Luces y sombras de la visita del papa Francisco a México
Tras muchas especulaciones se ha confirmado ya la agenda del papa en México del 12 al 17 de febrero del 2016, visitando con apretado itinerario 6 diócesis del país pertenecientes a los estados de Michoacán, Estado de México, Chiapas, Chihuahua y el Distrito Federal, alimentando la ya de por sí crecida euforia religiosa que caracteriza a la grey católica en estos tiempos de fiestas decembrinas y poniendo de nueva cuenta en el centro de la atención mediática y política la que sería la séptima visita papal en tierras mexicanas y la primera de un papa latinoamericano, que si bien goza de la simpatía de la grey católica (y no católica), parece no gozar de esa misma simpatía entre un episcopado mexicano calificado históricamente de «siempre fiel».
Pero no sólo por ello esta visita parece ser complicada. No sólo por la resistencia o reserva que muchos obispos mexicanos (acostumbrados a la línea conservadora del papado Wojtila-Ratzinger) ahora muestran frente a la agenda progresista y renovadora del papa Francisco, sino sobre todo por lo forzada de esta visita frente a las presiones del actual gobierno mexicano para traer al papa a México con la ya biensabida (pero malsana) intención de legitimarse frente a la población y el mundo entero, en un momento sin precedentes para la historia del país, pues acontece una debacle social y política que es producto precisamente de un modelo económico que el papa, en su encíclica Evangelii Gaudium, ha denominado perverso y la raíz de todos nuestros males: el capitalismo neoliberal.
Mucho se especuló en torno a que Francisco no quiso visitar México, cuando pasó por Cuba y EUA, porque el gobierno Mexicano se negó a la petición del papa de reunirse con los familiares de Ayotzinapa (o celebrar una misa en la Normal Isidro Burgos), o porque su intención era entrar a México atravesando a pie la frontera entre El Paso y Ciudad Juárez, que también obtuvo una negativa consular (como muchos connacionales que en sentido inverso quieren entrar al vecino país del norte). Pero más allá de las especulaciones, es claro que este tema, el de las víctimas de la violencia incontrolable en México, es la manzana de la discordia, toda vez que no es especulación que fue Francisco el primer obispo en clamar por los 43 de Ayotzinapa desde una de sus audiencias generales en El Vaticano, antes que cualquier obispo mexicano (a excepción, claro, del Raúl Vera) se atreviera (y aún no se han atrevido) a hacer denuncia alguna al respecto. Y también el primero en reaccionar enviando al nuncio apostólico en México a celebrar una misa en la citada escuela normal rural.
Con todo, las víctimas parecen haber quedado fuera de la agenda papal por más reclamos que aquí y allá (en Roma) se han hecho y se siguen haciendo por que Francisco se entreviste con las víctimas reales, con representantes auténticos de los pueblos originarios, con el pueblo de a pie; y no con productos de la mercadotécnica política y eclesiástica (como en anteriores visitas papales) que hacen de nuestra cultura mero folclor y de nuestro sufrimiento una telenovela. Y era comprensible (aunque no justificable) que los papas anteriores no repararan en el montaje teatral y comercial que eran sus visitas; pero no sería comprensible ni justificable que este papa latinoamericano, con sensibilidad y conocimiento de la historia de nuestro continente, transitara impasible ante semejante e irrespetuoso espectáculo que intentará ser su visita en México; se espera de su creatividad, de su irreverencia a los protocolos, que rompa el cerco, como lo ha hecho en múltiples ocasiones para acercarse a la gente, si no con acciones, al menos con palabras, de las que se especula también que quieren ser revisadas, censuradas, casi escritas por el gobierno mexicano.
Es imperativo, pues, que no sean también desaparecidos de la visita papal los rostros de cientos de miles de muertas y muertos por el crimen organizado y por el estado, los de decenas de miles de desaparecidos, millones de desplazados, e innumerables reprimidos y oprimidos por el sistema económico-político dominante. Es necesario que el papa no pase por alto la responsabilidad gubernamental en esta debacle nacional, ni la complicidad u omisión del episcopado mexicano en la misma. De lo contrario será una visita más, que tras la euforia habrá dejado intactas las injusticias, y tras el gozo momentáneo del encuentro, seguirá la cotidiana angustia de la inhumana sobrevivencia en millones de pobres de nuestro país.
Finalmente, no menos importante y necesario es que el papa Francisco esté alerta sobre el origen de los fondos empleados para su visita en México, pues es sabido que una gran derrama económica se pone en juego cada vez que un papa se acerca a tierras mesoamericanas, y no siempre queda claro quién o con qué se financian las visitas papales. Y para un papa que está en titánica batalla por transparentar las finanzas vaticanas, sería muy lamentable y contraproducente caer en la trampa de las oscuras finanzas mexicanas, donde las concesiones discrecionales a empresas privadas afines al gobierno, se mezclan con el dinero del narco y de la corrupción política para llegar a los bolsillos de unos cuantos, pero no del pueblo. Y es bien sabido que las visitas papales no han estado exentas de estas prácticas ni de la comercialización de los religioso.
Todo ello, sumado a las implicaciones políticas de una visita papal (que nunca se sabe si es pastoral o de Estado, y al final termina siendo ambas) en un país constitucionalmente declarado laico y donde la diversidad religiosa crece exponencialmente, pone a Francisco en una encrucijada no fácil de sortear: la de ser un auténtico mensajero de una paz que nace de la justicia, o pasar a la historia como un papa más, de claroscuros, y donde las sombras parecen cernirse irremediablemente sobre la luz, no sólo en México, sino en el mundo entero.
A nuestro parecer, el papa Bergoglio sólo tiene un camino para librar esto: que escuche al pueblo que sufre, cuyo clamor al parecer no logra traspasar aún los enormes muros de las diplomacias mexicana y vaticana.
® Observatorio Eclesial