Persectiva indígena de la visita del papa Francisco en México

por Eleazar López Hernández
Centro Nacional de Ayuda a las Misiones Indígenas
24/02/2016

(Ponencia presentada en la Mesa de Análisis
«Balance y desafíos de la visita del papa Francisco en México)

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Hemos quedado totalmente empapados con la visita del Papa Francisco a México

No cabe duda que los seis días en que estuvo el Papa Francisco en México nos dejaron saturados de gestos, palabras y contextos planteados por el mismo Papa y por los demás actores de la Iglesia y de la sociedad mexicana, cada uno cuidando y enarbolando sus intereses de clase o sus banderas de lucha para llamar la atención y demandar la mirada y la bendición del visitante. Después de ese enorme chubasco de presencia papal se requiere analizar con calma lo que nos deja para la cotidianidad ese hecho extraordinario que rebasó nuestras posibilidades inmediatas de valoración seria y profunda.

Evidentemente hay muchas interpretaciones de la visita papal pues cada actor social, político y religioso tocado de alguna manera por Francisco saca sus propias conclusiones y acomoda dentro de sus esquemas de vida los distintos mensajes verbales o gestuales producidos por el Papa. El aporte que quiero dar aquí centra su atención especialmente en las implicaciones que tendrá el hecho para las comunidades indígenas, dado que es mi ámbito de acción y colaboración.

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BALANCE Y DESAFÍOS DE LA VISITA DEL PAPA FRANCISCO EN MÉXICO
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Es momento de sentarnos a sacar conclusiones más serias de la visita papal

Como toda lluvia torrencial que ha caído en la ciudad de México durante los últimos años, este chubascazo de presencia papal será captado y aprovechado de diferente manera por los sectores sociales y eclesiales que intervinieron. Y es previsible que sólo quienes previamente cuentan con canales por donde hagan circular el caudal de agua que deja este cúmulo de palabras, gestos y silencios del Papa Francisco le sacarán mayor provecho.

La verdad es que resulta difícil encuadrar al Papa Francisco en los esquemas que nos funcionaron para ubicar a los dos pontífices que nos visitaron antes que él. Porque no sólo se sale de la alfombra roja que le pusieron para saludar a la gente; sino que intencionalmente quiere presentar una iglesia que sale de su encerramiento dentro de templos y espacios cultuales para dialogar con la gente de la calle y de los ámbitos civiles. Y tan sólo por ese atrevimiento, él se pone más allá de la práctica pastoral habitual de toda la Iglesia, y particularmente de la iglesia mexicana cuyos obispos en su mayoría llevan un estilo de vida y una práctica pastoral muy distante del pueblo y de sus luchas reivindicativas. En consecuencia lo que hizo y dijo el Papa en México contrasta mucho con lo que ordinariamente hacen nuestros pastores salvo honrosas excepciones.

Precisamente uno de estos excepcionales pastores comprometidos con las luchas populares comentó durante la visita, que Francisco, siguiendo la parábola del sembrador, lanzó la semilla de su palabra por todos los terrenos mexicanos y en cada uno el efecto será distinto, no por la falta de claridad o contundencia del mensajero sino por la diversidad de actitudes de los destinatarios cuyo corazón puede recibir, rechazar o quedar indiferente ante los planteamientos del Pontífice.

Los ganones –como decimos en México- parecen ser, como siempre, los “dueños del poder y del dinero” como los llamaba el mártir y santo de las causas populares de América, Oscar Arnulfo Romero. Al menos eso es lo que ellos creen; pero en verdad el terreno de estas clases poderosas y dirigentes del país es el más endurecido e incluso refractario a la palabra papal por causa de sus intereses y preocupaciones muy alejadas de la ética impulsada por el Papa. Ellos seguramente no dejarán que lo dicho por el Papa penetre en su suelo y muy pronto el paso de los días u otros factores ideológicos lo harán desaparecer por completo y ellos seguirán sus vidas prácticamente sin ninguna conversión o cambio importante y además sintiéndose ahora bendecidos por Santo Padre. Desde luego no se puede descartar en absoluto que tal vez algunos pocos sientan cierto deseo de limitar sus ambiciones o al menos de dialogarlas o negociarlas –como pidió el Papa- con los que ellos representan o con quienes son sus trabajadores, dependientes o subalternos ya que “es peor dejar el futuro en manos de la corrupción, del salvajismo y de la falta de equidad” (Mensaje a los empresarios y trabajadores).

En cambio los sectores medios, donde contamos también a las religiosas y a los sacerdotes que acompañan al pueblo, junto con la mayoría trabajadora que es mestiza y vive de ingresos estables ganados honestamente, tiene más posibilidades de asumir la palabra del Papa y de darle cauce en sus vidas. Tal vez sólo tendrá que quitar algunas piedras y espinas de su terreno para que la semilla sembrada por Francisco germine, crezca y dé frutos que redunden en bien de este mismo sector y que lo hagan más cercano a las clases más empobrecidas para empezar a hacer alianzas en orden a construir juntos ese México sin violencias, descartes ni discriminaciones.

Pero quienes están en mejores condiciones de asumir vitalmente los planteamientos del Papa son los que pertenecen a la clase más pobre, discriminada y abandonada del país donde se hallan los enfermos, los presos, los jóvenes, los indígenas con quienes se reunió el Papa. Ellos –como ancestralmente lo hacían sus antepasados que percibían en el teúl o extranjero que llegaba el retorno de su Dios Quetzalcóatl-, vieron en el Papa un “teopízcatl”, es decir, una presencia divina que vino en auxilio de sus necesidades para restaurar la armonía del buen vivir y convivir. Por la mirada y actitud teológica que caracteriza a los pobres de México, marcados ahora por la espiritualidad guadalupana, ellos son los únicos que en verdad creen en la trascendencia de los hechos que encuadran esta visita papal.

Pero, además, de entre estos pobres, los que resisten organizados en comunidades indígenas o en procesos concretos de lucha por la vida cuentan ya, anteriormente a la presencia del Papa, con cauces operativos por donde canalizar la energía de los momentos propicios –que los cristianos llamamos kairós y los andinos pachakutik– como el generado por Francisco con su recorrido a través de gran parte del territorio nacional.

Francisco se encontró con indígenas puestos en pie de lucha

En el sector de los empobrecidos la presencia indígena se distingue por muchas razones. En primer lugar por ser el más pobre, y más expoliado y maltratado desde hace siglos; y por eso se encuentra arrinconado en la periferia de las periferias sociales de México; pero, en segundo lugar, también por ser los indígenas quienes más largamente han resistido al embate de los proyectos dominantes que les han impuesto y ellos han aprendido a moverse, como dice el Apocalipsis, dentro de la Bestia y han sabido sobrevivir a la gran tribulación conservando sus flores que son sus verdades y sus planteamientos de vida que no se guardan para sí mismos sino que, como Juan Diego, buscan compartir con los demás miembros de la sociedad y de la Iglesia para construir un México con justicia y dignidad para todos.

El Papa Francisco, aún cuando no conocía suficientemente esta realidad de los pueblos indígenas percibió muy pronto la riqueza que ellos portan en sus culturas, sabidurías y prácticas ancestrales. Un elemento fundamental de esa sabiduría indígena es lo que el Papa retomó y lanzó al conjunto de la sociedad y de la Iglesia en su encíclica Laudato Si’: el cuidado de la madre tierra como casa común de la humanidad y matriz de la vida que debemos cuidar y proteger.

Venir a México para saludar a la Morenita del Tepeyac sin encontrarse con Juan Diego y con los predilectos de Dios que son los pobres sería un contrasentido. La Virgen de Guadalupe sólo se entiende a cabalidad al lado de quienes son los mensajeros dignos de toda confianza de la Señora del Cielo, aquellos que asumen en su vida el proyecto de sociedad que ella plantea: construir una teocátzin, es decir, una digna casa de Dios y del pueblo, donde como dijo Ella sean escuchados y remediados todos los lamentos, miserias, penas y dolores del pobre y a él se le muestre y dé todo el amor, compasión, auxilio y defensa que se merece. Eso lo captó muy bien Francisco; por eso pudo decir, desde su llegada, que las dos principales riquezas con las que se debe “pensar y proyectar un futuro, un mañana para México” son su cultura y sabiduría ancestral y el capital humano mayoritario de sus jóvenes.

Por eso buscó a estos actores sociales. Y con los indígenas puestos en pie dentro de la sociedad y de la iglesia mexicana se reunió el Papa Francisco el 15 de febrero de 2016 en San Cristóbal de las Casas, lugar emblemático por la construcción de la iglesia autóctona iniciada por Tatic Samuel y por el levantamiento zapatista de 1994. Estando con los indígenas Francisco interpeló a la sociedad mexicana a “hacer un examen de conciencia y aprender a decir: Perdón” a los indígenas porque en el pasado y en el presente “muchas veces, de modo sistemático y estructural, sus pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad.. han sido considerados inferiores sus valores, su cultura y sus tradiciones .. los han despojado de sus tierras” por causa del poder, el dinero y las leyes del mercado.

A pesar de las limitaciones puestas por quienes se oponen a la causa indígena, las hermanas y hermanos que lograron acercarse al Papa descubrieron que Francisco, aunque vino de muy lejos, puso su corazón “cerca de nuestro corazón”, percibió nuestras flores y las espinas que nos punzan; escuchó “nuestra alegría y nuestros sufrimientos, con las injusticias que padecemos, con el dolor de nuestros enfermos, con nuestros niños, jóvenes y ancianos, y con nuestra esperanza en Cristo resucitado”. Recibió nuestras propuestas y nuestra acción de gracias “por haber llegado a nuestra tierra”; porque, “aunque muchas personas nos desprecian tú has querido visitarnos”. (Palabras indígenas al Papa)

En ese encuentro el Papa se involucró en las vivencias indígenas tradicionales de oración y hasta hizo una reflexión teológica como se hace en las lenguas y esquemas propios de los pueblos. En resumen, en los indígenas queda la convicción de que el Papa nos reafirmó en la “certeza de que ‘el Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado”. Y al final reivindicó también a nuestro principal compañero de camino visitando la tumba de Don Samuel teniendo a su lado a Tatic Raúl, quien iba a ser el sucesor. Por eso, “con nuestro corazón agradecido, -literalmente lleno de flores-, te decimos: Tatic Francisco, Muchas Gracias!”

Los indígenas no fueron –como parece que sucedió en otros lugares visitados- un tema más de la problemática social mexicana sobre la que el Papa reflexiona y luego convoca a la iglesia local a comprometerse. Los indígenas, independientemente de la venida del Papa, desde antes ya eran interlocutores forjados en una larga lucha de resistencia. Y con ellos Francisco quiso personalmente reunirse desde que supo del caminar de este sector del pueblo y de la iglesia martirial de San Cristóbal de las Casas. Según relatan los obispos del lugar, “fue una decisión suya, como confió a quienes comieron con él. Les dijo que había escuchado muchas cosas sobre nuestra diócesis y que quería venir personalmente a conocer más de cerca nuestra realidad.” (Carta de los Obispos de San Cristóbal 20 de febrero 2016).

Pero, como era de esperarse, el encuentro no se realizó sin espinas ni contrariedades. Los obispos de la Diócesis de San Cristóbal acaban de hacer público que “nos sigue doliendo en el corazón el hecho de que muchos de ustedes, indígenas y mestizos, de cerca y de lejos, no pudieron entrar al lugar donde se celebró la Misa, a pesar de haber llegado desde muy temprano, de tener su boleto y de haber hecho un gran esfuerzo para llegar. No sabemos si fue sólo desorganización del Estado Mayor Presidencial, de quien dependió el ingreso, o hubo otras intenciones perversas y excluyentes. Fue injusto, inhumano, inexplicable y muy doloroso lo que pasó. Esto no dependió de la diócesis, sino de las autoridades civiles federales.” (ibídem)

El presbiterio de esa diócesis amplió la información al escribir en una carta abierta: “Con indignación queremos señalar que también se dio la tristeza, la rabia, el enojo, el coraje, las lágrimas y la frustración porque a miles y miles de hermanas y hermanos indígenas y mestizas locales y foráneas, sacerdotes, laicos, laicas, religiosas no los dejaron participar en tan anhelado encuentro” Y señalan directamente: “el gobierno con sus policías armados bloquearon el paso a miles y miles de peregrinos que habían llegado un día antes y con muchas horas de anticipación llegaron en San Cristóbal, no les permitieron el acceso al evento”. Y se preguntan: “¿Es posible que el gobierno quiso impedir que se lograra con éxito este encuentro y fiesta? ¿Es posible que el gobierno mexicano quiso enlodar el caminar de la diócesis de San Cristóbal? Y concluyen: “Lamentamos que el gobierno haya causado este sufrimiento, indignación y enojo. Con esto manifiesta que la presencia de nuestros hermanos y hermanas indígenas le incomoda, le estorba (a) este sistema de gobierno” (Carta del Presbiterio de la Diócesis de San Cristóbal de las Casas 20 de febrero de 2016).

De modo que hay bases para sospechar que hubo intervenciones malintencionadas y hasta perversas atribuibles al gobierno federal y estatal, unidos a los poderosos locales, que implementaron deliberadamente medidas de control para acallar la voz indígena y disminuir a nivel nacional e internacional la importancia de su encuentro con el Papa.

Sin embargo, aunque esta injerencia prepotente en los actos del Papa no sólo en Chiapas sino en los demás lugares visitados logró llenar con anticipación o con accesos preferentes los espacios principales con gente afín a sus intereses e impidió a varios miles de indígenas el acceso, el encuentro se realizó y los frutos que se esperan serán muchos porque las comunidades indígenas, como ya se dijo, tienen cómo captar en sus aljibes antiguos y modernos el caudal de vida impulsado por la presencia papal. Por eso los obispos de San Cristóbal pueden afirmar: “la reciente visita del Papa Francisco a nuestra diócesis ha sido una gracia de la misericordia de nuestro Padre Dios, que quiere estar cerca de sus hijas e hijos, para decirnos que no estamos solos, que Él nos ama y que la Iglesia quiere ser estar junto a quienes más lo necesitan” (carta ya citada)

Hay razones para no estar plenamente satisfechos del manejo de la visita papal

Desde que se anunció la visita del Papa Francisco las expectativas de los luchadores sociales y eclesiales fueron bastante grandes y algunas tal vez más allá de las posibilidades reales del Santo Padre para darles cauce. Parecía que cada movimiento u organización no gubernamental quería que su causa concreta o su lucha fuera tocada específicamente por Francisco. Y al no hacerlo sus impulsores se sintieron insatisfechos o defraudados y, en consecuencia, tentados a descalificar por completo la visita papal.

Ciertamente el Papa Francisco no tocó todos los temas y asuntos de la realidad mexicana. Sólo abordó un racimo de realidades que para él o para los organizadores eran suficientemente significativas. Desde luego no habló aquí de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, ni de la pederastia clerical, ni del lugar de las mujeres en la Iglesia. Seguramente, como señalan algunos, los condicionamientos con que fue recibido y tratado por los políticos como Jefe de Estado del Vaticano, más que como líder religioso de la Iglesia Católica, lo limitaron a pronunciamientos bastante amplios y genéricos que hablaron del pecado pero cuidaban de no señalar abiertamente al pecador para no romper los protocolos establecidos en la relación entre estados soberanos. El haber destinado tanto tiempo y miramientos a los poderosos de la política y del dinero molestó a no pocos luchadores sociales que percibieron en este hecho la incongruencia entre las palabras papales y el descarado manejo que los poderosos querían hacer de su presencia con ellos para mostrar ante el pueblo que están bendecidos por Dios y, en consecuencia, no habría que dudar de sus buenas acciones e intenciones. No se puede hacer a un lado esta real tensión que indiscutiblemente condicionó y hasta inficionó la visita de Francisco.

Pero el mensaje papal a los poderosos fue claramente profético sin romper los protocolos

Se puede afirmar que, a pesar de los márgenes estrechos que impusieron las razones de estado, las palabras del Papa se mantuvieron en la línea profética de sus planteamientos conocidos con anterioridad. No es cierto que la clase poderosa y política de México manejó el viaje a su antojo. Más aún se puede sostener que a cada grupo humano con quien interactuó le dio en el clavo apelando, a veces, a las exigencias de la ética del bien común y otras veces al Evangelio de Jesús o a la doctrina social de la Iglesia. Por eso a los poderosos les pudo decir sus verdades, desde luego de manera suave y hasta poética, como aprendió de su padre San Ignacio, es decir, entrando con la onda de ellos y saliendo con la suya, que es la de Cristo.

Al examinar las palabras del Papa se concluye que fue a los políticos, a los empresarios y a los obispos alejados del pueblo a quienes lanzó palabras que nos recuerdan las de Jesús respecto a las autoridades religiosas y civiles de su tiempo. A ellos Francisco les dirigió las recriminaciones más duras y exigentes. Otra cosa es que ellos no tengan oídos para oír y para dar cauce en su vida a esos planteamientos del Papa. Por eso los analistas críticos dudan que los poderosos quieran o puedan hacer cambios importantes en su vida y en la conducción del país a partir del mensaje de Francisco.

A los pobres dirigió sus mejores palabras y gestos simbólicos

A quienes más acogió, abrazó y animó fue a los niños, a los jóvenes, a los enfermos, a los presos. A cada uno le fue prodigando dosis adecuadas de la ternura y misericordia de Dios no para dejarlos inmovilizados sino para animarlos a seguir soñando y luchando por hacer realidad esos sueños. Desde luego los indígenas fuimos los más privilegiados en esta visita a pesar de las malas intervenciones del poder denunciados por la Diócesis de San Cristóbal. A todos nos entregó Francisco palabras de consuelo y de esperanza activa. Nos animó a seguir soñando y luchando por el futuro que queremos para nuestra patria, sin resignarnos nunca.

Análisis del encuentro con los pueblos indígenas

En primer lugar hay que señalar que la reunión con los indígenas no fue una agenda impuesta al Papa por nadie. Todo lo contrario: después de conocer desde 2013, por boca de los obispos de San Cristóbal de las Casas, del camino andado en esta diócesis, él asumió que, si visitaba México, además de encontrarse con la Morenita en el Tepeyac, la reunión con los pueblos indígenas en Chiapas era indispensable. Por eso, a contracorriente del deseo de los poderosos de la sociedad y de la Iglesia mexicana, que lo desaconsejaban por considerarlo demasiado complicado, Francisco decidió ir a San Cristóbal de las Casas y realizar los mejores gestos simbólicos de su visita. Con su presencia restañó heridas causadas por la incomprensión y las acusaciones injustas dirigidas contra esta Iglesia profética y martirial. Más con gestos que con palabras, el Papa rescató a quienes hicieron posible esta iglesia, al orar frente a la tumba de Tatik Samuel, teniendo al lado a Don Raúl Vera, a quien, -como precio a pagar por la renovación de la relación Iglesia-Estado-, se le quitó ser el sucesor de Don Samuel cuando tenía derecho a ello por ser obispo coadjutor.

La homilía del Papa ante los indígenas siguió el modo en que hacemos actualmente la teología india cristiana. Comenzó usando una de las lenguas mayenses del lugar para introducir un texto bíblico sobre “la ley del Señor”, ley que ayudó al pueblo de Dios a vivir en la libertad a la que habían sido llamados. Esa es la experiencia del pueblo hebreo, pero inmediatamente el Papa la relacionó con la experiencia y la “sabiduría acunada en estas tierras desde tiempos lejanos”. Y para mostrar esta coincidencia acude a un texto del libro sagrado de los mayas, el Popol Vuh, donde, al igual que en la Biblia, “hay un anhelo de vivir en libertad, hay un anhelo que tiene sabor a tierra prometida donde la opresión, el maltrato y la degradación no sean moneda corriente”. La argumentación de Francisco es la misma que usamos en el diálogo interreligioso reconociendo que: “En el corazón del hombre y en la memoria de muchos pueblos está inscrito el anhelo de una tierra, de un tiempo donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz”.

En el fondo del planteamiento papal se percibe la convicción de que los pueblos indígenas ya vivían desde antiguo lo que la Biblia señala y en ese sentido desde antes son también pueblo de Dios. Por eso exalta Francisco en su reflexión el aporte indígena para al resto de la sociedad y de la Iglesia: “Ustedes tienen mucho que enseñarnos. Sus pueblos, como han reconocido los obispos de América Latina, saben relacionarse con la naturaleza, a la que respetan como fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano’ (Aparecida.472)”. Y completa la reflexión más adelante: “El mundo de hoy, preso del pragmatismo, necesita reaprender el valor de la gratuidad” que aún existe en las comunidades nativas. En síntesis: el Papa Francisco, con su visita a Chiapas, reconoce y reivindica la lucha indígena dentro de la sociedad y de la Iglesia.

¿Qué sigue ahora?

¿Qué va a pasar con los mensajes del Papa a México? ¿Con qué nos vamos a quedar para reorientar nuestra vida? Eso ya no es responsabilidad del Papa sino de nosotros los mexicanos. El Papa ya cumplió con su tarea aquí; como mensajero de paz ya esparció la semilla de Dios por todos lados. De nosotros depende que ella germine, crezca y dé fruto. Los poderosos civiles y eclesiásticos difícilmente van a intentar cambiar su perspectiva ideológica y seguramente muy pronto olvidarán los mensajes papales. Son los demás sectores de la sociedad y de la iglesia mexicana, la clase media y trabajadora y sobre todo las bases laicales quienes tomarán en sus manos los mensajes papales y trabajarán por darles cauce en sus idas esos ideales.

Y, sin idealizar al mundo indígena que también tiene sus contradicciones- hay que reconocer que en este sector existen mejores condiciones para que esas palabras del Papa tengan viabilidad en la historia. Porque ahí se ha hecho un camino a nivel civil y eclesiástico en los últimos 60 años que se fue abriendo a contracorriente de otros modelos de sociedad y de iglesia. Ese camino abierto por donde ha transitado y transita la lucha indígena puede ahora contar también con el aval del Papa, que no es cosa menor en las circunstancias actuales.

Por eso las palabras de Francisco, al despedirse de México, pueden ser la síntesis de lo que podemos esperar para el futuro inmediato: “La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian la esperanza; he podido ver en muchos de sus testimonios, en sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra, guiándolos y sosteniéndolos en la esperanza; muchos hombres y mujeres, con su esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede a oscuras. Muchos hombres y mujeres a lo largo de las calles cuando pasaba levantaban sus hijos, me los mostraban. Son el futuro de México, cuidémoslos, amémoslos. Esos chicos son profetas del mañana, son signo de un nuevo amanecer y les aseguro que por ahí en algún momento sentía ganas de llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan sufrido”. (Discurso de despedida en Ciudad Juárez)

¡Esa lucha por la vida del pueblo pobre de México es lo que sigue en pie después de la visita del Papa Francisco! Con su bendición y, sobre todo, con nuestro compromiso inclaudicable seguirá activa la esperanza para que pronto llegue ese nuevo amanecer de México, señalado por el mismo Papa “como un nuevo horizonte de posibilidad que es inevitablemente portador de justicia y de paz” (Discurso en el Palacio Nacional).

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