El papa, el diablo y los 43 de Ayotzinapa
A tres semanas y media de que el papa Francisco regresó a Roma después de una visita de 5 días por México, ya ha corrido mucha tinta y se han multiplicado los análisis políticos, religiosos, socio-eclesiales, etcétera, de lo más relevante tanto de lo que dijo como de sus gestos y reacciones; tanto de lo positivo de sus discursos como de expectativas frustradas, pues muchos mexicanos esperábamos que nos diera una “sorpresa” y se saliera de moldes (¿impuestos o autoimpuestos?) y del protocolo.
Pudo haberlo hecho, sobre todo como una oportunidad de demostrar que no estaba impedido o acotado para hablar de ciertos temas por previos acuerdos “bajo la mesa” con el gobierno de Peña Nieto y con el episcopado mexicano. Pero no lo hizo. Dos temas ausentes, entre otros, en discursos y gestos: los 43 de Ayotzinapa y la pederastia. Fue muy cómodo para Bergoglio contestar a preguntas expresas sobre esos dos espinosos asuntos ya en el avión de regreso a Roma, y muy difícil de tragar sus respuestas para los que nos enteramos de sus puntos de vista.
Por Ricardo Guillermo Gállego*
Dejando de momento a un lado el análisis sobre lo que dijo en relación al tema de Maciel y la pederastia y la pedrada directa a algunos obispos mexicanos, sobre todo a Norberto Rivera, (prácticamente instándolo a renunciar: Bernardo Barranco escribió un excelente artículo sobre esto), hemos de enfocarnos en el tema de los 43 de Ayotzinapa y las “razones” de Francisco por no haber tenido un encuentro con los padres y las madres de los normalistas desaparecidos.
Hay que destacar que no se reunió con familiares de víctimas, ni de Ayotzinapa u otras organizaciones de búsqueda de desaparecidos, con el argumento de que “era prácticamente imposible recibir a todos esos grupos, que por otro lado también estaban enfrentados entre ellos”. Y a pregunta directa en la conferencia de prensa en el avión de regreso a Roma, sobre por qué no se había reunido con los padres de los 43 normalistas al tratarse de un caso emblemático, Francisco contestó: “si Ud. lee los mensajes hacía referencia continuamente a los asesinatos, a las muertes, a la vida cobrada por todas estas bandas del narcotráfico y traficantes de personas, o sea que de ese problema hablé, como una de las llagas que está sufriendo México, que hubo algún intento de personas de recibir y eran muchos grupos, incluso contrapuestos entre ellos, con luchas internas, entonces yo preferí decir que en la Misa los iba a ver a todos, en la Misa de Juárez si preferían, o en alguna otra, pero habría esa disponibilidad”.
“No puede recibir personalmente a cada víctima”
Las justificaciones que dio Bergoglio sobre las “luchas internas” y enfrentamiento entre los padres de los 43 con diversas organizaciones de víctimas para no reunirse ni con unos ni con otras, fueron desmentidas por Vidulfo Rosales, el abogado de los padres y las madres de Ayotzinapa, al día siguiente de esa afirmación. En sus 5 días de discursos no hubo una sola homilía, declaración, referencia o “gesto” por parte de Francisco que expusiera y visibilizara DE MANERA DIRECTA el terrible drama sufrido en Iguala por los 43 estudiantes desaparecidos, y mucho menos respuestas a peticiones de los mismos padres y de otras organizaciones sociales y eclesiales para tener un encuentro con el papa. ¿Por qué? Si descartamos tanto las explicaciones de Federico Lombardi, vocero del Vaticano (molesto por tanta insistencia), de que el papa “no puede recibir personalmente a cada víctima”, como las del mismo Francisco por claramente insuficientes, y hasta se diría, falsas, tendremos que irnos un poco más lejos en el tiempo para entender algunas cosas.
Se ha dicho que el papa Francisco, desde los terribles días de los sucesos de Iguala, tenía la intención de ir a Ayotzinapa en su probable visita a México, para “oficiar” una misa en la Normal Rural Raúl Isidro Burgos y que era una de sus exigencias para acordar una agenda, y que por la oposición del gobierno de Peña Nieto a que acudiera Bergoglio a malpararlos, la negativa fue contundente. Sabemos que como una especie de “visita de consolación” el nuncio apostólico en nuestro país, Christophe Pierre, celebró una misa en diciembre de 2014 para los padres de familia de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, en las instalaciones de ese plantel. En su homilía, el representante del Vaticano en México dijo a los padres de familia que “el papa Francisco los acompaña en su dolor y el camino por la búsqueda de sus hijos” (La Jornada 22/12/14).
Pero todo este aparente interés y preocupación de Francisco por los jóvenes normalistas fue puesto en entredicho. Hace ya un año, en marzo del 2015, el papa Francisco ante preguntas de la periodista Valentina Alazraki sobre los acontecimientos de Ayotzinapa, hizo declaraciones que aún causan escozor y molestia por la ligereza, y lo que muchos analistas interpretaron como falta de sensibilidad y tal vez poco conocimiento de la realidad de nuestro país, y dentro de esta, de la terrible tragedia de la desaparición forzada de los 43 estudiantes y el asesinato de otras seis personas en Iguala, Guerrero, al decir sobre esos hechos que la “responsabilidad es de todos” y que acusar solamente al gobierno era “infantil”.
Bien informado Bergoglio de ciertos asuntos graves en México sí que lo estaba, aunque no fue sino hasta diciembre pasado que Raúl Vera lo actualizó de noticias al llevarle a Roma un documento suscrito por varias organizaciones eclesiales y de la sociedad civil sobre la crisis de Derechos Humanos en nuestro país y que mencionaba de manera especial el caso de los 43 de Ayotzinapa. Si hubiese sido falta de información, no puede ser de todas formas una disculpa para que se haya expresado de la manera en que lo hizo ante las preguntas de la periodista citada, pues en una posición de privilegio político-religiosa como la suya seguro que no podía ignorar como se las gastan los gobiernos autoritarios como el de México en el momento de esa entrevista.
Acusar solamente al gobierno es “infantil”
Francisco demostró con estas respuestas que su percepción de los horrores de septiembre del 2014 tenía un fundamento sesgado y que su “análisis” de la realidad estaba corto de datos confiables “o fue mal aconsejado” sobre las investigaciones, que ya en el tiempo que se llevó a cabo esa charla, claramente señalaban la participación del Estado en instancias, en primer lugar, de la policía municipal de Iguala que habrían entregado a los normalistas al grupo delincuencial “Guerreros Unidos”, y la omisión, por lo menos, del ejército (del 27 batallón de infantería con sede en Iguala). Aunque posteriormente, confirmando la muy probable participación de elementos del Estado, los expertos del CIDH-GIEI obtuvieron información del expediente que dice que los soldados del ejército vigilaron a los normalistas antes de llegar a la terminal de autobuses el 26 de septiembre, donde comenzó la persecución y los ataques que ocasionaron seis muertos, decenas de heridos y 43 desaparecidos. De hecho, se sabe que el último lugar donde se obtuvo la geolocalización del teléfono celular de Julio César López Patolzin, uno de los 43 desaparecidos, fue en las instalaciones del 27 batallón de infantería de Iguala.
Desde el principio se supo del hostigamiento que de tiempo atrás la clase política, como el ex gobernador de Guerrero Ángel Aguirre, realizaba contra la Normal de Ayotzinapa, incluyendo el asesinato de dos jóvenes de esa institución a manos de policías federales, estatales y agentes ministeriales en diciembre del 2011, hasta la burda versión para tratar de deslindar definitivamente al Estado, de la “verdad histórica” de la incineración efectuada por “el crimen organizado” de los normalistas en el tiradero de Cocula, en voz del “cansado” ex procurador Murillo Karam, desmentida por los expertos del GIEI. Y todo un cúmulo de evidencias que muestran que el gobierno en turno, el de Peña Nieto, es señalado como uno de los responsables.
No sólo, pues, un pobre análisis de Bergoglio sobre lo acontecido en Iguala, sino, muy probablemente, lo expresó con conocimiento de causa y con cálculo político. Y sabiendo que una visita a México en tiempo cercano, el declararse abiertamente contra el gobierno mexicano le resultaría incómodo y contraproducente para ciertas negociaciones que favorecieran la posición de la iglesia católica mexicana ante el gobierno peñanietista, prefirió deslindarlo de una participación directa al decir “infantiles” a quienes sí responsabilizan al Estado del crimen cometido contra los jóvenes de Ayotzinapa.
La entrevista con Valentina Alazraki de marzo de 2015
La periodista mexicana Valentina Alazraki, que desde 1974 cubre las noticias vaticanas, justo hace un año, el 12 de marzo de 2015, en una parte de su entrevista le pide a Francisco un mensaje de aliento y de esperanza para el pueblo mexicano por los sucesos de Iguala, “un luto grave para nuestro país”. El papa le contesta que no es la primera vez que México atraviesa dificultades “pues el diablo lo castiga con mucha bronca… por esto”, y al decirlo señala una imagen de Guadalupe y continúa. “El diablo no le perdona que ella haya mostrado a su hijo”. Aclarando que es su propia interpretación. “México es privilegiado en el martirio por haber reconocido, defendido a su madre” (es decir, a Guadalupe). Dirigiéndose a la periodista le dice:” Lo sabe muy bien. Usted va a encontrar mexicanos católicos, no católicos, ateos, pero todos guadalupanos. Todos se sienten hijos”. En un intento fallido de matizar estas aseveraciones, externa: “hijos de la que trajo al Salvador, que destruyó al demonio. El diablo le pasó la boleta histórica a México”.
Francisco se pregunta: “¿Quién tiene la culpa? Decir que el gobierno, es siempre la respuesta más superficial. Todos tenemos de alguna manera la culpa, o al menos de no hacernos cargo del sufrimiento, hay gente que está bien y quizá la muerte de estos chicos no les llegó, les resbaló o no les tocó…” Nuevamente matiza diciendo que “el mexicano es solidario: es una de las virtudes que tienen ustedes. Pero todos tienen que echar el hombro. Echarle la culpa a un solo sector o a una sola persona o grupo, es infantil”. (https://www.youtube.com/watch?v=32qbZU0ahg0).
Luego entonces, desde el principio el papa Francisco sabía quién era responsable del crimen de Iguala: El diablo. Pero como es difícil fincarle responsabilidades penales al diablo, también dice que todos somos de alguna manera responsables. Aunque también es un problema legal que se nos pruebe ese delito y que se dicten autos de formal prisión a millones de mexicanos. Por lo tanto, ¿caso cerrado? Pues si todos somos culpables (responsables), nadie puede ser señalado directamente, todo se diluye, es decir, el Estado, de manera particular, debe ser absuelto o su pena repartida con la de otros millones de culpables.
Hablando de “respuestas superficiales”, ¿es menos “infantil” culpar al diablo que al gobierno en turno como un elemento del Estado? Culpar al diablo de la desaparición forzada y de los asesinatos del 26 y 27 de septiembre del 2014 no es sólo infantil, sino cruel y arcaico con el claro propósito de deslindar al Estado. Pero, según Bergoglio, culpar al gobierno es “siempre la respuesta más superficial”.
No es este el espacio para documentar todas las pruebas presentadas por los expertos del CIDH- GIEI, que señalan la participación de elementos del Estado en el caso Ayotzinapa, pero un solo párrafo emanado del último informe de este grupo nos confirma que: “De forma enfática expresa que es un caso emblemático de la aparente colusión entre agentes del Estado e integrantes del crimen organizado”.
Es “aparente” porque no hay pruebas concluyentes, pero las investigaciones del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes si permiten creer con muy alta probabilidad la responsabilidad del Estado. En la conferencia de prensa que otorgó el papa Francisco en el avión de regreso a Roma, cuando le hicieron la citada pregunta sobre el tema de Ayotzinapa, en su respuesta en relación a ello sólo mencionó “a los asesinatos, a las muertes, a la vida cobrada por todas estas bandas del narcotráfico y traficantes de personas”. NI antes, en marzo de 2015, ni ahora tuvo una mínima duda: el gobierno, se infiere de su dicho, como agente del Estado es libre de culpa.
Preguntas que quedan en el tintero
Los y las mexicanas, las víctimas, los niños y las niñas, los jóvenes normalistas, los padres y las madres de Ayotzinapa, y demás, ¿debemos sentirnos privilegiados por el martirio (Francisco dixit) de la desaparición forzada, de los asesinatos, de los feminicidios, de la pederastia, y demás crímenes? ¿No deberíamos mejor sentirnos orgullos de vivir en un país donde se practica la justicia y se castiga la impunidad? ¿Quién va a pagar por los crímenes de Ayotzinapa? ¿Francisco aún pensará que es infantil culpar a un sólo sector, en este caso, al gobierno, de lo sucedido en Iguala?
¿Hay también una “aparente” colusión entre Peña Nieto y Francisco al señalar que todos los mexicanos, independientemente de nuestra afiliación religiosa, somos guadalupanos? Porque si es así, si en verdad todos somos hijos de Guadalupe, todavía el diablo nos va a seguir castigando con mucha “bronca”.
* Formó parte de la coordinación de Iglesias por la Paz y del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad. Actualmente colabora en el Consejo Editorial del Boletín Alas