Franciso y la Teología de la Liberación
FRANCISCO Y LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN
Vigencia de la Opción por los Pobres frente a las nuevas formas de dominación y en la era de un papa latinoamericano
Ponencia presentada en el XVIII Encuentro de la Red de Investigadores
del Fenómeno Religioso en México (RifreM)
Mérida, Yucatán, 15, 16, 17 de abril 2015
Gabriela Juárez Palacios, Observatorio Eclesial
José Guadalupe Sánchez Suárez, UNAM
Es indudable que el cristianismo (católico y protestante) está en crisis. No sólo en su parte institucional y conservadora, sino también en la subversiva, la de la llamada Teología de la Liberación, históricamente social-política y ecuménica. Tras largas décadas de conflicto entre la línea eclesiástica oficial (simbolizada en los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI) y los grupos eclesiales de base afines a la opción por los pobres, el agotamiento llegó, para ambas partes: agotamiento teórico y práctico, crisis generacional.
La jerarquía eclesial conservadora no consideró algunos factores en esta guerra sin cuartel contra el marxismo y la Teología de la Liberación, entre otros:
- el cambio religioso que se está dando en el continente latinoamericano y caribeño (con la neopentecostalización del cristianismo);
- el fracaso del capitalismo como modelo de bienestar y progreso;
- la puesta al descubierto de la corrupción política y ética del clero, principalmente en el tema de la pederastia, con casos particularmente graves en muchos episcopados, contándose en México el caso Marcial Maciel;
- la debilidad espiritual y pastoral en que decaería la iglesia por un papado tan largo y una sucesiva serie de nombramientos episcopales con perfiles “grises” y obedientes a la línea oficial de la era Wojtila-Ratzinger;
- y, finalmente, la renuncia del papa alemán y el ascenso inesperado de un papa latinoamericano.
La Teología de la Liberación, por su parte, tampoco reparó en algunos importantes aspectos mientras luchaba por la supervivencia en un difícil contexto político latinoamericano y con el enemigo en su propia casa, la iglesia. Entre algunos de los factores más relevantes no considerados contamos:
- las nuevas formas de dominación y opresión que crecieron con el neoliberalismo, y a para las cuales no se preparó, actualizó teórica y prácticamente;
- el papel que el patriarcado tiene en este modelo imperante de dominación y por tanto la necesidad de pensar y construir el poder desde una perspectiva de igualdad de género (teologías feministas y queer) y etnia (teologías indias) y no sólo desde la clase;
- la domesticación y pérdida de fuerza social-política que implicó para las comunidades eclesiales de base el esforzarse por mantener su ciudadanía eclesial y obtener el reconocimiento por parte de la jerarquía católica;
- el envejecimiento de los liderazgos sin construcción de nuevos;
- y, finalmente, también: la renuncia del papa alemán y el ascenso inesperado de un papa latinoamericano.
Hoy, en un continente que se debate en la pobreza y las violencias, vuelve a surgir la pregunta: ¿es vigente la Teología de la Liberación? Y a la par otras tales como: ¿Cuál es el recuento de daños tras la amnistía impulsada por Francisco para la Teología de la Liberación? ¿Este papa pretende realmente conducir a la iglesia por el camino trazado por la opción por los pobres o puede mirarse como una estrategia de sacar al cristianismo de su agonía? ¿Estamos en una nueva primavera eclesial, tras el largo invierno conservador? ¿Cuáles son los nuevos desafíos de esta experiencia latinoamericana en el nuevo y crítico contextos socio-político?
El recuento de daños para la teología de la liberación
Como decíamos, para la Teología de la Liberación no fue fácil sobrevivir en un ambiente doblemente adverso. Su mayor grandeza acaeció en los 70 y 80, como iglesia marginal y perseguida:
- Primero por las dictaduras militares y gobiernos autoritarios, produciendo muchos mártires pero también ofreciendo un gran ejemplo de constancia, organización, capacidad de incidencia social y política desde la fe. (Monseñor Romero)
- Van cayendo las dictaduras, pero viene entonces el golpe eclesial, o se hace más visible, antes estaba velado o al amparo del golpe político; la estrategia eclesial se da en dos momentos: una guerra frontal y la negociación.
- La guerra frontal, con rostros de censura, excomunión, traición, exilio, exterminio debilitó mucho a la teología de la Liberación, pero también la dispersó, lo cual no debe verse como algo necesariamente negativo.
- La mayor debilidad fue el agotamiento generacional ya mencionado, pues de facto, la estrategia papal operada por Ratzinger y en México el ya desarticulado Club de Roma, canceló los mecanismos y espacios que alimentaban en las futuras generación de clérigos regulares (religiosos) la opción preferencial por los pobres. Y entre las comunidades eclesiales de base, su prohibición en casi todos las diócesis del país y de otros países (con la excepción quizá de Brasil), produjo la parroquialización y neopentecostalización de la experiencia, como “una” experiencia o grupo más entre los muchos que existen en la Iglesia, y no como lo que es, un modelo de iglesia desde la base. También aquí hay excepciones, como es el caso de la parroquia de San Pedro Mártir, en Tlalpan, al sur de la Ciudad de México, o la teología india (en la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas).
- La dispersión operó en sentido contrario. Estamos generalizando, pero algo parecido a esto pasó: los que se huyeron sobrevivieron. Aquí radica uno de los principales frutos de esta experiencia de cristianismo liberador, que le permitió romper o trascender las fronteras institucionales que la cercaba, cuando por sobrevivir, se alejaron de la iglesia institucional y emprendieron el camino de la defensa y promoción de los derechos humanos. Incontables ejemplos podemos dar al respecto, que representan “un mar de fueguitos” (en honor a nuestro querido E. Galeano) a lo largo y ancho del continente, gente pequeña, haciendo cosas pequeñas que están cambiando el mundo y frenando en mayor o menor medida la voracidad del capitalismo neoliberal. El Observatorio Eclesial, es en cierta medida, heredero de esta dispersión. También las teologías feministas, queer, política, entre tantas otras expresiones que más adelante anotaremos.
- Pero el daño real, el más hondo y trascendente, se dio en la negociación, cuando al final de la era wojtiliana, la jerarquía católica empieza a replantear su estrategia de combate a la Teología de la Liberación, quizá cayendo en la cuenta (improbable) que con ello estaba atacando su principal fortaleza. En esta trampa del acercamiento, caen los “sectores emblemáticos” de la teología de la liberación, los famosos teólogos, —– las comunidades eclesiales de base a nivel continental, Amerindia, entre otros. En la negociación se da la pérdida de la fuerza social y política, el desplazamiento del sujeto prioritario de esta teología de la calle al templo nuevamente, la espiritualización de la opción por los pobres y el discurso, la sacramentalización de las prácticas, la pérdida de fuerza de su carácter ecuménico y la desarticulación ya no por dispersión, sino por aislamiento y pérdida de la memoria histórica subversiva del cristianismo.
Dos dramáticos ejemplos podríamos dar como coronación de este recuento de daños, que muestran su gravedad:
- Primero, la tempestad de elogios sin cuartel que recibió Francisco por parte de los teólogos de la liberación inmediatamente a su elección, sin abrigar la menor sospecha o duda al respecto y prácticamente declarando el fin de la guerra, del invierno eclesial, lo cual obviamente no ha sucedido todavía.
- Segundo, la imposibilidad de esta experiencia, en México, de enfrentar la debacle social y política que estamos viviendo con la inseguridad y violencia exacerbadas y la corrupción total de lo político: acontece en las iglesias de la liberación pasividad, indiferencia, debilidad para articular un esfuerzo de la magnitud que requiere el contexto actual.
Francisco y la Teología de la Liberación
¿Qué pasa cuando el cardenal Bergoglio es elegido papa? Primero ocurre el escepticismo, la confusión, la sospecha, hasta la denostación. Después va serenándose el espíritu y algunos empiezan a abrigar esperanzas de un cambio real en la Iglesia. (No fue el caso del OE quienes hicimos un análisis de los papables y todos estaban cortados con la misma tijera…) Finalmente acontece el discurso papal consistente por una Iglesia de los pobres y la crítica dura al neoliberalismo y entonces muchos se unen a la euforia primaria de los teólogos de la liberación. Pero está muy lejos aún de esta celebración.
Más allá de la efervescencia papal que ha mantenido la figura de Francisco en los titulares de la opinión pública a nivel mundial y a dos años de distancia podemos decir con certeza, lo que hace un año decíamos en nuestro balance crítico publicado el 13 de abril: que ha revolucionado la imagen del papado a partir de gestos sencillos, lenguaje directo y un estilo austero de conducción eclesiástica, pero cabe aún la duda en torno a si detrás de las formas existe un proyecto sólido y factible de renovación de una institución profunda y francamente debilitada.[1]
Podríamos aventurar algunas primeras valoraciones de fondo:
- Primero en torno a la empresa más significativa del papa Bergoglio: la reforma de la curia vaticana, mediante la creación de una comisión internacional de 8 cardenales para dicha tarea y la conformación de una comisión para los asuntos económicos del Estado Vaticano. Pero un primer obstáculo se presenta en el perfil y probidad moral de algunos de ellos, como pueden ser el del mismo presidente de la comisión para la reforma de la curia, el cardenal Oscar Rodríguez Madariaga, también la designación para la misma comisión del cardenal chileno Errázuriz, muy cercano al papa pero en América Latina reconocido detractor de la Teología de la Liberación; y finalmente, el más notable quiebre, la designación del cardenal Norberto Rivera, primado de México, como miembro de la comisión económica de El Vaticano.
- En segundo término, la reforma tiene que tocar fondo, se necesita ir más allá de lo administrativo interno hacia un cambio en las relaciones de El Vaticano con los episcopados nacionales, donde prime la colegialidad y no el autoritarismo, y las decisiones fluyan desde las iglesias locales hacia la cúpula y no al revés como realmente sucede. (Tenemos que tener cuidado por que las iglesias locales están dirigidas por curas que son mas papistas que el papa)
- Un tercer elemento estaría en la posibilidad de que Francisco, con el poco tiempo y personal con que realmente cuenta (su edad y salud prefiguran un papado breve), pueda sentar bases sólidas para este proyecto que con atrevimiento ha inaugurado, quizá no lo vea ni el próximo papa lo siga.
- En lo pastoral y disciplinar, podemos de igual manera encontrar aciertos e impasses. Pero hasta el momento, sólo discursos y pocos cambios reales en materia de moral de la familia, papel del laicado, equidad de género.
- Antes bien, sobre temas inquietantes, el más de todos concerniente a los abusos sexuales a menores por sacerdotes y obispos católicos, vienen respuestas débiles ante pruebas irrefutables de tales delitos y del encubrimiento sistemático de los curas pederastas por parte de la institución católica que han llegado a tribunales estatales, federales e internacionales.
Si ponemos en la balanza todo lo dicho hasta ahora, sopesando lo más objetivamente el primer año del papa argentino, no podemos negar que representa sobre todo la sencillez y la sensibilidad, pero sería exagerado decir que está creando una nueva era en la iglesia católica; esa iglesia ya ha sido creada en América Latina, en África, en Asia, donde camina verdaderamente al lado de los pobres y es una iglesia pobre; lo que el Bergoglio hace con sus gestos y sus palabras es seguir el ejemplo de esa iglesia, que seguramente conoció en Argentina, como jesuita.
En julio de 2013 surgió el colectivo llamado Primavera Eclesial ya!, con el objetivo de plantear al papa y a las iglesias una serie de demandas irrenunciables de justicia eclesial:
el sacerdocio femenino, el celibato sacerdotal opcional, la transformación del Estado Vaticano en red internacional de justicia, paz e integridad de la creación, la democratización laical a partir de asambleas eclesiales con protagonismo de mujeres y jóvenes y la transformación del Banco Vaticano (IOR) en banca social de los pobres para luchar contra la pobreza en el mundo.[2]
Este colectivo fue consolidándose a partir de estas demandas hasta configurar una crítica importante tanto del papado de Francisco como de la Teología de la Liberación misma que hoy se sienta a la mesa con la institución católico, y apenas deja caer migajas a los pobres por los que otrora optaron. Y lo primero que podemos decir sobre ello es que Francisco ha llegado tarde a la Teología de la Liberación, pero es bienvenido: él quizá representa una primavera papal, pero no una primavera eclesial, que siempre ha estado ahí, aún durante el largo invierno eclesial:
ha estado en los pueblos indígenas agraviados, las mujeres violentadas y humilladas sistemáticamente en la sociedad y las iglesias, en los campesinos y afrodescendientes marginados y explotados, en millones de niñas y niños que padecen hambre o migran solos por necesidad o supervivencia, en jóvenes sin alternativas y expuestos a la violencia criminal y estructural, en personas con capacidades diferenciadas, en lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, intersexo (LGBTI) que sufren discriminación, en comunidades enteras desplazadas, migrantes y refugiados en situación de extrema vulnerabilidad, en toxicodependientes, en la gente en situación de calle… y en muchos rostros más que viven en la exclusión. Ellas y ellos, construyen nuevos tejidos, y nos enseñan nuevas formas de ser comunidad.[3]
Esta nueva manera de sentirnos iglesia es y ha sido una experiencia en contracorriente, en contextos adversos, de persecución, de incomprensión, que nos alejó de formas eclesiales institucionales pero posibilitó caminar por otros senderos y construir identidades eclesiales más libres, creativas, esperanzadoras, resistentes, dialogantes, no-patriarcales y articuladas con actores sociales no-religiosos de forma más participativa, horizontal, justa.
Hacen constatar que la Teología de la Liberación no es única, sino de muchos rostros. Y en la medida que el discurso papal y su proyecto práctico consideren esta pluralidad, entonces podemos decir que está caminando por la primavera inaugurada por el Concilio Vaticano II y continuada en América Latina por las teologías de la liberación.
No se puede dejar de mencionar el papel de la mujer en la iglesia y en la Teología de la Liberación. Con el papa Francisco se crearon expectativas sobre la participación de las mujeres en la iglesia, estas expectativas eran desde una mayor participación, hasta la participación de las mujeres en la toma de decisiones en la iglesia, aspecto que implicaría el acceso a la ordenación sacerdotal. Estas posibilidades, ni con la teología de la liberación ni con el papa Francisco no se cumplieron. Esto es claro. La Teóloga Ivone Gebara dice: “El Papa Francisco tiene buena voluntad (…) pero, viviendo dentro de una tradición sagrada masculina, no tiene condiciones para dar pasos revolucionarios para promover de hecho la innovación necesaria al mundo de hoy. El papa Francisco tiene buena voluntad pero no es un revolucionario. La teología de la liberación busco la liberación de los oprimidos, pero olvido a las mujeres doblemente oprimidas por el sistema capitalista patriarcal.
[1] Observatorio Eclesial, “Francisco y la reforma de la iglesia católica. Balance crítico a un año de la elección del primer papa latinoamericano”, en http://observatorioeclesial.org.mx/2014/03/13/franciscoylareformadelaiglesia/
[2] Demandas expresadas públicamente en julio de 2013 y firmadas hasta ahora por medio millar de personas de todo el mundo. Ver en https://secure.avaaz.org/es/petition/Primavera_eclesial_ya
[3] Pedimos lo justo, soñamos lo imposible: ¡Primavera Eclesial ya!, Declaración del grupo de Primavera Eclesial Ya, San José, Costa Rica, 11 de octubre de 2014, a 52 años de la inauguración del Concilio Vaticano II.
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