«El amor es nuestra licencia». Sobre la desobediencia civil necesaria frente a las políticas económicas y migratorias imperialistas
Hace casi 60 años, a raíz del triunfo de la Revolución Cubana, el gobierno de Estados Unidos impuso sobre la isla un bloqueo económico cuyas terribles manifestaciones han ido desde restricciones económicas al comercio internacional con la nación caribeña hasta inconfesables actos terroristas que han cobrado miles de vidas no sólo de cubanos y cubanas, sino también de gentes de otras nacionalidades.
Alimentados por un insaciable odio hacia el espíritu revolucionario que sostiene la democracia socialista, cada ocupante de la Casa Blanca ha inventado mil y una medidas para asfixiar económicamente al pueblo cubano con la esperanza (estéril) de fracturar la unidad social y política que le ha mantenido incólume aún en los momentos más difíciles de su historia, como fue el llamado periodo especial (en la década de los noventa), cuando ya sin la ayuda invaluable de la Unión Soviética, la nación vivió la más severa y exigente situación económica, también por el recrudecimiento del mal llamado «embargo» norteamericano.
Coincidiendo con este difícil periodo nació también, en el corazón mismo del imperio, una inesperada iniciativa de solidaridad y amistad con el pueblo cubano, cuando el reverendo Lucius Walker, director de la Fundación Interreligiosa para la Organización Comunitaria (IFCO/Pastors for Peace), en un acto de desobediencia civil contra el bloqueo económico, impulsó la Primera Caravana de Amistad de Pastores por la Paz con Cuba (Nov 1992), en la que 100 ciudadanos y ciudadanas estadounidenses llevaron más de 15 toneladas de ayuda humanitaria a la isla, desde alimentos de primera necesidad y medicamentos hasta Biblias, bicicletas y autobuses escolares.
Contraviniendo una de las injustas medidas del bloqueo, que impide a cualquier ciudadano de EUA viajar a Cuba sin licencia expresa del gobierno, durante un cuarto de siglo el proyecto iniciado por el reconocido pastor y activista social (y hoy continuado por su hija Gail Walker) ha realizado 29 Caravanas de Amistad cuyas consignas son tan claras como irrenunciables: el fin del inmoral bloqueo económico contra la isla, la eliminación de Cuba de la lista de países terroristas (¡lograda!), la devolución de la Bahía de Guantánamo ocupada ilegalmente por Estados Unidos desde hace más de 100 años… entre otras demandas que se han ido sumando con el tiempo, como la exigencia (también cumplida) de la liberación de los 5 héroes cubanos detenidos injustamente desde 1998 y recientemente liberados tras probarse su inocencia.
Las y los participantes de estas caravanas, personas con distintas creencias religiosas (o carentes de ellas) pero unidas por la causa de la justicia, han sufrido también toda clase de presiones (y hasta prisión) de su propio gobierno para impedir la solidaridad hacia el pueblo cubano. Detenidos una y otra vez en la frontera con México (desde cuyo puerto tampiqueño partía a menudo la solidaridad material, hasta que la inseguridad de nuestro país lo impidió), su férrea voluntad consiguió siempre el cometido de la amistad, al amparo de la máxima: «El amor es nuestra licencia para viajar».
En el continuo caminar de las y los Pastores por la Paz, se han sumado personas de otras latitudes y muchas convicciones, convirtiéndose en una iniciativa internacional, intergeneracional y macroecuménica que este año, en su 29 Caravana (17-25 nov), sumó participantes de EUA, Canadá, México, El Salvador, Puerto Rico, Alemania, Jamaica, Trinidad y Tobago y República Dominicana.
Parte importante de esta iniciativa ha sido también romper el bloqueo mediático en torno al proyecto revolucionario cubano, denostado entre la sociedad estadounidense como un proyecto maligno de represión y violación de los derechos humanos, y al cual se pretende responsabilizar de todos los males que, más bien, el capitalismo nos ha traído: pobreza, desigualdad, violencia, muerte, esclavitud, opresión, pérdida de la propiedad privada, violación sistemática de las garantías individuales y un largo etcétera. En contrasentido, apenas se pone un pie en la isla, puede descubrirse ese otro mundo posible, que aún contra las terribles medidas del bloqueo económico, ha logrado abatir desnutrición y abandono infantil, la mortalidad materna, el crimen organizado, la desigualdad socio-económica, el analfabetismo, los feminicidios, el desempleo… ha construido uno de los mejores sistemas de salud y de educación del mundo y, lejos de lo que podría pensarse, posee uno de los sistemas políticos más democráticos de la región, por sus niveles mínimos de corrupción y burocracia, pero sobre todo porque está diseñado para que el poder emerja directamente del pueblo, de la voluntad popular, como lo muestra el reciente proceso de reforma constitucional (prácticamente una nueva constituyente) que, al tiempo que ratifica el ideal socialista, renueva estructuras para responder a los nuevos tiempos y el nuevo escenario global.
En medio de un mundo en ruinas y una región latinoamericana asolada por gobiernos apátridas, serviles a las reglas del imperialismo neoliberal, obedientes ciegos del capital; el ejemplo de resistencia y organización del pueblo cubano, así como la desobediencia civil de Pastores por la Paz frente a las reglas económicas y migratorias injustas, debieran ser faro e inspiración para emprender la recuperación de nuestro territorio, la solidaridad inaplazable con las multitudes en éxodo que huyen de esta violencia de muchos rostros y de raíces económicas, la reconstrucción del tejido social a causa de esta guerra interminable, la recuperación democrática justo ahora que, en México, llega a su fin uno de los regímenes más largos y dañinos de nuestra historia reciente, abriéndose la oportunidad inédita de un gobierno de izquierda que fue posible gracias a la inesperada concertación de fuerzas sociales y al hartazgo ciudadano, a partir de lo cual esperamos poder derribar los muros internos y externos que nos dividen y atrincheran, recuperar la utopía y hacer posible la solidaridad, la justicia y la paz.
Por José Guadalupe Sánchez Suárez
Guantánamo (CU), 25 de noviembre de 2018
Ciudad de México, 30 de noviembre de 2018