos los que hemos creído en Cristo somos llamados a ejercer un sacerdocio universal y que la gracia salvadora de Jesús es suficiente para la salvación. Y desde mi tradición que es el pentecostalismo, yo agregaría la acción del Espíritu Santo que se manifiesta en dones, y carismas; siendo así, hasta yo como laica tengo un ministerio aquí en la Tierra que no tendría por qué ser menor al que ostenta quien sea reconocido como Papa. Por ello, sin temor puedo afirmar que Benedicto XVI es, o fue, un Papa muy humano, tan humano como yo.

patriarcal 123

Entre la Dimisión y la Elección Papal

Dra. Marilú Rojas Salazar, mstl/Observatorio Eclesial

Me han pedido una reflexión en el marco de la renuncia histórica de un Papa después de varios siglos, y la ya pronta convocación al conclave de elección de un nuevo Papa. Y aunque ya en los medios de comunicación se abunda sobre el tema, me veo en la necesidad de expresar como mujer cristiana mi palabra ante una iglesia que usualmente no toma en cuenta a la mayoría de fieles que la integran: las mujeres.

El proceso de elección papal es el mejor ejemplo de la situación de exclusión de la toma de decisiones que vivimos las mujeres en la Iglesia católica. Es también, la mejor muestra de los juegos de poder jerárquico-patri-kyriarcales y androcéntricos que se convierten  en el centro de atención de una institución que se supone es ‘comunidad de iguales’, y que ‘no busca el poder’, sino el ‘servicio’, y el ‘amor al prójimo’.

En primer lugar, la elección de un Papa no es un proceso del todo democrático, ni inclusivo, más bien, es un proceso exclusivo y excluyente. Y fundamento mi argumentación en el claro hecho de que en la Capilla Sixtina solo estará el colegio cardenalicio (hombres jerarcas en su mayoría ancianos, cuidadores del poder y la ortodoxia) para la elección.

 Por lo tanto, hay un sistema jerárquico-patri-kyriarcal de elección de tradición medieval en la elección papal, elemento que ya en sí mismo muestra la debilidad de una institución que día a día pierde credibilidad ante la actual sociedad postmoderna.

 Me interesa que reflexionemos críticamente como miembros de la iglesia pueblo de Dios acerca de quienes siguen  quedando en el olvido o simplemente fuera de la toma de decisiones. La estructura de la iglesia católica y una buena parte de las sociedades patri-kyriarcales mantienen formas de relación y organización fundamentadas en patriarcados de ‘consentimiento’ y de ‘sometimiento’, y no en lógicas o relaciones democráticas de equidad.

 El problema del modelo jerárquico-patri-kyriarcal es la estandarización de un modelo centrado en el gobierno de los ‘señores’ o ‘padres’ que se reproduce, y que reproduce  a su vez sistemas de exclusión por razón de raza, sexo, estatus social, opción sexual, o forma de pensar y de creer. Todo esto reforzado por el imaginario de lo sagrado, de lo religioso o en nombre de Dios.

 ¿A quiénes afecta un modelo así? Obviamente, no a los hombres, sino a las mujeres que quedan excluidas de la posibilidad del ejercicio reconocido de los ministerios ordenados en la iglesia católica, y todo esto fundamentado en una absurda tradición patriarcal-machista, la cual, por cierto, no es la de Jesús de Nazaret.

 Les afecta también a las mujeres que son violentadas, abusadas, y en el peor de los escenarios, asesinadas en aras de un ‘amor oblativo’ en las sociedades patri-kiriarcales-machistas. Viene a colación el ejemplo de los 9 estados mexicanos dónde los feminicidios se ha incrementado, y cabe hacerse la pregunta ¿Qué no eran solo Ciudad Juárez y el Estado de México?

 Este modelo patri-kyriarcal-machista afecta también, a las víctimas niños y niñas de los abusos sexuales de  los pederastas, y el tal vez olvido de los encubridores. Les afecta a los millones de empobrecidos creyentes, quienes son víctimas de la injusticia, de la violencia, de la corrupción, del despojo de sus tierras, y cuya mayoría de creyentes se encuentran en el mal llamado ‘tercer mundo’. Les afecta a los y las indígenas quienes son despojados de sus tierras, de sus derechos por no ‘colaborar con las políticas desarrollistas’ y la lógica del ‘dominio mundi’. Les afecta a la comunidad LGTTT que son excluidos también de la ‘comunidad creyente’ por la homofobia religiosa.

 Mientras las culturas, las sociedades y la iglesia católica mantengan modelos de gobiernos patri-kyriarcales-machistas, no habrá mucho que cambiar. Las preguntas que es bueno hacernos son: ¿si la iglesia católica actual está capacitada para hacer cambios?  ¿si quiere hacerlos? ¿realmente a la sociedad postmoderna le interesa lo que pasa en la iglesia o es simplemente otra cortina de humo que ha ‘caído del cielo’ y que la sociedad utiliza para cubrir otras realidades?